Es cierto que los inversores buscan en las inversiones alternativas una menor correlación con los activos tradicionales que les ayude a diversificar carteras, pero también lo es que su mayor complejidad y riesgos de liquidez deben ser analizados antes de lanzarse a este tipo de activos. En un reciente documento, los analistas de JP Morgan […]
Dirigentes Digital
| 08 sep 2015
Es cierto que los inversores buscan en las inversiones alternativas una menor correlación con los activos tradicionales que les ayude a diversificar carteras, pero también lo es que su mayor complejidad y riesgos de liquidez deben ser analizados antes de lanzarse a este tipo de activos.
En un reciente documento, los analistas de JP Morgan AM explicaban que la inversión alternativa es aquella que no entra en las clasificaciones tradicionales de renta variable, fija o efectivo, pudiendo incluir divisas, materias primas, bienes inmobiliarios, hedge funds, capital privado o productos más inusuales como obras de arte y vino.
Desde la entidad indican que tradicionalmente, este tipo de activos se consideraba terreno solo apto para inversores de elevados patrimonios o bien inversores institucionales. "En primer lugar, se necesitan inversiones iniciales mucho mayores y, además, el capital estaba restringido durante un periodo de tiempo mucho mayor", insisten. Sin embargo, ahora "las alternativas son cada vez más habituales y su popularidad va en aumento".
Según el último Informe Anual de la Riqueza en el Mundo 2015 (WWR) publicado hoy por Capgemini y RBC Wealth Management, los individuos con elevados patrimonios siguen manteniendo más de una cuarta parte (2%) de su riqueza en efectivo, pero el resto de cartera se distribuye entre propiedades inmobiliarias (20%), renta fija (16%) e inversiones alternativas (10%), creciendo estas notablemente respecto a años anteriores.
Misma tendencia reflejan otros estudios sobre este segmento de mercado, como un reciente informe de Mercer, que señala que los inversores institucionales europeos han aumentado de media un 2% sus inversiones alternativas, constituyendo el 14% de las totales. El estudio refleja además como en el caso de los activos más tradicionales como Bolsa y Bonos, lo que aumenta es el uso de la gestión pasiva (4 y 7 puntos respectivamente). Esto sugiere por tanto que los inversores cada vez usan más los activos alternativos como fuente de rentabilidad por habilidades del gestor (o alfa), mientras que buscan una exposición barata a activos tradicionales de renta variable y bonos (beta).
Dentro de las alternativas, el uso de criterios medioambientales, sociales y de buen gobierno (ESG), así como la sostenibilidad, crecen en importancia.
"Debido a una relativa escasez de inversiones atractivas para los inversores a largo plazo, los inversores institucionales europeos están diversificando su centro de atención y sus recursos hacia inversiones alternativas", indican desde la consultora, desde donde insisten en que para alcanzar sus objetivos, "los inversores necesitarán revisar sus creencias y procesos y decantarse por clases de activos menos familiares, así como por estrategias menos restrictivas".
Ante este escenario, gestoras internacionales como Aberdeen o Legg Mason han reforzado recientemente sus estrategias y su oferta en este segmento de mercado.