Hace un año que la inversión de alta frecuencia, o High Yield Trading (HFT) salió de nuevo a la palestra con la publicación del libro Flash Boys, A Wall Street Revolt de Michael Lewis. En él, el autor detallaba cómo las bolsas y los grandes grupos financieros empleaban estas máquinas ultraveloces que, mediante algoritmos matemáticos, […]
Dirigentes Digital
| 28 ene 2015
Hace un año que la inversión de alta frecuencia, o High Yield Trading (HFT) salió de nuevo a la palestra con la publicación del libro Flash Boys, A Wall Street Revolt de Michael Lewis. En él, el autor detallaba cómo las bolsas y los grandes grupos financieros empleaban estas máquinas ultraveloces que, mediante algoritmos matemáticos, llevan a cabo millones de operaciones en segundos.
Una fórmula que ha llevado a los reguladores a poner bajo la lupa la legalidad o no de esta operativa. En una reciente entrevista concedida a Bloomberg, un miembro de ESMA (el regulador de los mercados europeos), reconoce que se está investigando el impacto que esta negociación de alta frecuencia tiene en el mercado, al general una liquidez que ellos denominan "fantasma". No se trata de prohibir esa actividad, sino de regularla.
Pero lo cierto es que el crecimiento de esta operativa no solo estaría afectando a inversores de menor tamaño a los que no les queda más remedio que quedar al margen de las enormes ganancias generadas con estos métodos solo aptos para los grandes. Muchos de estos fondos prefieren actuar al margen de los operadores de alta frecuencia, que pueden interferir en sus planes de invertir grandes sumas en determinados valores. Por eso, existen los llamados dark pools o las negociaciones en los mercados OTC (over the counter o, lo que es lo mismo, fuera de la regulación tradicional). Normalmente se usan para esas grandes operaciones de bloques que los inversores emplean generando grandes volúmenes de negociación.
En este escenario, los dark pool se presentan como plataformas de negociación alternativa que, al no revelar las cotizaciones que manejan, pueden ofrecer mejores precios de transacción y se libran de las comisiones que aplican las Bolsas tradicionales. Estas plataformas permiten que grandes bloques de acciones sean negociados de forma anónima sin informar públicamente al mercado hasta que la operación sea completada. Y eso minimiza el riesgo de que el precio se mueva en desventaja de un inversor si el mercado se entera de la operación antes de que sea ejecutada.
Estos mercados no están ni mucho menos fuera del circuito regulador. Pero algunos de ellos sí pecan de una falta de transparencia que perjudica seriamente a los inversores de menor tamaño. En ese sentido, los reguladores estadounidenses han obligado a muchas entidades a publicar el modelo de funcionamiento de sus dark pools. En Europa, por ejemplo y según la normativa MIFID II, las transacciones anónimas en acciones estarán limitadas a un 8% total negociado de ése título en la Unión Europea.
Aún así, el crecimiento de estos mercados ha sido imparable en los últimos años, y todo apunta a que próximamente los inversores contarán con una nueva ‘piscina oscura’ que vigilar.
Según publicaba el diario Financial Times hace una semana, un grupo de 9 de las mayores gestoras de fondos de inversión del mundo, liderados por Fidelity, planea la creación de un nuevo Darkpool del que incluso ha trascendido el nombre: Luminex. Junto a Fidelity, las otras firmas que lo formarían serían BlackRock, Capital Group, MFS, Invesco, T Rowe Price, JPMorgan Asset Management, State Street y Bank of New York Mellon.