A ritmo de desescalada, los mercados financieros paracen estar entrando poco a poco en una nueva fase, que si bien está aun lejos de poder calificarse como normal y mucho menos, como positiva, “sí comienza a dar síntomas, dentro de una elevadísima incertidumbre, de cierta mirada a los conceptos tradicionales de inversión: un retorno a […]
BolsasA ritmo de desescalada, los mercados financieros paracen estar entrando poco a poco en una nueva fase, que si bien está aun lejos de poder calificarse como normal y mucho menos, como positiva, “sí comienza a dar síntomas, dentro de una elevadísima incertidumbre, de cierta mirada a los conceptos tradicionales de inversión: un retorno a los fundamentales. En suma, una tímida vuelta a lo que los anglosajones denominan business as usual. El negocio, como siempre”, asegura Pedro del Pozo, Director de Inversiones Financieras de Mutualidad de la Abogacía.
Camino de la nueva normalidad
Es importante recalcar que esta fase no implica una mejora substancial de las valoraciones de los activos, al menos a corto plazo: si bien es cierto que la volatilidad se ha reducido de una manera muy notable desde los máximos de hace un par de meses, la prudencia, o, mejor dicho, el miedo de los inversores, sigue muy presente en el ánimo del mercado. No obstante, y a pesar de que se mantiene un importante componente ciclotímico en la actuación de los agentes económicos, la sensación general es que el camino hacia la normalidad, o hacia la nueva normalidad, está comenzando a andarse.
El petróleo y la guerra comercial, viejos conocidos que siguen en la nueva normalidad
Nada mejor ilustra el ejemplo anterior, motor incluido, que la evolución del precio del petróleo: el futuro del barril Texas, que llegó a cotizar negativo en abril, se encuentra ahora a niveles superiores a los treinta dólares, sin duda barato en términos de media histórica reciente, pero desde luego más razonable. Aparte de la adecuación de la oferta, lo que ha impulsado su precio es el incremento de la demanda o, para ser exactos, las expectativas de una mayor demanda, en línea con unas economías que tiendan a moverse a velocidad de crucero.
“Todo ello está soportado por unos datos macroeconómicos que, si bien en valor absoluto se pueden calificar de abiertamente negativos, suponen en general una evolución notable a mejor, desde la situación de parálisis de marzo y comienzos de abril. Como ejemplo, el IFO alemán (índice de clima empresarial) pasó de 74,3 a 79,5, por encima del 78,5 esperado. En buena medida, la subida se cimentó en una importante mejora de las expectativas de 69,4 a 80,1, batiendo claramente el dato esperado de consenso (75). Si bien estos baremos nos siguen hablando de una fuerte contracción económica, la imagen que proyectan, con todos los disclaimers posibles, es que lo peor ha pasado. O, dicho de otro modo, que el futuro es más esperanzador”, comenta del Pozo.
En todo caso, la vuelta a la normalidad trae aparejada la vuelta también a los viejos problemas, dentro de los cuáles toman especial importancia las relaciones entre China y EE.UU. Se podría decir que la crisis del coronavirus no ha hecho sino ocultar momentáneamente una tensión que persiste. En realidad, puede que la propia crisis suponga un deterioro de esta, ya de por sí, difícil relación entre ambas potencias. Por un lado, habrá que ver si los acuerdos comerciales alcanzados son factibles en la nueva situación económica. Por otro, no lo olvidemos, las elecciones en EE.UU. de noviembre suponen un importante punto de incertidumbre política, teniendo en cuenta de manera muy especial el habitual modus operandi del actual inquilino de la Casa Blanca.