Cuando se habla del meteórico crecimiento económico de China, una de las imágenes que nos vienen a la cabeza suele ser la de los grandes y futuristas rascacielos de Shanghái, con el distrito de Pudong como ejemplo del boom inmobiliario. Casi a la vez hacemos la asociación de ideas lógica de que el gigante asiático […]
Dirigentes Digital
| 09 abr 2015
Cuando se habla del meteórico crecimiento económico de China, una de las imágenes que nos vienen a la cabeza suele ser la de los grandes y futuristas rascacielos de Shanghái, con el distrito de Pudong como ejemplo del boom inmobiliario. Casi a la vez hacemos la asociación de ideas lógica de que el gigante asiático es la fábrica del mundo, en buena parte debido a la eclosión urbanística e industrial de grandes ciudades que concentran buena parte de la producción del país como Shenzhen o Chongqin, esta última es la ciudad más poblada de China con cerca de treinta millones de habitantes.
Esta iconografía es justa si nos centramos solamente en el rápido crecimiento industrial y en las transformaciones que lo han acompañado, traducidas en el auge vertiginoso de algunos centros de negocios poblados de rascacielos. Sin embargo, lo que a menudo se desconoce o no se tiene en cuenta es que esa transformación de China durante las tres últimas décadas ha tenido raíces rurales.
La revolución económica del campo
El proceso de cambio comenzó en 1978, dos años después de la muerte de Mao y de la toma de las riendas del país por parte de Deng Xiaoping, considerado el gran impulsor del desarrollo y del origen de la China moderna. Las reformas económicas acometidas en esa época no sólo afectaron al desarrollo de las ciudades, sino que también configuraron la nueva situación del campo. Especialmente revolucionaria fue la medida de descolectivizar y repartir de forma equitativa las tierras entre los campesinos bajo el régimen de derecho de uso. Sin llegar a la existencia de la propiedad individual, si supuso un incentivo económico importante para los campesinos.
Esta nueva organización agraria contribuyó a un auge espectacular de las empresas industriales promovidas, sobre todo, por los municipios, con lo que los ingresos en el campo se diversificaron y muchas zonas rurales experimentaron procesos de industrialización. El resultado de todo ello fue una mejora muy sustancial de los niveles de vida rurales, el retroceso rápido de la pobreza y un aumento del consumo que se inició en el campo con la demanda masiva de "las tres máquinas que giran" (bicicletas, relojes y máquinas de coser).
Pero los centros económicos e industriales fueron las ciudades y eso motivó un éxodo masivo de campesinos hacia las grandes urbes. A día de hoy, de los 214 millones de familias que habitan en las zonas rurales de China, sólo el 60% se dedica en exclusiva a la agricultura, donde los cultivos predominantes son el cereal, el arroz y el té en ese orden. Sin embargo, los esfuerzos de las autoridades por establecer un reparto más equitativo de la riqueza ha llevado al surgimiento de nuevas formas de negocio orientadas principalmente al turismo o a la producción de productos gourmet.
Puede leer el reportaje completo en nuestra revista Dirigentes del mes de abril.