Por Federico Cúneo, socio de Amrop España
Gestión y LiderazgoFederico Cúneo
| 05 nov 2024
En los últimos tiempos, la expresión “gobierno corporativo” ha ganado espacio en el mundo de los negocios, convirtiéndose en un pilar fundamental en la gestión de cualquier organización. En términos generales, definimos la gobernanza corporativa como un conjunto de prácticas cuyo principal objetivo es fortalecer la organización alineando los intereses y dinámicas del negocio con los propósitos de la dirección, los accionistas, socios y clientes, así como con las exigencias y normativas de los órganos fiscales gubernamentales.
Su práctica refleja la cultura desde la que se toman las decisiones e implica tomar esas decisiones con responsabilidad, transparencia, rendición de cuentas y trato equitativo. Es decir, cuando hablamos de gobernanza corporativa, hablamos de liderazgo en la búsqueda de una gestión eficaz y responsable de compañías de todos los tamaños y sectores.
Las normas de gobernanza abarcan cuestiones vinculadas a la dirección estratégica general y a las políticas empresariales, como fusiones, adquisiciones, inversiones, estrategias de sucesión y nombramiento de profesionales para la alta cúpula. Definen los mecanismos de control acerca de la actuación de los ejecutivos y del plan estratégico en marcha. Se relacionan con el compliance, pues establecen procedimientos y políticas que aseguren que los directivos, la empresa, los colaboradores y terceros cumplen con la legislación vigente. Y, además, fomentan la integración entre los diferentes órganos corporativos, con el afán de sincronizar sus objetivos y asegurar que se cumplan tanto sus derechos como sus deberes.
En este sentido, vale la pena recalcar que, a medida que una empresa crece, requiere cada vez más cuidados estratégicos y operativos, por lo cual, poner en marcha un efectivo programa de gobierno corporativo favorece no sólo su supervivencia y destreza operativa, sino que también es decisivo para la escalabilidad del negocio.
Y es que una gobernanza corporativa sólida conlleva una serie de ventajas significativas para una empresa. Esto incluye:
Además, la adopción de herramientas orientadas a las buenas prácticas de gobernanza facilita el acceso a la información y a los documentos empresariales, lo que mejora la calidad y eficiencia de los procedimientos internos, localizando posibles inconsistencias y puntos críticos; permite detectar asociaciones poco o nada interesantes para la marca; y optimizar las medidas de expansión en el mercado, disminuyendo así costos relacionados con sanciones, multas y otras consecuencias financieras derivadas de instancias de corrupción y negligencia.
Por otro lado, hay varias estrategias que las organizaciones pueden implementar para mejorar su gobernanza corporativa. Por ejemplo, definir claramente los roles y responsabilidades de los diferentes órganos de gobierno ayudará a evitar conflictos y garantizar que todos los involucrados sepan qué se espera de ellos.
También es aconsejable realizar una evaluación exhaustiva de la junta directiva actual para determinar si posee la diversidad e independencia necesarias, así como implementar controles y procesos adecuados para mitigar los riesgos. Esto ayudará a proteger a la empresa de pérdidas financieras, daños reputacionales y otros problemas.
Además, instituir una cultura de ética y cumplimiento permitirá crear un entorno en el que los colaboradores se sientan cómodos reportando cualquier actividad sospechosa.
La incorporación de directores independientes en la junta directiva es otra estrategia eficaz para mejorar la gobernanza corporativa, ya que aportan una perspectiva imparcial y abogan por la transparencia y la rendición de cuentas. Al no estar influenciados por intereses internos, ellos pueden facilitar una comunicación más efectiva entre la junta directiva, la alta gerencia y los demás stakeholders, asegurando que los objetivos de la organización estén alineados con las expectativas de los accionistas y aumentando la confianza de todos ellos en la empresa.
No podemos olvidar que el contexto actual de mercados cada vez más globalizados y competitivos trae nuevos retos para las empresas en materia de gobernabilidad. Estos desafíos demandan ajustes en sus formas de gobierno, administración, organización interna y relación con sus grupos de interés, por lo que las buenas prácticas en términos de gobernanza se plantean como la herramienta imprescindible para favorecer el cumplimiento de estos retos y garantizar el buen funcionamiento, la rentabilidad y la sostenibilidad en el tiempo de todo tipo de organizaciones, proporcionando una estructura sólida, una toma de decisiones estratégica y una mayor confianza por parte de los inversores y otras partes interesadas.