Si hay un tema que inquieta ahora a las economías avanzadas es sin duda la subida de precios. Y es que esta, que viene motivada fundamentalmente por el precio energético del gas, parece poner en apuros a los bancos centrales, que podrían comenzar a endurecer sus políticas monetarias. Si hasta hace unos meses era la […]
BolsasSi hay un tema que inquieta ahora a las economías avanzadas es sin duda la subida de precios. Y es que esta, que viene motivada fundamentalmente por el precio energético del gas, parece poner en apuros a los bancos centrales, que podrían comenzar a endurecer sus políticas monetarias.
Así, y teniendo en cuenta los altos índices de precios que, según los expertos, vienen debidos a la factura eléctrica y de los carburantes, y por tanto del gas natural, los niveles de inflación en los mercados desarrollados están viendo números históricos desde hace más de 10 años.
“Los precios del gas en Europa se han multiplicado por más de tres desde enero, como consecuencia de una combinación de factores coyunturales y estructurales”, señala Paolo Zanghieri, Economista Senior, Generali Investments, y explica: “Empezando por los coyunturales, la recuperación de la actividad y las condiciones meteorológicas (un largo invierno seguido de olas de calor en verano) provocaron un rápido y considerable aumento de la demanda de energía. La producción de energía eólica e hidroeléctrica (que representaban respectivamente el 12% y el 13% de la generación de electricidad en 2019) no logró recuperar el terreno perdido debido a las sequías en parte de la región y a la falta de viento en el norte de Europa. Además, la demanda de importación de los países asiáticos se disparó en el primer mes del año. Asimismo, el impacto de China fue especialmente relevante, ya que su prohibición del carbón australiano por motivos políticos le llevó a cambiar parte de su demanda energética por el gas. Por el lado de la oferta, Rusia ha decidido hasta ahora no aumentar las entregas a Europa. Esto se debe en parte a la mayor demanda, tanto interna como externa, pero también a la voluntad de conseguir la plena aprobación del nuevo gasoducto Nord Stream 2, actualmente pendiente del regulador alemán”.
Y es que aunque el entendido destaque por ejemplo que la Unión Europea no estaba preparada para afrontar esta crisis energética, lo cierto es que recalca que esta situación es posible que no haga haga descarrilar en última instancia el crecimiento debido al fuerte apoyo monetario y el sesgo expansivo de la política fiscal de la zona del euro, sí que puede ser es un gran reto para los bancos centrales.
“El desequilibrio entre la demanda y la oferta aumenta el riesgo de escasez en los meses de invierno; los mercados ponen precio a este riesgo, lo que aumenta la presión al alza”, indica Zanghieri, aunque reconoce: “Es cierto que algunas de estas causas pueden remitir a corto plazo y, de hecho, la reciente apertura del presidente ruso Putin a una mayor oferta ha recortado un poco los precios. Además, un invierno suave reduciría la prima de riesgo, pero la mayoría de ellas son a más largo plazo. Aunque una coordinación entre las políticas de compra de los países de la UE ayudaría a estabilizar los precios, la diversificación de la oferta puede ser una solución más eficaz”.
Para el entendido, es probable que el cambio al petróleo tenga un impacto relativamente pequeño: en EE.UU. menos del 20% del uso del gas para la electricidad puede pasarse al petróleo: además, la estricta regulación medioambiental en Europa actúa como un fuerte desincentivo. Esto ocurre cuando el propio mercado del petróleo se ha tensado considerablemente, y la reciente decisión de la OPEP y Rusia de mantener el actual ritmo lento de ampliación de la oferta no ayuda.
“Aunque la presión al alza de la demanda por el cambio de gas resulte limitada, el impacto de los precios puede ser considerable, ya que el arbitraje puede llevar al productor a aumentar la oferta de gas a expensas del petróleo”, explica.
Y añade: “A diferencia de episodios anteriores, el sector del esquisto estadounidense no está contribuyendo a compensar la falta de oferta, sino todo lo contrario. La subida de los precios del petróleo no está siendo suficiente para aumentar la producción, ya que los años de escasa inversión han limitado la capacidad y los balances tensos hacen que la mayoría de los productores sean reacios a priorizar la producción sobre los márgenes. Las perspectivas de endurecimiento de la normativa medioambiental en EE.UU. y en todo el mundo supondrán una nueva limitación de las inversiones en el sector. De hecho, la creciente desconexión entre los precios del petróleo y las existencias de los productores hacen patentes estos problemas y supone una importante limitación a la expansión del capex en el sector. Esperamos que el Brent alcance los 85 dólares por barril a finales de año y que se mantenga por encima de los 75 hasta mediados de 2022, pero los recientes acontecimientos añaden un importante riesgo al alza”.
Así, y todo lo que conllevará a reducir significativamente la esperada desaceleración de la inflación, puede hacer que los bancos centrales de las economías avanzadas estén en una posición muy difícil, ya que, según el entendido, la política monetaria no es especialmente útil para frenar los efectos negativos de la oferta.
“El aumento de la inflación exige mecánicamente un endurecimiento monetario y está detrás de la decisión de algunos bancos centrales (entre ellos Nueva Zelanda y Noruega) de subir ya los tipos. Sin embargo, las prolongadas perturbaciones de la oferta y los elevados precios de las materias primas están perjudicando al crecimiento, lo que exige más cautela”, recalca y adjunta: “Tanto la Fed como el BCE han insistido recientemente en el carácter temporal del repunte de la inflación y se han resistido mayoritariamente a las peticiones de una retirada anticipada de la política acomodaticia, aunque la preocupación por los precios motiva en parte el hecho de que la mitad de los miembros del FOMC esperen ahora la primera subida de tipos para finales de 2022”.
E insiste que la aparición de un choque positivo para la inflación y los vientos en contra del crecimiento pueden empujar a los bancos centrales a una tolerancia aún mayor hacia la inflación, y esto empezaría a ser descontado en el componente de riesgo de inflación de los rendimientos de los bonos.
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