No cabe duda de que uno de los grandes retos que tiene que afrontar la sociedad a lo largo de este siglo es el Cambio Climático. Un desafío que comenzó con la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro (1992) y que ahora continúa con los Acuerdos de París, donde las últimas conferencias celebradas […]
Dirigentes Digital
| 04 ene 2018
No cabe duda de que uno de los grandes retos que tiene que afrontar la sociedad a lo largo de este siglo es el Cambio Climático. Un desafío que comenzó con la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro (1992) y que ahora continúa con los Acuerdos de París, donde las últimas conferencias celebradas ponen de manifiesto el elevado consenso que existe por parte de la comunidad internacional respecto a este fenómeno. La necesidad de ejecutar acciones coordinadas que sean efectivas a largo plazo y con independencia de la coyuntura política se han convertido en una máxima a la orden del día y que también se traslada al ámbito de la empresa donde las políticas de Responsabilidad Social Corporativa han ido ganando peso, hasta el punto de que representan una parte fundamental de la misma. El Instituto de Estudios Bursátiles (IEB) ha elaborado un informe con varios aspectos a tener en cuenta en la lucha contra este problema donde pone de relieve la necesidad de un cambio de paradigma que facilite la transición hacia una economía de bajo carbono y que pueda hacer compatible el progreso con el desarrollo sostenible. Una meta que equiparan con las repercusiones que trajo consigo la revolución industrial del siglo XIX. INVERSIONES VERDES CON BAJOS TIPOS DE INTERÉS Uno de los primeros factores que resalta el informe es el trinomio rentabilidad- plazo- volatilidad que parece jugar a favor de la economía verde en un contexto de alta liquidez en los mercados de capitales y donde el precio del dinero se encuentra muy bajo, ya que el tipo de interés medio a largo plazo en las economías de la OCDE viene situándose en los últimos cinco años en una horquilla entre el 0% y el 4%. El organismo asegura que existe una substancial prima de rentabilidad por cada euro invertido en el sector frente a los tipos de interés de referencia en el mercado a largo plazo como consecuencia del alto grado de competitividad de las tecnologías sostenibles. De hecho, la rentabilidad media de los activos puede llegar a alcanzar entre el 7% y el 12% sobre fondos propios, sin tener en cuenta en efecto de cualquier apalancamiento financiero. Las energías renovables se han visto obligadas a hipercompetir en un mercado “difícil”, lleno de barreras de entrada que ha sabido transformar este hiper-competencia en hiper-competitivdad, al tiempo que han reducido los costes de inversión influidos por el avance tecnológico y el incremento de la oferta. Desde 2010 las inversiones en fuentes renovables superan las de energía convencional a nivel mundial. Según datos de Bloomberg New Energy, la inversión anual en energía renovables durante el año 2015 ascendió a 273 billones de euros. ES UN GRAN NEGOCIO Aunque la propensión sea asociar desarrollo sostenible con un alto coste, los expertos aseguran que la transición hacia una nueva economía de bajo carbono parece incluso más barata de lo estimado. Aunque el coste diferencial ascendería a 224 billones de euros por año, lo que supone alrededor del 0,3% del PIB mundial, esta cuantía se vería compensada por el potencial abaratamiento de los costes operativos, como por ejemplo, un menor consumo de combustibles fósiles. La evolución hacia una economía e infraestructuras sostenibles podría llevar aparejada ventajas medioambientales y sociales, así como ventajas económicas. HSBC cifra el tamaño de esta “oportunidad verde” en 1,8 trillones de euros para el año 2020, mientras que la OCDE estima, que para cumplir con los compromisos establecidos, la inversión tendría que incrementarse en un 8,2 billones de euros anuales. FINANCIACIÓN VERDE Desde la creación del mercado de bonos verdes en 2007, éste ha experimentado un gran crecimiento hasta llegar a emitir en 2016 alrededor de 58.000 millones de euros. La única gran diferencia que existe respecto a los convencionales es el compromiso por parte del emisor de canalizar los fondos recaudados solo a proyectos relacionados con esta materia. Además deben ser calificados como “verdes” por un segundo revisor independiente. El estudio asegura que se trata de una fuente de financiación alternativa tanto para empresas como para organizaciones públicas o privadas, especialmente, en situaciones donde la banca tradicional cuenta con un peso fuerte. Destacan también los conocidos como créditos verdes (Green Loans) o Proyect Bonds que se encuentran asociados a infraestructuras ligadas a proyectos que persigan mitigar o adaptarse al cambio climático, así como el Green Climate Fund de Naciones Unidas, que se encarga de financiar iniciativas en países en vías de desarrollo. REVOLUCIÓN PRODUCTIVA Uno de los principales objetivos en la lucha contra el cambio climático es evitar que la temperatura global crezca más de dos grados en los próximos 100 años. Pero para combatirlo será necesaria la creación de un nuevo modelo de desarrollo basado en tecnologías limpias, una circunstancia que implicará un cambio en los procesos productivos. Sin embargo, esta transformación conlleva varios riesgos. Materias primas como el crudo, el gas o el carbón, que en el momento actual representan un importante valor, a medio y largo plazo podrían sufrir fuertes devaluaciones dado que ya no encajarían dentro del nuevo modelo productivo, llegando incluso, en el caso más extremo, a alcanzar proporciones sistémicas dada la alta exposición del sector financiero a compañías que explotan estos activos, principalmente, de carbono. Para contrarrestar estos efectos, los expertos recomiendan dar a conocer medidas de transparencia e información sobre estos riesgos e incorporar la exposición en los test de estrés habituales, lo que permitiría prescribir a medio plazo medidas de ajuste por parte de los organismos reguladores. DESCARBONIZACIÓN DE CARTERAS Ante la situación anterior, los mercados de capitales ya están adoptando ciertos movimientos. Se perciben claramente tendencias subyacentes que afectan a las inversiones y marcan el posicionamiento estratégico que se irá consolidándose en el largo plazo. El caso más destacado es el fondo soberano noruego, que ocupa el primer puesto por capitalización de sus activos, ha anunciado que abandonará cualquier posición relacionada con el negocio del carbón y deshará todas aquellas relacionadas con combustibles fósiles de manera progresiva. Por su parte, la gestora del fondo de pensiones holandés, PGGM, se ha comprometido a una reducción del 50% de la huella de carbono de sus inversiones, mientras que Allianz SE detendrá la financiación de aquellos modelos de negocio relacionados con el carbón en favor de inversiones basadas en energía eólica. En cualquier caso, se trata de una moneda con dos caras totalmente opuestas: la positiva que presenta rentabilidad, escasa volatidad y largo plazo de los activos sostenibles, mientras que la negativa esconde la necesidad de mitigar los riesgos relacionados con la exposición a activos varados.