El acuerdo es tan frágil que ni las propias partes están convencidas del mismo. El único mandatario del cuarteto de Normandía que hizo una puesta en escena triunfal fue Vladimir Putin. El presidente de Ucrania, Merkel y Hollande solo llamaron a la calma. Si se atiende al carácter gestual Rusia ganó la partida. No solo hay una desconfianza entre Kiev y Moscú para cumplir con el alto el fuego, sino los rebeldes separatistas dudan de la predisposición del Gobierno de Poroshenko.
Los expertos cuestionan si el acuerdo de paz sirve de algo, cuando hace meses se repitió uno parecido y ninguno de los bandos lo respetaron. Pero hay pequeñas diferencias de que este puede prosperar en una solución pacífica. Para empezar incluye más puntos, son mucho más concretos, y han sido firmado por el denomina Grupo de Contacto, en la práctica son los grupos rebeldes prorrusos y las fuerzas ucranianas bajo el auspicio de la OSCE, que son los que verdaderamente están involucrados en la guerra.
El documento recoge una mayor carga de responsabilidad para Ucrania que tiene que ceder soberanía a las regiones del este, una reforma constitucional que no dependen del Gobierno sino del parlamento ucraniano y Donbás permanecerá en el seno de Ucrania pero tendrá estatus especial y disfrutará de subvenciones del Gobierno central. Putin salió más satisfecho de la maratoniana reunión que sus homólogos occidentales garantizando sobre el papel el estatus especial de las regiones prorrusas y de Crimea no se pronunció palabra, adherida por derechos consumados.
Europa en pocos días, a pesar de la cautela de sus líderes, ha tenido una doble victoria. Por un lado, Merkel con el apoyo de Hollande ha conseguido convencer al beligerante Poroshenko de los beneficios de una tregua y una salida pacífica. Hasta horas antes de la reunión presionaba para que la comunidad internacional rearmara al ejército ucranio. Y por otro contuvo la incursión en el conflicto de Estados Unidos, partidario de enviar armas, lo que solo hubiera provocado un agravamiento del conflicto, en un momento donde las fuerzas ucranianas y la de los rebeldes prorrusos están exhaustas.La mano tendida de la Unión Europa a Ucrania hace dos años para alejarse del paternalismo ruso y dar los primeros pasos en una futura integración al club rompía el difícil equilibrio del ecosistema diplomático entre Bruselas, Moscú y las antiguas repúblicas soviéticas. Rusia se ha convertido en un vecino incómodo para Europa, según el actual presidente, Vladimir Putin, acumulaba más poder y se rompían la sintonía con Estados Unidos.
Origen y error de medida del conflicto
Europa es uno de los principales responsables de encender la mecha de un conflicto que ya provocado más de 5.000 muertos, entre civiles y fuerzas militares, y medio millón de desplazados. La propuesta de un acuerdo económico con una Ucrania en una profunda crisis económica para paliar los efectos de pasadas crisis energéticas agitó un avispero, de consecuencias imprevisibles, y demostró un gran error estratégico al menospreciar la capacidad de influencia y respuesta de Rusia.
El Gobierno de Yakunovich rechazó el pacto en 2013. Putin ejerció su poder para acercar Kiev a Moscú, pero con lo que no contaban era el levantamiento de Euromaidán, las revueltas populares que tumbó al Ejecutivo y provocó un adelanto electoral. Las protestas favorecían los intereses europeos, pero no se tenían en cuenta la compleja sociedad ucraniana. Las manifestaciones estaban arraigadas en el centro del país, pero no en las regiones periféricas, a favor de estrechar lazos con Rusia. La Unión Europea se involucró a fondo con la crisis interna de Ucrania, a favor de una salida pacífica y la convocatoria de elecciones, mientras Rusia apoyó de manera tamizada al Gobierno hasta que Yakunovich huyó del país por la presión popular e hizo valer sus pactos con el antiguo régimen.
El tiempo de la diplomacia se agotó
Moscú no ocultó su oposición al Ejecutivo interino y acusando a la Unión Europea de obligar a Ucrania a elegir entre Rusia y Bruselas, mientras comenzaba la ocupación de la península de Crimea. Hasta las elecciones de mayo, en la que ganó Petro Poroshenko, oligarca ucraniano por occidental, el este de Ucrania comienza levantarse en contra de Kiev con el apoyo militar de Rusia en volviendo al país en una guerra civil.
Con solo la amenaza militar y apoyo logístico, Rusia ha logrado anexionarse territorios de Ucrania y desestabilizar a todo país. Europa se ha visto abocada a la disyuntiva de aguantar una en sus fronteras una guerra de consecuencias humanitarias y económicas imprevisibles o asumir la hegemonía de Rusia en el este de Europa y desplegar capacidad política para garantizar la estabilidad política en la zona.
El maratón diplomático de Hollande y Merkel de esta semana responde a la segunda opción. Alemania y Francia han arrancado un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia donde ha primado la imposición de un alto el fuego permanente entre las tropas prorrusas y el ejército ucranio y una zona desmilitarizada en las regiones de Donetsk y Lugansk. El pacto incluye concesiones de autogobierno a los rebeldes según se cumpla el plan de paz y se avancen las negociaciones.
Acercamiento de Atenas con Moscú
El acuerdo se produce en un momento en el que Grecia negocia con sus socios europeos las condiciones del rescate del país y el pago de la deuda. Desde que tomó el poder el Gobierno de Tsipras ha habido guiños inquietantes con Rusia. El nuevo primer ministro heleno recibió el primer día de mandato al embajador de Rusia y mantuvo una conversación telefónica con Putin. Recientemente, el ministro de exteriores ha afirmado que a pesar de los problemas económicos Moscú estaría dispuesto a financiar a Grecia. La nueva estrategia de Rusia puede que no sea tan distinta a la que tuvo Bruselas con Ucrania y quizás más medida.