Aunque el índice VIX de volatilidad del S&P 500 descendiera a mínimos de los últimos cuatro meses, en 2018 hemos asistido al retorno del auge del llamado “índice del miedo”. La mayor caída en las acciones el pasado año no supuso ni un 3%. Ya este ejercicio ha habido descensos del 9%. Así los mercados […]
Dirigentes Digital
| 25 may 2018
Aunque el índice VIX de volatilidad del S&P 500 descendiera a mínimos de los últimos cuatro meses, en 2018 hemos asistido al retorno del auge del llamado “índice del miedo”. La mayor caída en las acciones el pasado año no supuso ni un 3%. Ya este ejercicio ha habido descensos del 9%. Así los mercados reflejan la preocupación de que el repunte económico pronto terminará con una mayor inflación, con el aumento de las tipos en Estados Unidos, y el fin del QE en Europa, junto con la probable guerra comercial entre la mayor potencia económica del mundo y China. Sin embargo, los inversores se enfrentan a un enorme enigma. El retorno de la volatilidad no significa que sea hora de vender, según apuntan los expertos. Por el contrario, el crecimiento global sigue siendo bueno, el crecimiento de las ganancias es fuerte y las valoraciones de las compañías siguen siendo atractivas en relación con el nivel de cash y los ingresos fijos. De esta manera, Mark Haefele, economista jefe de la entidad suiza afirma que “la venta de los activos más arriesgados en favor de la liquidez no es la respuesta adecuada”, en vista de los sólidos crecimientos que registran la economía y los beneficios. En su opinión, los inversores deben tener exposición a las bolsas y administrar los riesgos, desde su punto de vista. Aquellos con carteras debidamente diversificadas están bien “preparados para el retorno de la volatilidad”. Pero muchos otros dependen demasiado de los enfoques pasivos en los mercados tradicionales; “no manejando apropiadamente los riesgos a la baja de la renta variable; sosteniendo posiciones concentradas; enfocar las estrategias demasiado en generar rendimiento sin tener en cuenta los riesgos; y sin un enfoque adecuado a largo plazo”. Para prepararse para este nuevo entorno, el experto recomienda cinco enfoques principales: ► Agregar fuentes alternativas de rentabilidad más allá de los índices clásicos de acciones y bonos. Por ejemplo, una cartera de acciones de Estados Unidos igualmente ponderada orientada a cinco de los factores de rendimiento más frecuentemente citados, como el tamaño y la calidad de la empresa, habría superado al S&P 500 en 1,9 puntos porcentuales al año desde 1998. ► Reducir la vulnerabilidad a los retiros de capital. Para aquellos inversores que pueden usar opciones, un método de protección a la baja es comprar opciones de venta. Cuando las opciones no son apropiadas, la diversificación, el reequilibrio sistemático y la asignación de fondos para el gasto a corto plazo pueden brindar una protección igualmente efectiva. ► La diversificación global puede ayudar a reducir la exposición a riesgos específicos. Aquellos que son reacios a ser tenedores de acciones extranjeras también pueden buscar empresas nacionales con una gran exposición internacional. ► Reconsiderar las fuentes de ingresos lejos del crédito arriesgado. El rendimiento de los bonos corporativos con más riesgo ya no es suficiente para compensar un aumento en los incumplimientos. Los inversores que buscan obtener rendimiento sin asumir riesgos excesivos. ► Ver más allá del ciclo económico con asignaciones a mercados privados, inversiones sostenibles o temas a largo plazo (por ejemplo, ciertas áreas de tecnología o mercados emergentes) puede ayudar a aumentar la rentabilidad o reducir la tentación de vender en el momento equivocado y apostar por la liquidez.