"Las muchas promesas disminuyen la confianza", decía el poeta clásico Horacio. La frase se ajusta como un guante al primer ministro de Italia. Durante los últimos meses Matteo Renzi ha intentado encajar dos discursos, difícilmente, compatibles. Para los italianos se había terminado los esfuerzos y sacrificios y para los socios europeos Italia iba a hacer todo lo necesario para cumplir con los objetivos de déficit. Las palabras son palabras y lo que valen son los hechos. Y cuando ha llegado el momento de presentar los presupuestos de Italia de 2015, Renzi se ha decantado por el discurso interno: bajar los impuestos y aumentar el déficit.
Aunque las cuentas de Italia llevan una fuerte reducción de gastos, será insuficiente para soportar las promesas del Gobierno sin elevar el endeudamiento. El Estado dejará de ingresar el próximo año 18.000 millones por recorte generalizado de impuestos. Con 9.500 millones menos por reducción del IRPF; 5.000 millones menos por la eliminación de un impuesto regional sobre la producción industrial y el resto por nuevas exenciones y deducciones a
empresas y familias numerosas.
El propio Renzi ha tenido que reconocer que Italia tendrá que recurrir al mercado para financiar 11.000 millones para que cuadren las cuentas. A pesar de ello, ha explicado que el país se mantendrá por debajo de las exigencias de Bruselas en materia de déficit. Algo que parece improbable con el PIB en clara contracción y últimos datos de déficit en el 3,8%. Sobre el papel Renzi ha elevado el déficit del 2,2% al 2,9% para 2015. Es decir, en un año se ha comprometido a rebajarlo en más de un punto. Sin embargo, el resultado del déficit depende de la deuda y del PIB. Con la deuda subiendo y el PIB mermando, las matemáticas no mienten y dice que el déficit aumentará.
Ahora la pelota está en el tejado de la Comisión Europea. Hoy termina el plazo para que los socios europeos envíen sus presupuestos a Bruselas. Hasta finales de noviembre la Unión Europea tiene de plazo para analizar las cuentas de los Estados. En este tiempo emitirá recomendaciones sobre los presupuestos nacionales o incluso rechazarlos. Llega el momento de la política europea para descubrir si Hollande y Renzi lograrán convencer a socios para flexibilizar el déficit.