Antonio Sola y Fernando Carrera, autores del libro “¿Cómo sobrevivir al mundo que viene?” A Antonio Sola lo llaman “creador de presidentes”, y las cifras lo avalan. Ha participado, como asesor y estratega político, en cerca de 500 campañas electorales en todo el mundo -México, Sudáfrica, El Salvador, Haití…- y ha ganado buena parte de […]
Gestión y LiderazgoDirigentes Digital
| 12 ene 2022
A Antonio Sola lo llaman “creador de presidentes”, y las cifras lo avalan. Ha participado, como asesor y estratega político, en cerca de 500 campañas electorales en todo el mundo -México, Sudáfrica, El Salvador, Haití…- y ha ganado buena parte de ellas. Solo preside la Fundación Liderar con Sentido Común y es uno de los impulsores de la escuela política Fratelli Tutti.
Fernando Carrera es comentarista de actualidad en radio y televisión, columnista de prensa, profesor de oratoria y asesor político. Ha sido asesor y portavoz del ex primer ministro de Francia Manuel Valls y, en la actualidad, asesora al Grupo Municipal Socialista que gobierna la ciudad de Barcelona.
Juntos han escrito y publicado en la editorial Deusto “¿Cómo sobrevivir al mundo que viene?”, un libro con un subtítulo más elocuente respecto a sus intenciones: “Un análisis de todos los cambios políticos, sociales y económicos de las próximas dos décadas y cómo prepararse para ellos”.
Escriben al comienzo del libro que, hasta hace poco, “Aparentemente todo funcionaba”. Sin embargo, en los últimos dos años más o menos, hemos vivido una pandemia, la crisis de suministros, el incremento del precio de la energía…
Fernando Carrera: La pandemia nos sirvió para tener algo más tiempo del que tenemos habitualmente, ponernos a hablar y darnos cuenta de que hay un problema que es global. Las mismas cosas generan las mismas dudas y las mismas inquietudes en cualquier rincón del planeta. Si la crisis es global, las causas tienen que ser mucho más profundas de lo que son las causas coyunturales de cada lugar. Siempre hemos creído que hay una crisis de suministro porque no funciona el gas no sé dónde, o porque ha habido una crisis puntual en no sé qué historia; o por que los camioneros de Reino Unido se han ido a otro lado… Es verdad que hay problemas coyunturales, pero también hay problemas globales que hacen que todo se tense. Y en esa tensión interna todo obedece a causas mucho más complejas.
¿Por qué se caracterizaba ese ciclo económico y político que, dicen en el libro, empezó tras la Segunda Guerra Mundial y acabará, aseguran, en “dos o tres décadas”?
Antonio Sola: Lo ideológico fue el eje rector de estos cien años que van a acabar para 2040 o 2050. Estamos viendo una pugna, que está manifestándose en muchos países, entre los combustibles fósiles, como el petróleo, y las energías renovables. Esto pasa también a efectos del ciclo político, en donde lo que se manifestó desde el final de la Segunda Guerra Mundial y hasta ahora es una pugna de lo ideológico, organizado en partidos políticos y en todo un andamiaje financiero, económico, social y religioso. Ahora ese andamiaje se encuentra con unas emergencias políticas, religiosas y sociales totalmente nuevas. No solo es el fin del ciclo político. Desde mi punto de vista, es un fin civilizatorio. Sin ningún lugar a dudas, vamos a iniciar una nueva civilización en los próximos cien años, y ya hay manifestaciones muy evidentes. Se va a acabar todo el tema ideológico y de los partidos, y vendrán nuevas formas de organización social, política y religiosa que, guiadas por la tecnología, van a cambiar la forma en la que vivimos y en la que nos organizamos.
FC: Este es probablemente de los temas más interesantes. El fin de la intermediación tiene mucho que ver con el fin de la forma en cómo entendemos las cosas. Es evidente que no podemos entender el fin de las ideologías como el fin del principio rector que nos mueve para hacer política. Al final, quien hace política tiene unas ideas propias que las ejerce en la toma de decisiones. Pero lo que entendemos que es evidente es que el motivo por el que la gente va a votar o escoge a los líderes ya no es única y exclusivamente el eje ideológico, sino que va mucho más allá y se aglutina en torno a causas, Y esas causas son totalmente transversales o no, pero sin lugar a dudas descolocan el eje de la izquierda y de la derecha tradicional. Esa es la síntesis de lo que decimos cuando afirmamos eso: que ya no se vota en ese eje y ya no es lo más importante.
Es indudable que el mundo está cambiando pero, ¿a mejor o a peor? Escribís que hay una luiz al final del túnel, “pero débil y tenue”
AS: Forma parte de la guerra que hay que estar dispuestos a librar. Ahora estamos en una especie de Y griega y caminamos hacia autocracias, dictaduras, personalismos y extremos ideológicos, y ahora tenemos que elegir: ¿vamos hacia allá o nos vamos hacia el otro lado? En el último capítulo hablamos de la “humanítica” como un principio de transformar lo que nos va pasando en algo que tiene que ver con el sentido común, que es plural. Si nos ponemos de acuerdo y pensamos en el dolor del otro que tenemos enfrente, si tenemos la capacidad compasiva, nos podemos dar cuenta de que la batalla que tenemos que librar es para llevar el mundo hacia ese lado: hacia el lado del valor, hacia el lado de las personas y hacia el lado de una nueva organización en la que la persona y el sentido común predominen. Es del carajo de difícil, pero es la pelea que hay que dar.
FC: Me lo han dicho hoy mismo: “Me he leído el libro y no sé si me quedo contenta o muy preocupada”. Cerramos siendo muy optimistas, o eso pensaba yo, pero depende de quién lo lea. Lo que tenemos muy claro es que todo momento de catarsis puede utilizarse para bien o para mal. Toda oportunidad tiene riesgos, y debemos de ser conscientes para no inclinarnos hacia los riesgos sino hacia las soluciones.
En este panorama de incertidumbres y cambios acelerados, ¿qué nos hace falta para orientarnos en un mundo tan movedizo e imprevisible?
AS: Esto tiene que ver también con la pandemia del suicidio, que está en todo el mundo. Yo vivo en América Latina, y en Ecuador es una plaga. No tiene que ver con la capacidad adquisitiva ni nada, sino que está dentro de las personas. Lo primero que tenemos que hacer es desarrollar una cultura de autoconsciencia, pensamiento crítico y singularidad. Estos tres pilares son muy importantes para crecer hacia dentro, y cuando uno crece hacia dentro y encuentra un hilo o un sentido a su vida, lo que necesita es ensanchar su cerebro. Este es un tema estrictamente plástico del cerebro: la plasticidad, la capacidad de adaptación, que es lo que ha hecho el ser humano en los últimos miles de años, desde que somos bichos y estamos en este planeta. Viene una nueva generación de niños y niñas con un cuarto nivel cerebral que nosotros no tenemos. Ese nuevo nivel es holístico y es una especie de supraconciencia que, de alguna manera, ya está influyendo en términos sociales en lo que nos pasa en la vida cotidiana. Esta capacidad cerebral hay que incorporarla a la mesa de discusión, porque están viendo el mundo de una manera distinta a como lo vemos nosotros, y además pueden aportar soluciones para problemas que nosotros hemos generado. Esa construcción, para mí, es la más importante. Sentarnos todos a una mesa, en la que quepamos todos, para resolver problemas. Si hacemos eso vamos a lograr encontrar soluciones que nos lleven a otro lugar.
¿Y cómo afrontar los cambios tecnológicos acelerados y los temores a que se lleven por delante el tejido económico local y las pequeñas empresas?
FC: Esto es algo que nos encontramos en la gestión de municipios. Por ejemplo, se debate mucho sobre la legislación en torno a la Inteligencia Artificial. Ahora nos damos cuenta de que es un problema que hay que regular pero, ¿cómo lo regulas?, ¿cuál es el bien superior que debes proteger? Es un debate que se empieza a dar, y hay un proceso de adaptación que lo que hace es mejorar la forma en la que se prestan los servicios. Ejemplo práctico y clarísimo: la tienda tradicional tiene el competidor en Amazon, y esto es algo que preocupa mucho. Lo que te encuentras es que, al final, los entes públicos se ponen de acuerdo para que, mediante la tecnología, puedas hacer más competitivo y meter en el mercado a aquellos que venían de fuera. Es un proceso de adaptación a los usos tecnológicos, porque no tiene ningún sentido remar en contra de ese proceso tecnológico. Si somos capaces de subirnos a la ola de ese proceso vamos a conseguir que nadie se quede fuera. Las políticas de alfabetización digital, que tienen como objeto acabar con las brechas digitales, son formas de preparar a la ciudadanía para el mundo que viene. Igual que nos hemos adaptado a la industrialización, ahora nos vamos a tener que adaptar también y, además, vamos a tener puestos de trabajo que desconocemos a día de hoy. Esos niños que dice Antonio que suben con un nivel cerebral superior nacen ya incardinados en la tecnología.
AS: Hay un chico de Almería que se llama Juan José Tara, con el que he estado reunido para estudiar unos temas sobre la política y el voto electrónico, que es el que ha inventado el chip subcutáneo que ha generado mucha polémica ahora, porque ya puedes llevar tu pasaporte en ese chip. Ese chip es una segunda o tercera versión, y ya tienen un acuerdo con VISA por lo que, dentro de muy poco, vas a poder pagar con tu chip. Y dentro de muy poco eso va a llegar al cerebro, y dentro de muy poco, 30, 40 o 50 años, vamos a poder hablar telepáticamente, porque ya se han hecho las primeras pruebas. Es decir: o nosotros nos incorporamos a esto y empezamos un proceso de regulación social o tenemos el riesgo de dictaduras y autocracias. Tendremos monopolios en vez de liberarnos de la dictadura del algoritmo, que es la que tenemos ahora. Podemos espabilarnos y ser mucho más libres de lo que somos hoy.
¿Se vuelven más necesarias que nunca la filosofía y las humanidades, ahora desterradas de los planes de estudio, para orientarse en el mundo que viene?
AS: Esa me parece una gran conclusión. Es hacia adentro donde vamos a encontrar el sentido, no hacia afuera. La tecnología va a estar ahí, y dentro de poco vamos a poder hacer Ecuador-Madrid en una hora. ¿Y voy a ser feliz porque me ahorre 12 horas de avión? No, si no estás bien hacia adentro. Hay que revalorizar el valor del ser.
FC: Durante un tiempo fui profesor en una facultad de humanidades, y era una cosa graciosa. Yo era un tipo de económicas que daba clase en ADE, pero iba a humanidades a enseñarles a discutir. En cuarto de carrera había alumnos que se pillaban una depresión porque decían que las humanidades no sirven para nada, que no tenían hueco para trabajar. Y yo les decía que no es ningún problema que las humanidades no sirven para nada, porque servir sirven los esclavos. Los esclavos hacen programación o fabrican coches: hacen lo que les decimos que hagan. Yo creo que hay que reivindicar las humanidades y la filosofía como elementos del saber que nos permiten pensar y ver hacia donde queremos que vayan las sociedades. Es fundamental que se les dé la importancia que tienen.
¿Cuáles son los riesgos y peligros de ese fin de la intermediación que decís que es la característica principal del nuevo mundo que está naciendo?
FC: El primer riesgo es que tienes que tener a una ciudadanía preparada para ese fin de la intermediación, que es inexorable. A partir de ahí hay estadios diferentes. Por ejemplo, sobre las criptomonedas. Nosotros vemos que hay dos preguntas: ¿cuánto tiempo se va a mantener el monopolio de los bancos centrales? Y, en el momento en el que asuman que las criptomonedas han venido para quedarse, ¿cómo se va a intentar regular un mercado que escapa a su control? No tenemos respuestas para todas las preguntas, pero constatamos que es un hecho que existe el fin de la intermediación y creemos que la sociedad tiene que estar preparada.
AS: Hay tres características que vienen con el fin de la intermediación. Las dos primeras son la trazabilidad y la horizontalidad, que cambian la dinámica de la organización. Y eso nos lleva a un tercer elemento, que es la incorporación ciudadana a las decisiones que afectan a nuestra vida. El gran riesgo es que no nos demos cuenta de eso y dejemos en manos de corporaciones políticas o económicas la toma de decisiones. La trazabilidad y la horizontalidad van a depender de nosotros para tener éxito.
Decís que, con ese fin de la intermediación, la universidad ya no tendrá el monopolio sobre el conocimiento, y que uno podrá formarse y aprender por muchas otras vías. Eso supondría una gran revolución para la selección de personal en las empresas
FC: Los que venimos de dar clases en el mundo universitario nos damos cuenta de cuáles son las habilidades que se aprenden en el momento de entrar en el sistema, y te das cuenta de que son muy deficientes. Ahí viene la siguiente pregunta: si tú tienes una empresa, ¿cómo decides quién es el apropiado? Yo he contratado a gente y nunca he mirado cuál era la titulación universitaria. Lo que me interesaban eran las habilidades y aptitudes que yo necesitaba. Ya hay muchas empresas a las que la titulación universitaria les da igual. Lo veo en el sector de las finanzas: se está contratando a gente que viene de humanidades y de ciencia política para trabajar en La Caixa. Todo está empezando a cambiar y la velocidad va a ser muchísimo mayor. Plataformas como Coursera, ¿capacitan o no? Posiblemente sí, y de una forma mucho más especializada que un grado de economía. A mí me parece evidente que poco a poco vamos hacia un mundo en el que importa menos dónde estudiaste o qué estudiaste, sino qué es lo que sabes hacer. Y eso en las grandes corporaciones tecnológicas ya está cambiando.
¿Qué puede suponer la hegemonía de China a nivel mundial, que cada vez está más próxima?, ¿en qué cambiará la economía con el predominio chino?
AS: La primera es que en vez de hamburguesa comeremos wantún. Es una forma de conquista. Va a cambiar el ciclo del país y la cultura va a ir hacia el Oriente, pero en realidad China es un país emergente con tremendos problemas, mucho más graves que EE.UU. Todo lo que viene es una crisis a nivel global en la que se van a caer un montón de cosas, entre otras el orden financiero, que no va a aguantar mucho más.
FC: Pero hay otra cosa, y lo digo por orientar el debate a donde nos gusta más a los occidentales, que es el rollo este de la democracia. A los chinos les da exactamente igual el rollo de la libertad. Y ese es un problema porque creemos que es un problema para nosotros, pero la realidad es que a ellos, como dice Antonio, “les chupa un huevo” de qué va esto de la democracia mientras resulta que cada día comen mejor, tienen mejores coches y tienen mejores tasas en prácticamente todo. Es verdad que hay una élite muy corrupta, que es un sistema con muchos problemas…pero la percepción que tienen los propios chinos de sus propios gobiernos es que les mejora las condiciones materiales de vida. En cualquier caso, dudo mucho que tenga efectos directos en nosotros. Porque los chinos no tienen una vocación evangélica o apostólica de su modelo, y esa es la diferencia con los yankees, que creen que tienen que exportar la libertad como si fueran Big Macs. A los chinos les da igual lo que hagas mientras pagues tus tasas de interés y mientras te endeudes con ellos, que es lo que quieren. Es importante entender cómo funcionan los chinos y cómo procesan ellos sus propias prioridades.