Ahorrar es uno de los objetivos que se marcan la mayoría de las personas cada 1 de enero. Son muchos los consejos y fórmulas que se emplean para conseguir guardar una parte del salario y convertirlas en ahorros para tener un colchón financiero y una mayor estabilidad económica. Pero, si ahorrar es el primer paso, […]
Ahorrar es uno de los objetivos que se marcan la mayoría de las personas cada 1 de enero. Son muchos los consejos y fórmulas que se emplean para conseguir guardar una parte del salario y convertirlas en ahorros para tener un colchón financiero y una mayor estabilidad económica. Pero, si ahorrar es el primer paso, invertir debe ser el segundo paso para no perder poder adquisitivo con el tiempo.
La respuesta está en la palabra más repetida este año en los diarios económicos: inflación. La inflación supone una amenaza para el poder adquisitivo, ya que el nivel de inflación se traduce en que el dinero ahorrado tiene ahora menos poder de compra. Por ejemplo, para comprar los mismos bienes en el año 2002 que en 2022, se necesita casi el doble de dinero. El mismo bien, se podría comprar con 570 dólares del año 2002 y con 956 dólares actuales. Esto quiere decir que, los 570 dólares de principios de la década valen hoy casi un 50% menos.
La respuesta es invirtiendo. Se estima que la inflación anual media es del 2% – aunque este año supera el 10% – esto significa que un periodo de 20 años habremos perdido el 40% del valor de nuestro dinero. Es decir, que con 10.000 dólares del 2002 se puede comprar ahora lo equivalente a 6.000 dólares.
Para poder evitarlo, la única alternativa es mediante la inversión. Salvar la inflación para no perder poder adquisitivo es la primera premisa de todos los inversores. Y es que, por ejemplo, con un fondo de inversión de renta variable estadounidense, se habría conseguido una rentabilidad anual media del 6,78%, según los datos de Inverco. Esto supone que, si esos 10.000 dólares en lugar de haberlos tenido parados, los hubiéramos invertido tendríamos 37.136 dólares, ya que hay contabilizar el interés compuesto.
Este es el primer paso. Hay que tener una parte del dinero en liquidez para poder disponer de ella rápidamente en caso de una emergencia. Por ejemplo, si se tienen ahorrados 10.000 euros, una parte de ellos deberían tenerse en una cuenta corriente para disponer de ellos de manera inmediata.
La parte que se invierte tiene que ser con vistas a largo plazo, es decir un dinero del que no se va a disponer durante algunos años. El plazo de tiempo puede variar en función de las necesidades, edad y riesgo de cada uno. No es lo mismo la manera de invertir de una persona que ya se ha comprado una casa y ese ahorro le quiere rentabilizar, que la de un joven que quiere dar la entrada de un piso e hipotecarse.
Así, hay que tener en cuenta la situación personal y saber cuánto dinero se puede destinar a la inversión y en qué plazo de tiempo se quiere recuperar.
Este es el segundo paso, en el que los asesores financieros juegan un papel importante. Una vez que se sabe la cantidad que se quiere invertir y el plazo de tiempo, también es importante saber cuánta rentabilidad se quiere conseguir. Teniendo en cuenta que rentabilidad y riesgo van de la mano, a mayor rentabilidad también se asume un riesgo mayor.
Así, si nuestro perfil es más conservador, probablemente la renta fija, los fondos monetarios, los garantizados o los depósitos pueden ser una combinación adecuada. Mientras que si es un perfil mixto, se puede incluir renta fija y variable para obtener mayor rentabilidad. Por último, si tenemos un perfil más arriesgado, entonces se puede ir directamente a la bolsa.
Diversificar las inversiones es fundamental. Por ejemplo, si vamos a invertir en fondos de inversión, lo ideal es hacerlo en 3 mejor que en 1. De diferentes regiones o sectores para tener exposiciones diferentes y minimizar el riesgo. Por ejemplo, se puede tener un fondo de renta variable americana, otro de europea y otro de renta fija emergente. Esto debe decidirse en función a nuestro criterio y perfil de riesgo.
Por último, la paciencia es la madre de la ciencia. La inversión y el éxito en la misma requieren de tener una mirada largoplacista. Por ejemplo, el S&P 500 tiene una rentabilidad media anual del 8% desde 1940. Esto quiere decir, que si invertimos en un plazo de 20 años, lo normal es conseguir una rentabilidad lo más cercana posible a ese 8% anual. Mientras que, si invertimos solo durante un año el riesgo de perder dinero es mucho mayor. Por ejemplo, en este 2022, la bolsa americana pierde más del 20%, pero en los últimos tres años, y pese a las caídas de este curso, sigue ganando un 27%.