El sector financiero está inmerso, desde hace algunos años, en una especie de tormenta perfecta definida por varios factores. El primero de ellos tiene su origen en la crisis financiera, cuyo detonante fue la quiebra de Lehman Brothers. A ello se suman los tipos de interés negativos que afectan a la rentabilidad de los activos. […]
Dirigentes Digital
| 22 sep 2016
El sector financiero está inmerso, desde hace algunos años, en una especie de tormenta perfecta definida por varios factores. El primero de ellos tiene su origen en la crisis financiera, cuyo detonante fue la quiebra de Lehman Brothers. A ello se suman los tipos de interés negativos que afectan a la rentabilidad de los activos. La crisis de confianza y reputacional (participaciones preferentes, incremento de los embargos hipotecarios, inyección de capital público para salvar de la quiebra a las antiguas cajas,..) es otro de los factores a tener cuenta. Finalmente, encontramos la hiperregulación traducida en la obligación de fuertes inversiones y en el incremento de costes recurrentes.
Como resultado de todas estas circunstancias el sector bancario español ha llevado a cabo un drástico ajuste para reestructurarse y tratar de aumentar su rentabilidad mediante una mayor eficiencia y productividad de sus redes comerciales.
El proceso de reestructuración, centrado principalmente en las Cajas de Ahorros, ha implicado la reducción del número de entidades a poco más de una quincena, de las más de 60 existentes antes de la crisis. Y desde 2008, año con el mayor número de oficinas bancarias registradas (46.167), se han cerrado aproximadamente 15.000 oficinas, un 32%, y se ha reducido también el número de empleados en un 27%, pasando de aproximadamente 270.000 a unos 197.000.
Como es lógico, el sector ha salido fortalecido de ese proceso de reconversión: en las últimas pruebas de stress realizadas por el BCE el pasado mes de julio se corroboró la mejora del balance y rentabilidad de los bancos españoles, quedando éstos en buena posición con respecto a sus homólogos europeos.
Sin embargo, y a pesar de estos ajustes, España todavía tiene una ratio de 7 oficinas por cada 10.000 habitantes, superior a la ratio media europea (4 oficinas) y muy alejada de países como Reino Unido (1,7) u Holanda (1,1). Esta configuración de las redes de oficinas en nuestro país viene determinada por factores culturales y demográficos, pero también en gran medida por la poca penetración en España de la banca digital en comparación con otras latitudes.
Replanteamiento urgente del modelo tecnológico
El modelo tecnológico predominante en el sector bancario presenta graves problemas que requieren un replanteamiento tan urgente y necesario como la reestructuración de oficinas y personal. Se trata de un modelo basado en tecnologías obsoletas, muy caras y poco escalables: mainframes propietarios, lenguajes de programación antiguos y poco productivos, bases de datos relacionales, etc.
Al mismo tiempo, el mantenimiento de los sistemas se basa en enormes equipos de desarrolladores con un modelo de costes fijos muy rígido. Y se añade, además, que el "time to market" es muy lento y poco ágil, ya que hay que coordinar grandes equipos (lo que plantea un plus de complejidad) o por la estructura de modelos basados en aplicaciones cuasi estancas.
Ante estas circunstancias, la banca debería redefinir su modelo tecnológico para mejorar tanto su rentabilidad como su posicionamiento en banca digital, en base a ofrecer a sus clientes un servicio más ágil, seguro y adaptado a las nuevas oportunidades que ofrecen la economía digital y el uso masivo de móviles y dispositivos cada vez más potentes.
Esa redefinición tecnológica se debería hacer llevando a cabo una serie de acciones que han de comportar una transformación digital de carácter integral para el banco.
En primer lugar, las entidades financieras tienen que implementar soluciones de mercado para automatizar la gran mayoría de los procesos que componen tanto el core business (productos y servicios financieros), como las áreas de soporte (RRHH, compras, etc). Esto permitirá la estandarización de procesos a partir de las mejores prácticas y sacar provecho del road map de los distintos fabricantes.
Junto a ello, es necesario implantar modelos Cloud, que son una realidad creciente en el mercado, para ganar en agilidad, escalabilidad y para reducir y flexibilizar los costes al pagar sólo por el uso.
Otra de las claves es abrazar el enfoque "Mobile first" en todos los procesos tanto internos como, sobre todo, de clientes.
Por otro lado, las entidades deben decantarse por Bases de Datos con tecnología Big Data para soportar de manera simultánea sistemas operacionales y decisionales (MIS).
Cabe destacar también las nuevas oportunidades de negocio que ofrece a los bancos la implantación de Open API, un innovador concepto que permite exponer de manera segura los servicios bancarios a entornos externos a la entidad, respondiendo de esta forma a los retos y oportunidades derivados de una economía global e interconectada.
Por último, y aunque pueda parecer algo obvio, ya es un una exigencia que se elimine de forma radical el papel en todos los procesos de negocio.
La banca tiene pues deberes pendientes para ponerse al día desde el punto de vista tecnológico y enfrentar satisfactoriamente las amenazas del mercado que representan las empresas fintech o los gigantes tecnológicos.
Estos avances tecnológicos se traducirán, sin duda, en una mejora de la cuenta de resultados, al contribuir tanto a la reducción de costes a través de la mejora de la eficiencia, como al incremento de los ingresos derivado del acceso a nuevos negocios.
En definitiva, iniciar un proceso global de transformación digital en la banca española no sólo es deseable, sino absolutamente necesario para garantizar la buena salud del sector en los tiempos venideros.
Felipe Escudero, socio-director Stratesys