La inflación es el mayor temor de los inversores en estos momentos. Pero más que por la subida de precios, es por lo que los bancos centrales puedan hacer para combatirla. Sin embargo, el consenso de mercado sigue señalando que estamos ante un problema puntual que se irá desvaneciendo con el paso de los meses. […]
La inflación es el mayor temor de los inversores en estos momentos. Pero más que por la subida de precios, es por lo que los bancos centrales puedan hacer para combatirla. Sin embargo, el consenso de mercado sigue señalando que estamos ante un problema puntual que se irá desvaneciendo con el paso de los meses. “Indudablemente va a registrarse un fuerte repunte del crecimiento y la inflación cuando las economías reabran, pero creemos que este se deberá en su mayor parte a los bajos niveles de comparación y a algunos cuellos de botella temporales en la oferta, y que estas presiones se desvanecerán al cabo de uno o dos trimestres como máximo”, señalan Ariel Bezalel y Harry Richards gestores de la estrategia de renta fija global flexible de Jupiter AM.
Los expertos de la gestora señalan que hay varios hechos que están conteniendo la inflación y que seguirán haciéndolo en el medio y largo plazo. El exceso de deuda, la «zombificación» del sector empresarial, el envejecimiento de la población y las alteraciones provocadas por la globalización, la tecnología y la mano de obra barata, “están conteniendo la inflación estructural en todas partes”, agregan.
La cantidad de deuda que acumula el mundo es el motivo principal por el que Bezalel y Richards piensan que el repunte de la inflación es transitorio, más que estructural. Los niveles de deuda mundial aumentaron en 40 billones de dólares solo durante los últimos doce meses. En total, el mundo descansa sobre un volumen de deuda de 280 billones de dólares, de acuerdo con el FMI . Eso supone 3,2 veces más que el PIB mundial, que se sitúa en 87,5 millones de dólares. Generalmente, cuando el ratio deuda pública-PIB alcanza el 50-60 %, el crecimiento empieza a resentirse y eso termina actuando como un lastre para las presiones inflacionistas.
“Los economistas monetaristas podrían decir que eso también augura una explosión de la inflación, pero no estamos de acuerdo”, explican los expertos de Jupiter AM. “Gran parte de ello obedece probablemente a la disposición de las líneas de crédito por parte de las empresas para seguir siendo solventes. Se podría calibrar mejor la inflación futura abordando este aumento de la oferta monetaria en el contexto de la velocidad de circulación del dinero, que sigue siendo un tanto baja. Una velocidad de circulación del dinero elevada (el ritmo al que el dinero cambia de manos dentro de una economía) se asocia a una economía en auge en la que las empresas y los consumidores gastan y aportan al PIB”, sostienen.
Por otro lado, los cambios demográficos, como el envejecimiento de la población, también suelen frenar la velocidad de circulación del dinero. En EE. UU., una quinta parte de la población se dispone a engrosar el grupo de edad de los mayores de 65 años antes de que acabe esta década. Cada año que pasa, la población estadounidense envejece un mes. En China, la población envejece seis meses cada año que pasa. De hecho, China publicó recientemente un informe en el que reveló que su población había menguado por primera vez desde 1949. En este sentido, se calcula que la población de China se habrá reducido a la mitad en 2070.
El envejecimiento demográfico repercute en el consumo, que generalmente toca techo entre los 40 y 45 años de edad de una persona; así, en torno a los 75 años de edad el consumo de una persona prácticamente se reduce a la mitad. “He ahí una razón fundamental que nos lleva a pensar que los gobiernos y los bancos centrales necesitarán intervenir a través de la política monetaria y presupuestaria durante algún tiempo para sostener las economías a medida que la generación del Baby Boom se va jubilando. Las poblaciones de mayor edad sencillamente ahorran más y gastan una parte menor de su renta”, sostienen Ariel Bezalel y Harry Richards.
Por último, aseguran que el bajo crecimiento de los salarios es otro factor que seguirá conteniendo la inflación a largo plazo. El declive de los sindicatos, junto con el poder y la influencia cada vez mayores de un puñado de monopolios internacionales, apuntan a que la presión bajista sobre los salarios va a continuar. Las perturbaciones provocadas por la IA, la robótica y la automatización probablemente afiancen aún más el reducido crecimiento de los salarios. Para que la inflación estructural se convierta en un motivo de preocupación, la inflación salarial debe consolidarse y acelerar.