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Emergentes sí, pero bajo gestión activa

Frank Häusler, Chief Strategist Vontobel

14 DE octubre DE 2019. 12:59H Frank Häusler

En un mundo cada vez más globalizado es imposible ignorar a los mercados emergentes. No sólo porque muchos de los productos que consumimos proceden de estos países, sino porque sus crecientes poblaciones son potenciales clientes de los países desarrollados. Los teléfonos inteligentes chinos y la tecnología de la información india son sólo dos ejemplos de bienes y servicios de mercados emergentes con una demanda y unos beneficios realmente globales. Hoy en día, es tan probable que muchos aparatos elegantes provengan de Shenzhen, el equivalente chino de Silicon Valley, como del futurista edificio circular de Cupertino, California (sede de Apple).


Tampoco los inversores pueden obviar a estos países. Y sin embargo lo hacen. Aunque el 85% de la población mundial vive en mercados emergentes y genera un 59% del PIB mundial, sólo el 20% de la capitalización de la bolsa mundial pertenece a compañías de estos países. Es decir, que su potencia económica no está representada en las bolsas mundiales.


Atractivo de los emergentes


El actual entorno de bajos tipos de interés en la mayor parte de los países desarrollados podría extenderse más de lo que se esperaba, lo que hace que las ecuaciones rentabilidad/ riesgo más atractivas se encuentren en los mercados emergentes de renta variable y en la deuda emergente en divisa fuerte. No hay que olvidar tampoco a los mercados desarrollados ni a la deuda de esos países, así como al cash.


Estos segmentos son lo que llamamos inversiones estratégicas. En particular, los inversores europeos, que se enfrentan a una rentabilidad cada vez menor, pueden considerar en algún momento la posibilidad de canjear bonos de los gobiernos locales por bonos de los mercados emergentes en divisas fuertes. Los bonos de mercados emergentes en moneda local son más bien un movimiento táctico. Sus altos rendimientos los convierten en una propuesta potencialmente atractiva en determinadas circunstancias, y bajo la condición de que el dólar estadounidense se deprecie frente a las monedas de los mercados emergentes.


Pero no todo vale cuando se invierte en emergentes. Creemos que la gestión activa es la adecuada, sobre todo cuando hablamos de estos países.


Esto se debe a que son naturalmente más arriesgados pero potencialmente más rentables que los mercados desarrollados. Creemos que al ser gestores activos, los inversores de los mercados emergentes pueden evitar los riesgos potenciales, tales como que los mercados se vuelvan repentinamente ilíquidos, o que aprovechen las oportunidades. Entre ellas se incluyen las diferencias mucho mayores en el comportamiento de los precios de las acciones de los mercados emergentes en comparación con el de las acciones de los desarrollados.


Sin embargo, esta historia de éxito de los mercados emergentes también está rodeada por un lado oscuro. Su auge nos recuerda de manera inquietante a nuestra propia era de la industrialización, que descuidaba las cuestiones ambientales y sociales. Algo que todavía sigue planteando difíciles problemas. ¿Estamos dispuestos a mirar a un lado si algunas economías emergentes adolecen de lo que consideramos básico para cualquier mercado, como el libre mercado o un poder judicial independiente? ¿Dudaríamos si las visiones sombrías de George Orwell se hicieran realidad aquí y allá? Por otra parte, las quejas occidentales sobre el retraso de estos países ante estas cuestiones a veces suenan vacías. Más cerca de casa, hay políticos que están pensando en eludir al parlamento o en cuestionar a los bancos centrales.


Aunque los gestores de activos se centran en la inversión y rara vez se dedican a un examen de conciencia, debemos preocuparnos por dónde, cómo y por qué invertimos. Podemos aprovechar nuestra experiencia en la gestión de riesgos en los mercados emergentes, y podemos pensar en formas de invertir dinero que se identifiquen con todo aquello que proclamamos. Una posibilidad es mantener en cartera a aquellas empresas que cumplen con nuestros estándares ambientales, sociales y de gobernanza. Naturalmente, existen riesgos, pero tenerlos bajo control gracias a un enfoque sostenible es parte de la emoción que la gestión activa puede proporcionar.

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