La guerra de Ucrania está suponiendo un fuerte revés económico en Rusia, provocando un éxodo jamás visto en el tejido empresarial global. Desde que comenzara la invasión rusa, una larga lista de compañías de todo el mundo y todos los sectores, echaban el cierre temporal en sus locales. La inestabilidad de la moneda oficial, el […]
InternacionalDirigentes Digital
| 10 mar 2022
La guerra de Ucrania está suponiendo un fuerte revés económico en Rusia, provocando un éxodo jamás visto en el tejido empresarial global. Desde que comenzara la invasión rusa, una larga lista de compañías de todo el mundo y todos los sectores, echaban el cierre temporal en sus locales. La inestabilidad de la moneda oficial, el rublo, la incertidumbre ante el aprovisionamiento, las sanciones internacionales impuestas o las razones éticas, han sido algunas de las principales razones por las que conocidas multinacionales, están abandonando el país.
El cierre, temporal, de los ochocientos cincuenta restaurantes de comida rápida más conocido del mundo no ha dejado indiferente a nadie. Pero no ha sido el único, ni siquiera el primero. Al anuncio de McDonald’s lo siguió Coca-Cola, PepsiCo y Starbucks, y eso, tan solo esta última semana, ya que el titán de la moda, Inditex, o tecnológicas del tamaño de Google o Microsoft, precedieron esta estrategia de negocio con la suspensión de sus actividades en Rusia.
La situación actual entre Rusia y Occidente a nivel empresarial ha tomado un rumbo sin precedentes. A pesar de todas las guerras que azotan al mundo, jamás anteriormente algunas de las más poderosas compañías internacionales habían vetado su producción a Rusia. Tras la caída de la Unión Soviética, las relaciones entre Occidente y Rusia habían logrado alcanzar un mutuo beneficio que, con esta invasión, se ha resquebrajado en poco menos de dos semanas.
Al sector de la moda, además de Inditex que suma más de quinientas tiendas en toda Rusia, el segundo país por detrás de España, se han sumado H&M, Mango o Nike. Plataformas televisas como Netflix o Disney, también han optado por dar de lado al país. Muy sonado, igualmente, fue el cierre en la UE y Canadá del sistema de pago SWIFT.
Las empresas occidentales se encuentran, de este modo, en una difícil tesitura. La falta de suministro, la logística, y que las fuertes multas contra Rusia repercutan a sus negocios, podría costar una fortuna de millones de euros a estas. Por supuesto, la peor situación se encuentra en aquellas que posean un mayor número de activos físicos.
Las empresas del resto del mundo han tomado la justicia por su mano. Además de las sanciones internacionales interpuestas a Rusia ante el violento ataque al pueblo ucraniano, Occidente extiende su repulsa a cualquier aspecto, privado o público, que esté en su mano. Conocido como la diplomacia capitalista y liderados por grandes empresas estadounidenses y europeas, este movimiento está suponiendo la ruptura definitiva con el país.
Ningún sector parece escaparse a la tendencia de bloquear a Rusia. Los grandes nombres de la industria textil, de construcción, fast-food, bancarios…, todos se están sumando paulatinamente al éxodo que termina con más de treinta años de relaciones empresariales en el gigante euroasiático.
También los ciudadanos están dispuestos a apoyar el boicot. EE.UU. insta a su población a no consumir productos rusos. Sin embargo, son ellos mismos los que se autoimponen una limitación que les convierte en el mejor enemigo del comercio ruso. Ahora mismo, comprar productos rusos conlleva una mala fama y nadie está dispuesto a financiar una guerra. Una tendencia que se extiende principalmente, de momento, por el sector petrolero y gasista.
Debido a la enorme producción de combustibles fósiles estadounidenses, sus ciudadanos lo tienen más fácil que otros. La UE se encuentra estrechamente ligada a Rusia por su dependencia por lo que, si se añade que el precio del gas se encuentra en su máximo histórico, prescindir de su producción empeoraría más la situación. Si se reduce la oferta del segundo país del mundo que más combustible exporta y la demanda continúa siendo la misma, supone un alza de la cotización descomunal.
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