La economía de la UE está rodeada de tensiones internacionales y acosada por el interior de problemas políticos o de gobernanza. La guerra comercial de Trump, el desenlace del brexit, la política monetaria ultra laxa que carcome los márgenes del sistema bancario, el estancamiento y endeudamiento de Italia o la rápida conversión de la industria […]
InternacionalDirigentes Digital
| 26 jul 2019
La economía de la UE está rodeada de tensiones internacionales y acosada por el interior de problemas políticos o de gobernanza. La guerra comercial de Trump, el desenlace del brexit, la política monetaria ultra laxa que carcome los márgenes del sistema bancario, el estancamiento y endeudamiento de Italia o la rápida conversión de la industria del motor alas nuevas reglas medioambientales son factores que nublan desde hace meses los cielos europeos.Y siguen sin despejarse.De ahí la precaución sobre la evolución de la economía en el siguiente semestre.
Los últimos datos del PIB muestran que la economía de la eurozona creció un 0,4% en el primer trimestre, y una décima más en toda la UE, el doble que a finales del año pasado, gracias a un aumento sostenido del empleo y a la recuperación de Alemania. La principal economía europea estuvo a punto de entrar en recesión en el último trimestre de 2018 pero parece que en 2019 su horizonte se despejará ligeramente. Alemania creció cinco décimas el pasado trimestre, apenas dos menos que España, otro de los motores actuales del continente.
“Finalmente podemos detectar algunas razones para estar alegres”, escribe Peter Vander Houte, economista jefe para la Eurozona de ING, sobre estas últimas cifras. “Pero no hay necesidad de sobreexcitarse”,apunta el economista, “mientras que es todavía prematuro esbozar una recesión en Europa en los próximos doce meses, tampoco se espera una aceleración significativa del crecimiento”.
Desde el banco holandés aseguran sentirse “todavía cómodos con nuestra previsión de crecimiento del PIB del 1,2% tanto para 2019 y 2020, aunque 2021 puede ver una ralentización hasta sólo el 0,9%”.
¿UNA EUROZONAJAPONIZADA?
La Comisión Europea viene de dejar en el 1,2% su previsión decrecimiento para la eurozona en 2019. Una nueva rebaja, siete décimas menos que lo esperado el otoño pasado. La cifra, reconoce Bruselas sobre la unión monetaria, está “por debajo de su tendencia a largo plazo por primera vez desde 2013”.
El contexto económico descrito,“revisión bajista en la previsión del PIB real” unido a “una débil previsión de inflación”con un “ritmo del crecimiento del empleo que también se espera moderado” remite a la coyuntura de otra gran potencia económica global, Japón. La japonización varado al viejo continente en una zona de aguas muertas, sin vientos de cola que impulsen la economía. Aunque la Comisión se cuida mucho siquiera de nombrarla por los tipos de interés negativos, la nula respuesta de los precios al maná de 2,6 billones de euros en liquidez arrojado por el BCE a los mercados o los niveles de endeudamiento están ahí y pintan una cuadro nipón.
A falta de la voluntad política entre los gobiernos de la UE para crear una Unión del Mercado de Capitales, proyecto que ha encallado en esta legislatura,que mueva el dinero desde el sector bancario hacia otros tipos de financiación para favorecerla creación de start-ups, productividad escasa. Además,el Consejo de Gobierno de la entidad monetaria europea que preside Mario Draghi ha mostrado su disposición a introducir nuevas medidas para lograr que la inflación retome la senda del 2% de crecimiento.
LA INDUSTRIA SIGUE SIENDO UN LASTRE
Si bien el escenario de un prolongado estancamiento parece todavía lejano, la previsión a medio plazo para la economía europea muestra más sombras.La cautela sobre su evolución se explica porque su mejoría en el inicio de este 2019 es gracias a la desaparición de factores extraordinarios y no a una mejoría real de la actividad.De hecho, en mayo el PMI manufacturero siguió en terreno negativo, por debajo de 50,aunque la producción industrial alemana había mejorado antes más de lo esperado.
“Pese a que las manufacturas están mostrando signos de tocar fondo, no vemos aún algo cercano a una recuperación”,escribía hace apenas unos días Ángel Talavera, economista de Oxford Economics, alertando que “dado que de alguna manera desaparecerán algunos de los factores que impulsaron la economía en el primer trimestre,esperamos que el crecimiento del PIB en la eurozona se debilite ligeramente en el segundo trimestre”.
Tras meses de turbulencias en el mercado automovilístico germano, afectados los grandes fabricantes por el diesel gate y la introducción de nuevas regulaciones medioambientales hasta contagiar a su cadena de montaje e industrias complementarias,en el primer trimestre del año las ventas de coches se dispararon. De hecho, la demanda doméstica contribuyó casi con un punto porcentual intertrimestral al crecimiento frente a una reducción de los inventarios. Además, el repunte de la economía china volvió a sostener las exportaciones de las fábricas germanas.
En este frente la relativa tranquilidad parece haberse termina doy todo apunta que llegan de nuevo curvas. El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, autorizó el aumento del 10% al 25%, por valor de 200.000 millones de dólares,las tasas arancelarias a miles de productos importados chinos. China ha respondido con una subida arancelaria de hasta 60.000 millones contra productos estadounidenses. El resurgimiento de las tensiones comerciales entre los dos gigantes económicos es uno delos riesgos sobre los que alertó la Comisión Europea hace unas semanas en sus Previsiones de Primavera, “en torno al escenario central” pero no la principal causa de preocupación para la economía global o para la UE dada la “tregua de duración indefinida”pactada por Washington y Pekín. Este escenario ha saltado por los aires.
El unilateralismo comercial de la Casa Blanca amenaza de nuevo a la industria europea, especialmente a la del motor. Acaba de ganar seis meses tras el impasse dictado por la Administración Trump para decidir si finalmente sube hasta el 25% las tarifas arancelarias a las importaciones de coches y componentes automovilísticos procedentes de la UE. Japón está en la misma situación. Pero que Trump y el Departamento de Comercio sigan considerando que la importación de coches y camiones esté “debilitando nuestra economía interna” es una muestra de que el alivio es temporal. “La base de la defensa industrial de Estados Unidos depende de un sector automovilístico propiamente americano para el desarrollo de tecnologías que son esencial para mantener nuestra superioridad militar”.
El presidente norteamericano y su equipo comercial siguen, por tanto, considerando a la industria europea, y también a la nipona,como una amenaza para su seguridad nacional.En el peor de los escenarios, la imposición de una tarifa arancelaria del 25% a los 50.000 millones de dólares de importaciones automovilísticas desde la UE, unido a una respuesta comunitaria con contramedidas similares contra productos estadounidenses,reduciría el PIB de la UE cerca de dos décimas en 2021. Alemania y los países del este del bloque comunitario serían los más afectados.De nuevo el sector secundario actuaría como un lastre para la economía europea.