El potencial de la tecnología blockchain para cambiar el mundo tal y como lo revolucionó Internet todavía es incalculable. Su fuerza disruptiva queda patente con un aspecto clave: la identidad digital. Las facilidades que puede llegar a transmitir a usuarios, entidades y organizaciones, sumado a las ventajas en cuanto a transparencia y confianza que aportaría […]
Dirigentes Digital
| 10 feb 2021
El potencial de la tecnología blockchain para cambiar el mundo tal y como lo revolucionó Internet todavía es incalculable. Su fuerza disruptiva queda patente con un aspecto clave: la identidad digital. Las facilidades que puede llegar a transmitir a usuarios, entidades y organizaciones, sumado a las ventajas en cuanto a transparencia y confianza que aportaría en una coyuntura social como la que nos encontramos, suponen un punto a favor para avanzar en esta dirección.
Hasta la revolución industrial, la identidad estaba definida por la familia y el clan. Más tarde, pasó a relacionarse con la identidad burocrática, que quedaba designada por el DNI y el pasaporte; mientras que ahora la identidad digital recupera la esencia preindustrial del entorno social, englobada en el nuevo mundo digital incorporando toda una serie de atributos que definen a las personas. En este punto entra un nuevo elemento, la Self-Sovereign Identity (SSI), también conocida como identidad autogestionada y que representa un nuevo concepto de identidad digital. Cambiando el paradigma tradicional, su puesta en marcha puede suponer “una revolución en cómo las personas vamos a ser capaces de gestionar nuestros datos”, explica María Salgado, Blockchain Manager de España y Latam en Inetum, a lo largo de un webinar organizado por el Instituto Tecnológico de Aragón (ITAINNOVA).
En un proyecto diseñado por la Comisión de Identidad de Alastria, una asociación sin ánimo de lucro en la que están inmersas entidades públicas y privadas de diferente tamaño, un equipo legal se ha encargado del modelo de un diseño implementando las credenciales verificables. Así, Salgado añade que la identidad digital representa el conjunto de datos personales -nombre, edad, DNI, código postal-, a los que se suman otros muchos atributos como el peso, la altura, el grupo sanguíneo, los resultados de una prueba médica, así como aquellos acumulados en el tiempo, como el número de cuenta bancaria, los datos académicos y toda una serie de tarjetas con las que interactuamos con la administración. “Nos encontramos con que en cualquier plataforma tengo mi propia identidad digital” y como entregamos continuamente información, “hemos perdido la trazabilidad de con quién hemos compartido cada dato y en qué momento”, detalla.
En este sentido surgen varias problemáticas. En primer lugar, la dificultad de mantener dichos datos actualizados al desconocer, en muchas ocasiones, a qué entidades se han proporcionado. De igual forma, es habitual que se entregue información adicional e innecesaria para un servicio demandando. Y, como consecuencia, los usuarios se enfrentan a obstáculos para ejercer sus derechos, ya que no existe “un único lugar desde el cual poder seguir el histórico de con quién he compartido mis datos”. Por ello, con la identidad autogestionada se propone que el usuario pase a tener en un único repositorio, denominado wallet de identidad, los datos que actualmente se encuentran dispersos en diferentes plataformas.
En la tecnología blockchain, wallet es una palabra utilizada habitualmente para guardar claves y criptomonedas. Y, aquí, el proyecto elimina la figura de un intermediario encargado de gestionar la información, proponiendo un sistema que permite compartir desde un solo lugar las baterías de datos que soliciten y dejando un trazado histórico que indique con quién los he compartido, así como la evidencia pública del consentimiento que da el usuario en cada caso. De esta forma, el modelo diseñado por Alastria trata de evitar fallos de introducción manual y mejorar la experiencia del cliente al aumentar la privacidad y reducir el tiempo invertido por los usuarios en este tipo de procesos. En definitiva, cada usuario dispondrá así de la capacidad para controlar sus datos personales, suponiendo una herramienta facilitadora para el cumplimiento del Reglamento General de Protección de Datos (GDPR), tanto por parte de los ciudadanos como de las entidades.
En el contexto actual en el que nos encontramos han aflorado una serie de iniciativas que tratan de ajustarse a los cambios sociales. Un claro ejemplo es el European Blockchain Services Infrastructure (EBSI), un proyecto que pretende desplegar, a través del que los estados miembros de la Unión Europea una red de blockchain para casos de uso interfronterizo. Su puesta en marcha serviría para la gestión de credenciales emitidas tanto por la administración pública como de empresas privadas en situaciones tan habituales como la transmisión de títulos académicos, lo que resultaría útil para el movimiento Erasmus. Y, de igual forma, la crisis de la COVID-19 ha puesto de manifiesto su utilidad en casos aplicados a la pandemia, en situaciones como la verificación de pruebas PCR o los salvoconductos utilizados como documentos que autoricen la movilidad en situaciones de confinamiento.