El problema de la obesidad se ha ido extendiendo paulatinamente a la par que el avance de la globalización. La cuestión ha adquirido tal dimensión, que ya no solo afecta a los países desarrollados. Los indicadores nacionales de países como México o Brasil evidencian desde hace años que la obesidad se ha globalizado. La semana […]
Dirigentes Digital
| 12 may 2022
El problema de la obesidad se ha ido extendiendo paulatinamente a la par que el avance de la globalización. La cuestión ha adquirido tal dimensión, que ya no solo afecta a los países desarrollados. Los indicadores nacionales de países como México o Brasil evidencian desde hace años que la obesidad se ha globalizado.
La semana pasada se celebró en Madrid la Cumbre Mundial del Conocimiento, en la que, entre otros asuntos, se ha tratado el tema del aumento de los índices de sobrepeso a nivel mundial. El profesor Rafael Gómez y Blasco ha participado este miércoles como ponente para proponer soluciones a este aspecto que afecta de una manera especial a nuestro país, donde el 53,7% de la población pesa más de lo recomendado y un 16% padece obesidad, cifras superiores a la media de la Unión Europea. Y el dato más preocupante: el 40% de los niños de entre seis y nueve años tienen sobrepeso u obesidad infantil.
Rafael ha hablado en exclusiva con Dirigentes Digital sobre esta lacra que lleva afectando años a nuestro país. El profesor identifica cuatro principales factores las que originan esta problemática: la dieta, el sedentarismo, el estilo de vida y, por último, el ambiente obesogénico.
La comida que ingerimos es el principal factor que influye en nuestro peso, según explica Gómez y Blasco que, además, defiende la necesidad de una dieta equilibrada y saludable, sin necesidad de ser radical en su aplicación. Recuerda las bondades de nuestra dieta mediterránea, así como de aquellas denominadas 'flexibles', en las que el régimen se adapta a las necesidades y circunstancias del paciente, y no a la inversa.
Si consultamos las estadísticas recopiladas por Eurostat, casi una cuarta parte de los españoles (22,7%), no come ninguna pieza de fruta o verdura al día y solo un tercio alcanza el umbral recomendado por los profesionales de la salud (cinco piezas diarias de frutas y verduras).
El problema no es solo que no consumamos la cantidad suficiente de alimentos saludables requeridos, sino que, además, ingerimos en exceso aquellos considerados nocivos para nuestra salud. Una investigación de una agencia estadounidense en 19 países europeos desveló que más de una cuarta parte (26,4%) de las calorías que adquirimos en los hogares provienen de alimentos ultraprocesados.
Atendiendo a la coyuntura económica actual, con una inflación disparada y la cesta de la compra encareciéndose por semanas, Gómez y Blasco nos recuerda que para que una dieta sea exitosa, el paciente debe seguirla. Por ello, aboga por adaptar el régimen a las características individuales del paciente y a su realidad socioeconómica: "Con el trabajo, se tiende a la comida rápida. Con la conciliación es prácticamente imposible. En las conferencias te dan el rollo de qué es lo sano y lo bueno. Un buen pescado, una buena verdura cuesta mucho. El McDonald's viene con todo y sale a seis euros".
El segundo factor contribuyente al sobrepeso es el sedentarismo. Volviendo a la información ofrecida por Eurostat, se observa que las personas con obesidad son las que menos ejercicio realizan, mientras que las más activas son aquellas que tienen un peso normal o bajo.
Casi un 30% de los españoles no realiza nunca ningún tipo de actividad física y solamente la mitad de los encuestados declara hacer más de tres horas semanales de ejercicio. La tendencia de los últimos años es ascendente, aunque con un estilo de vida más sedentario. Es decir, dedicamos más horas en exclusiva a hacer ejercicio o a cualquier otra actividad deportiva, pero el resto de nuestro día nos movemos menos que antes. En este sentido, el profesor aboga por fomentar más la prescripción de actividad física, como si fuera un medicamento.
Directamente relacionado con el sedentarismo, el estilo de vida que se ha ido imponiendo en Occidente en las últimas décadas no invita a mantener el cuerpo activo: cada vez más encerrados en casa y consumiendo más horas en la silla delante del ordenador, de la pantalla de la televisión… Y cuando lo hacemos, es muy probable que sea para sentarnos detrás del volante.
La conciliación laboral sirve de paradigma que ilustra la dificultad de conciliar la salud con el deber. El ya mencionado abuso de los alimentos ultraprocesados tiene en las cocinas de las oficinas parte de la culpa. La ausencia de instalaciones apropiadas en la mayoría de ellas incita a recurrir a este tipo de alimentos y a los restaurantes de comida rápida. En la sociedad de consumo, donde la prioridad es producir y gastar, parece que cada vez hay menos tiempo para cuidarse.
El último factor contribuyente a la obesidad se podría definir como las condiciones ambientales que contribuyen a promover la obesidad. Es decir, la publicidad agresiva de restaurantes de comida rápida, la disponibilidad de máquinas dispensadoras en las salas de espera, o la mayor facilidad de pedir comida a domicilio desde el boom de las app de delivery.
Gómez y Blasco señala aquí a los comedores de empresa, o de instituciones educativas, que deberían adaptar la oferta alimentaria al individuo, todo enfocado a promover hábitos alimenticios saludables. Además, en un ámbito legislativo, en España, la obesidad no está catalogada como enfermedad crónica -algo que muchos colectivos de médicos llevan pidiendo años- por lo que los tratamientos y medicamentos no están financiados por la Seguridad Social.
Al aumentar las posibilidades de enfermar, la obesidad se convierte en un problema que afecta al mundo empresarial. Según un estudio de 2017, los trabajadores con obesidad tienen un 71% más de probabilidades de coger una baja laboral si los comparamos con sus compañeros con un peso saludable. De hecho, desde hace dos años que empezó la pandemia de la Covid-19, se han publicado numerosos estudios que han constatado una mayor posibilidad de ingreso en centro hospitalario, así como de muerte, entre los pacientes con sobrepeso. Contribuir a reducir los niveles de sobrepeso puede tener un efecto positivo sobre las cuentas de una empresa a medio y largo plazo.
Además de las cuentas empresariales, la obesidad es un fenómeno que afecta a las cuentas públicas. Un estudio de McKinsey de 2015 calculaba en torno a un 3% del PIB mundial el impacto de la obesidad.
Otro informe más reciente, este de BMJ Global Health, advierte de que si las tendencias se mantienen, el peso de la obesidad en la economía crecerá hasta el 3,6% del PIB en 2060 a nivel global. En el caso de España, se duplicara dicho impacto es nuestras cuentas. Para evitar este escenario, Gomez y Blasco apunta a la necesidad de implicar a las Administraciones Públicas a través de la formación profesional y universitaria, así como de campañas de concienciación.
Oportunidades de inversión por los cambios en nuestros hábitos alimenticios