Los chinos, si realmente hubieran deseado entrar en una guerra comercial con Estados Unidos, sin duda habrían subido sus impuestos sobre las exportaciones de soja estadounidense, para la cual China representa el 60%. Nada de esto ha ocurrido. Pekín ha anunciado aranceles sobre 128 bienes estadounidenses que suman, entre todos, 3 mil millones de dólares […]
Dirigentes Digital
| 02 abr 2018
Los chinos, si realmente hubieran deseado entrar en una guerra comercial con Estados Unidos, sin duda habrían subido sus impuestos sobre las exportaciones de soja estadounidense, para la cual China representa el 60%. Nada de esto ha ocurrido. Pekín ha anunciado aranceles sobre 128 bienes estadounidenses que suman, entre todos, 3 mil millones de dólares (apenas un 2% del total exportado desde Estados Unidos hacia China). China, si bien continúa exigiendo eliminar los gravámenes americanos sobre metales como el acero, ha eludido, de momento, entrar en una guerra comercial total. Estados Unidos, con razón, acusa a China de endeudarlo masivamente. China es el primer tenedor de deuda americana, junto con Japón. Y, el año pasado, China volvió a registrar un superávit comercial récord con Estados Unidos, facilitado en buena parte por la debilidad artificial del Yuan. Sin embargo, China pide considerar otros factores, como que la proporción del superávit total sobre su PIB ha disminuído nueve puntos en los últimos diez años, hasta el 1,9%. Además, gran parte del superávit comercial chino con Estados Unidos no procede directamente de China. Por ejemplo, cuando China ensambla los teléfonos i-Phone para exportarlos a Estados Unidos, el valor añadido chino apenas llega al 2% del precio de exportación total. El 98% restante del precio de exportación corresponde a componentes importados por China, desde otros países, como Alemania o Corea. El total del precio de exportación, unos 250 dólares, se acaba contabilizando como venta desde China hacia Estados Unidos. Sin embargo, el valor añadido aportado desde China apenas alcanza los 5 dólares. Para los chinos, por tanto, en términos de déficit con Estados Unidos, se deberían contabilizar solamente esos 5 dólares (no 250). Actualmente, dos tercios del comercio mundial corresponde únicamente a inputs intermedios, no bienes finales, según la OCDE. China, por otra parte, propone a Estados Unidos que levante las restricciones sobre sus exportaciones de alta tecnología. Con ello, China incrementaría sustancialmente sus importaciones desde Estados Unidos, reduciendo de esta forma el déficit bilateral. Otras voces chinas, como el Center for China and Globalization, plantean reforzar la propiedad industrial. China cuenta con un 25% del tejido manufacturero global, una parte importante construído por multinacionales europeas o norteamericanas, lo cual genera enormes transferencias de conocimiento. Esto ha servido a los chinos para crear sus propias marcas competidoras, como Xiaomi, el “i-Phone chino” lanzado en 2010. Este hecho, si bien resulta inevitable, no debe ser incompatible con un respeto escrupuloso a la propiedad intelectual, como bien demanda EE.UU. China, para limar asperezas comerciales, también propone a Estados Unidos seguir desarrollando los intercambios relacionados con el sector servicios. Entre turismo, educación o cine, Estados Unidos mantiene un superávit con China superior a los 55 mil millones de dólares. Es cinco veces inferior al superávit chino de bienes con Estados Unidos, pero los servicios bien pueden contribuir a la reducción del déficit comercial estadounidense. Otra medida planteada desde el gobierno chino, e incorporada en las políticas de compañías como Alibaba, es incrementar las importaciones norteamericanas a China. Desde el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio, en 2001, las exportaciones estadounidenses hacia el gigante asiático han aumentado un 500% (cinco veces más que sus ventas al resto del mundo). Para China, por tanto, la corrección del déficit comercial con Estados Unidos es solamente cuestión de tiempo. China está incrementando su consumo a pasos agigantados. Y las cadenas globales de valor, lo que se conoce como “empresas deslocalizadas”, están desplazándose desde China hacia otros países con mano de obra más barata. Ahora bien, una guerra comercial, en estos momentos, puede frenar dicho ajuste, con lo que ambas naciones saldrían perdiendo. China, por lo menos, está dispuesta a ofrecer soluciones, incluída la plena convertibilidad del Yuan o eliminar las subvenciones masivas al sector estatal a medio-largo plazo. A corto plazo, como se ha visto con estos últimos aranceles sobre bienes sin demasiado peso en las exportaciones estadounidenses, el objetivo de Pekín es evitar una guerra comercial con EE.UU.