DIRIGENTES entrevista a Valeria Shimkevich, agrifood business development manager de Libelium
Isabel Garrido
| 29 jun 2023
La presencia de la tecnología también se está extendiendo en el día a día del sector primario. Sus beneficios abarcan desde el ahorro de recursos hasta el impulso de la sostenibilidad. Sin embargo, aún queda camino por recorrer y debe hacer frente a diferentes retos. Entre ellos, Valeria Shimkevich, agrifood business development manager de Libelium, comenta tres: la escasez de agua, la inminente llegada del cuaderno de campo digital y la formación de los trabajadores.
Creo que todavía está en una etapa inicial y el gran boom aún está por venir, pero, efectivamente, en estos últimos cinco años la aplicación de nuevas tecnologías en el sector ha crecido entre un 70% y un 100%. Hoy en día, el 60% de las startups españolas de agtech tienen tan solo cinco años, por lo que todavía estamos empezando. Hablando en porcentajes, aquí en Europa al menos un 20% de los negocios ya está utilizado alguna herramienta digital. Por su parte, Estados Unidos nos lleva un poco la delantera y la tecnología está mucho más difundida, donde hay unas 2.900 empresas de innovación tecnológica para la agricultura. Le sigue India con 1.400, mientras que España lidera el número de empresas de agtech en Europa. De hecho, ahora mismo ocupamos el tercer puesto a nivel mundial.
No obstante, es verdad que a los proyectos reales todavía les cuesta bastante adoptar este tipo de innovación. Entre el 20% y 30% ya está utilizando alguna herramienta hardware, es decir, algún dispositivo que les va guiando y aportando información, mientras que lo que sí está más difundido son los diferentes softwares. Creo que por lo menos la mitad tiene algún tipo de software, ya sea un ERP o una plataforma para gestionar el negocio, mejorar la trazabilidad y llevar a cabo una gestión eficiente de la empresa.
Por una parte, están los sensores que están instalados en los cultivos. Luego, hay una gran parte que utilizan solamente el software. De hecho, lo bueno de los softwares es que también engloban otro tipo de tecnologías. Aquí hablamos de interoperabilidad, ya que un software engloba no solo la lectura de los sensores, sino también otras fuentes de información tecnológica como imágenes satelitales, los drones o la robótica.
Las conocen, pero estamos tan solo en la fase inicial, donde la parte de formación es importantísima. Tenemos que ser conscientes de que hoy en día el 60% de los agricultores tienen más de 65 años y no dominan bien las herramientas digitales. Por ello, la formación del sector es un reto y para nosotros es muy importante dar apoyo al usuario final a través de los proveedores de ese servicio. A veces no es tan fácil o rápido que se acostumbren a utilizaras y, además, usarlas de forma diaria es lo que realmente aporta valor.
Una de las principales barreras que nos encontramos es la desconfianza en la tecnología. En este sentido, la falta de conocimiento sobre su uso puede impulsar la frustración y la impresión de que la herramienta digital es un gasto y no una inversión, algo que queremos evitar al máximo en este sector. Hay que estar muy cerca del agricultor para que conozca su funcionamiento y pueda apreciar todos los beneficios que puede traer.
Es muy importante que las herramientas que se ofrezcan sean interoperables. Por ejemplo, nosotros hemos traído al mercado un software que, justamente, afronta ese reto: combinar la información valiosa que procede de diferentes tecnologías y que dicha información se vaya volcando en un mismo lugar. Desde el sector hemos entendido que, aunque se están creando muchas empresas, necesitamos uniformidad a la hora de trabajar con tantas herramientas novedosas y la interconexión de toda la información es crucial.
El cuaderno de campo digital es algo muy relevante porque va a pasar a ser obligatorio desde el 1 de septiembre. Esta fecha se ha ido aplazando, ya que estaba programada para principios de año, después para verano y, al final, se fijó en el 1 de septiembre. En relación con este tema, hay un poco de preocupación por parte de los agricultores que no están acostumbrados a usar este tipo de herramientas digitales y ahora están obligados a hacerlo. Es verdad que los cambios cuestan y aquí aparece otra vez el tema de la formación. Es muy importante que se forme a los agricultores y, de hecho, ahora hay muchos webinars, eventos y charlas que se ofrecen con este fin. No obstante, creo que es positivo dar el paso para unificar todos los datos que los agricultores están mandando sobre cómo están gestionando sus fincas, haciéndolo de manera más directa y rápida.
También es cierto que la colaboración entre el sector público y el privado es muy importante. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ofrece cuadernos de campo gratuitos y aquí es donde entra el sector privado para perfeccionar estas herramientas con empresas como la nuestra, que hacen el esfuerzo por entender cuáles son sus dudas. Nuestro objetivo es hacer herramientas muy intuitivas y cubrir la distancia que hay entre el agricultor y la tecnología.
Aquí reside la razón de aplicar la tecnología al campo porque hay muchísimos retos para los agricultores. Estamos hablando de pérdidas de cosecha como consecuencia de enfermedades, plagas o insuficiencias nutricionales. Y, también, del cambio climático en cuanto a la escasez de agua, de la coyuntura económica y del creciente coste de fertilizantes. Todos estos elementos son retos y al final es crítico que el agricultor sepa optimizar los recursos, por lo que aquí es donde la tecnología viene para ayudar.
Si vamos a tomar una decisión nos tenemos que basar en algo. Por ejemplo, los sensores te dan un dato muy preciso de cómo está tu campo. Y, luego, viene la parte de la inteligencia artificial (IA) que digiere la gran cantidad de datos. Creo que es en las plataformas de IA donde reside el valor real porque entienden los datos que están recibiendo, su evolución y son capaces de emitir los consejos de las actividades que se deberían llevar a cabo. Además, también son capaces de determinar con una gran precisión cuánta agua se debe utilizar para el regadío, cuándo y qué fertilizantes se deben emplear o si existe algún riesgo de plaga o enfermedad, lo que se conoce como producción preventiva. De igual modo, gracias a imágenes satelitales podemos conocer qué zonas y en qué medida necesitan el uso de fertilizantes.
Gracias al uso de los datos obtenemos magníficos ahorros del 30%, 40% o 50% del agua o el 30% de los fertilizantes. Hablamos de cantidad porque evitamos pérdidas de cosecha, pero también de calidad. En definitiva, se trata de optimizar los insumos y obtener resultados mucho mejores.
Es un punto muy interesante porque, por ejemplo, los dispositivos de agua son de las herramientas que más utilizamos en la empresa. Tenemos tres verticales: agrifood, sostenibilidad y smart cities, y estos se utilizan en las tres. En cuanto a los sensores, trabajamos en casos de calidad del agua, tanto de agua antes de regar como de proyectos relacionados con contaminación de ríos debido a la actividad humana y agrícola. Asimismo, también podemos vigilar si la actividad que estamos desarrollando está repercutiendo o no en toda esa agua que después desemboca. E, igualmente, también hay caudalímetros que detectan cómo fluye el agua por las tuberías y en qué cantidades, lo que nos puede ayudar a detectar una fuga.
En muchos proyectos en los que estamos trabajando, con tan solo solucionar la gestión del agua ya arreglamos una gran parte del problema. De hecho, a diario nos encontramos que todavía hay grandes deficiencias en el uso de agua, y la tecnología tiene la capacidad de optimizar los recursos para su gestión.
Es interesante hablar de algún producto o fruta delicada como, por ejemplo, las fresas. Por un lado, son un producto muy delicado al estrés hídrico, tanto si les falta agua como si les sobra, ya que pueden enfermar y la fruta se puede malformar. En este sentido, lamentablemente los supermercados muchas veces rechazan algunas frutas con tamaño pequeño o malformadas cuando en realidad son productos totalmente válidos y comestibles.
Además, en lo que respecta al desperdicio alimentario, en este tipo de cultivos también se puede detectar cuál es el momento perfecto para recolectar la fruta, un elemento crítico para los productos delicados. Así, nosotros hemos colaborado en un caso de éxito donde hemos conseguido ahorrar un 30% del suministro de agua diario, el agricultor obtenía una producción constante, la cosecha era de mejor calidad y se consiguió vender a mayor precio.
Es una pregunta complicada. Además, ahora realmente hay un reto de cara al futuro con el aumento de la población mundial. Tenemos que pensar que, si en la actualidad el 60% de los agricultores tiene más de 65 años, próximamente vendrán generaciones nuevas y el uso de la tecnología les puede atraer hacia la agricultura. En este sentido, la tecnología es capaz de hacer que el trabajo sea menos duro y más ameno, haciendo más atractivo el sector. De hecho, gracias a la tecnología, el agricultor tendrá que pasar menos tiempo en el campo porque podrá ver cómo está su cultivo de manera remota, a través de imágenes, drones o sensores. Asimismo, esto representa un punto a favor de la sostenibilidad al evitar muchos de los desplazamientos.
Por otra parte, la generación de empleo es una realidad porque hay personas que se están especializando en el uso de estas herramientas y, actualmente, son profesionales muy demandados. Creo que el sector primario se está volviendo a revalorizar, lo que está ligado a la creación de puestos de trabajo, quizá con nuevos perfiles de trabajadores ligados al sector.
Destaco tres:
→ Seguiremos teniendo el problema de la escasez de agua, por lo que tenemos que optimizar su uso.
→ El cuaderno de campo digital, del que el sector está muy pendiente.
→ La formación de los agricultores en el uso de herramientas digitales, tanto de la generación actual como de las nuevas generaciones.
Además, la crisis internacional está produciendo un cambio y está llevando a España a intentar abastecerse de algunos productos de los que quizá antes era totalmente dependiente, lo que también supone un reto: intentar ser autosuficiente en la medida de lo posible.