Las preocupaciones en torno a la debilidad de Pekín han pasado a un discreto segundo plano, ante el hundimiento del petróleo, la subida de tipo de la Reserva Federal (Fed) y el aumento "fallido" de los estímulos por parte del Banco Central Europeo (BCE), pero inversores y gestores no han logrado olvidarse de ese "run […]
Dirigentes Digital
| 22 dic 2015
Las preocupaciones en torno a la debilidad de Pekín han pasado a un discreto segundo plano, ante el hundimiento del petróleo, la subida de tipo de la Reserva Federal (Fed) y el aumento "fallido" de los estímulos por parte del Banco Central Europeo (BCE), pero inversores y gestores no han logrado olvidarse de ese "run run" y en la mayor parte de las previsiones de las entidades y firmas de inversión para 2016 ocupa un lugar central.
El consenso aguarda que China sea capaz de evitar el peor escenario, aunque reconoce que la transición en la que se encuentra inmerso el país no se saldrá sin sufrimiento. Y es que, el cambio de una economía basada en la inversión y el endeudamiento a otra de consumo no será sencillo. Sin embargo, las esperanzas están puestas en que el respaldo del People’s Bank of China (PBoC por su siglas en inglés) y las reformas del Ejecutivo sean capaces de amortiguar el golpe.
Esta misma semana, tras celebrarse el Central Economics Work Conference, que reúne a las principales autoridades económicas, fuentes oficiales han filtrado que hará falta una política "más flexible" y un gasto fiscal "más contundente" mientras los líderes crean "las condiciones monetarias apropiadas para llevar a cabo las reformas estructurales necesarias". Concretamente, han señalado que la economía va a seguir una trayectoria en forma de "’L’ y no de ‘V’".
El tono este encuentro lleva a Goldman Sachs a sentirse "más cómodo con nuestra previsión de una desaceleración moderada del crecimiento en 2016". Mientras, Capital Economics cree que Pekín se enfrenta al desafío de restaurar su propia credibilidad "y para ello vamos a ver esfuerzos de flexibilización con el objetivo de cambiar la economía al menos en el corto plazo".
Así sería un "aterrizaje forzoso"
La agencia de calificación crediticia Fitch ha llevado a cabo un estudio sobre cuáles serían las consecuencias de que la economía china se desacelerara hasta un crecimiento del 2,3% entre 2016 y 2018. La firma advierte, en primer lugar, de disrupciones en el comercio mundial, obstáculos para la actividad, con "importantes efectos en cadena para los emergentes y las empresas globales".
Con ayuda del Oxford Economics’ Global Economic Model, estiman que el repunte del PIB mundial se reduciría al 1,8% en 2017, desde el 3,1% previsto sin shock en Pekín.
Asimismo, los perfiles de crédito de muchas multinacionales se vería perjudicado, especialmente en aquellas que dependen de las materias primas, el petróleo, el gas, el acero o la minería. También los grupos navieros sufrirían, y la tecnología global, la industria pesada y los sectores de automoción sentirían un aumento de la presión de crédito ante la caída de la demanda china.
Geograficamente, los emergentes, especialmente en Asia y Latinoamérica, sentirían más el impacto de la desaceleración. Por ejemplo, Hong Kong experimentaría una contracción del PIB superior al 3%; Japón también entraría en recesión en 2016 y 2017; mientras que Chile sería la región sudamericana más expuesta a China y, junto a Brasil, experimentaría una reducción de sus tasas de crecimiento en 4,5 y 1,6 puntos porcentuales, respectivamente.
Estados Unidos y Europa, por su parte, estarían más aislados que estas regiones, siendo Alemania la más expuesta al gigante asiático. Con todo, el "tropiezo" de China supondría frenar en seco el ciclo alcista de tipos de la Fed y el aumento de la flexibilización del BCE.