El optimismo y los mensajes de euforia están siendo los rasgos fundamentales de la política de Matteo Renzi. Y las miles de promesas, puertas para dentro y para fuera de Italia, que se demoran en el tiempo. El nuevo brindis al sol para ilusionar al país sacudido por una crisis interminable es ver a Roma organizando unos nuevos Juegos Olímpicos. "La candidatura olímpica es una de las cosas más bonitas que podemos hacer por nuestros hijos, para nosotros, para Italia… El deporte en Italia es una forma de vida y una forma de ver el futuro", puso en práctica su oratoria seductora, para presentar la candidatura.
Renzi juega la baza del sueño olímpico para olvidar que Italia ha caído en su tercera recesión, que su popularidad cae en picado y que lo socios europeos le piden cumplir con sus reformas. No es el primero. Los juego de Río de Janerio fue un bálsamo y proyecto ilusionante para España. Hasta que presentó una candidatura condicionada por la crisis que valió para que Madrid cayera a las primeras de cambio para 2020. Brasil con su campeonato de fútbol y olimpiadas está teniendo más problemas que alegrías. Hasta el anterior primer ministro de Italia, Mario Monti, retiró la candidatura de Roma para 2020 por la delicada situación financiera del país.
Para Renzi no es problema que la deuda pública supere los 2.100 billones de euros, dos veces su PIB. Ni la demostración de que la calle no le apoya con sus reformas con la huelga del pasado viernes.
La decisión sorprende aún más cuando recientemente se ha destapado una red de corrupción en el Ayuntamiento de Roma que desvió más de 200 millones a través de contratos públicos y que ha salpicado a altos cargos.
La oposición ha tachado la propuesta de locura, pero también en su propio partido creen que no es momento por la situación que atraviesa el país. Roma albergó los Juegos Olímpicos en 1960 y otras ciudades italianas como Cortina d’Ampezzo y Turín acogieron los de invierno 1956 y 2006 respectivamente.