2020 ha traído consigo una nueva serie de desafíos para poner a prueba a los inversores. Dadas las dificultades específicas de Europa, actualmente los inversores pueden pensar que no hay lugar o activo en el que resguardarse. Sin embargo, con los desafíos vienen las oportunidades, también en el revuelto mercado de renta fija. Eso sí, […]
2020 ha traído consigo una nueva serie de desafíos para poner a prueba a los inversores. Dadas las dificultades específicas de Europa, actualmente los inversores pueden pensar que no hay lugar o activo en el que resguardarse. Sin embargo, con los desafíos vienen las oportunidades, también en el revuelto mercado de renta fija. Eso sí, esta crisis también pone de manifiesto lo importante que es diversificar riesgos en las carteras de deuda.
En 2011 recordamos que los bonos no siempre son un refugio seguro como alternativa al riesgo de las acciones. En toda Europa, los rendimientos de los bonos aumentaron bruscamente cuando las réplicas de la Gran Crisis Financiera revelaron las debilidades de la infraestructura financiera de Europa.
Aunque las bolsas sufrieron pérdidas importantes, a ese período se le conoció como la “crisis de la deuda europea”. De hecho, a medida que se hizo más probable la posibilidad de impagos soberanos y la desintegración del euro, los bonos gubernamentales eran, quizás, más arriesgados que las acciones europeas. Habían surgido signos de una Europa de dos niveles, temida desde el principio del proyecto europeo.
Ahora, 2020 nos ha traído ecos de esa crisis. La noción de una Europa de dos niveles ha resurgido; los rendimientos de los bonos “periféricos” han vuelto a subir de forma pronunciada pero, al igual que en 2011, los rendimientos de los Bunds alemanes han caído aún más en terreno negativo. Sin embargo, con un rendimiento tan bajo, los Bunds difícilmente ofrecen más consuelo en un momento de continua incertidumbre. En cualquier caso, un impago soberano europeo puede ser un problema para toda Europa.
A pesar de los elevados riesgos de invertir en bonos soberanos europeos, apenas se ofrece una compensación por asumir ese riesgo. Pero hay vida más allá de los bonos soberanos en el mercado de renta fija. Por ejemplo, los bonos corporativos. Ha habido fuertes ventas de crédito en la reciente crisis y, si bien no se puede conocer plenamente el alcance de los futuros impagos de las empresas, los rendimientos que ofrecen tras la venta son sustancialmente superiores a los de los bonos gubernamentales.
Cambiar entre los bonos soberanos y los bonos corporativos no necesariamente reduce o aumenta el riesgo; sólo lo mueve. Los bonos gubernamentales conllevan un riesgo de tipos de interés y, por el momento, un riesgo de valoración, mientras que los bonos corporativos conllevan un riesgo de tipos de interés y un riesgo de impago.
Dado el riesgo de impagos soberanos en Europa, los bonos gubernamentales no son los activos “libres de riesgo” que eran en el pasado, por lo que los rendimientos simplemente no son lo suficientemente altos como para compensar a los inversores.
Asimismo, los rendimientos que ofrecen los bonos corporativos parecen ser más que suficientes para compensar a los inversores por el riesgo de impago de las empresas. Los inversores que pueden invertir en diferentes tipos de bonos tienen más flexibilidad para elegir los riesgos que creen que serán recompensados y eliminar los que no lo serán.