El minado y la distribución de Bitcoin se ha vuelto mucho más contaminante desde que China prohibió estas actividades, según el informe “Revisiting Bitcoin’s carbon footprint” publicado en la revista Joule. El régimen de Pekín incluyó el pasado mes de octubre el minado de criptomonedas en su lista de actividades industriales “negativas”. En la práctica […]
Dirigentes Digital
| 15 mar 2022
El minado y la distribución de Bitcoin se ha vuelto mucho más contaminante desde que China prohibió estas actividades, según el informe “Revisiting Bitcoin’s carbon footprint” publicado en la revista Joule. El régimen de Pekín incluyó el pasado mes de octubre el minado de criptomonedas en su lista de actividades industriales “negativas”. En la práctica eso supone que los inversores en el sector, sean nacionales o extranjeros, deben solicitar un permiso a las autoridades chinas para poder minar criptomonedas. De este modo, tanto el minado como las operaciones con criptomonedas quedan prácticamente erradicadas del país.
Según los datos recabados por el estudio, el uso de energías renovables en el minado de criptomonedas ha pasado de suponer un 41,6% del total en 2020 a solamente un 25,1% a finales de 2021. Este proceso solía hacerse en China recurriendo a energía hidráulica pero, una vez clausurada esa actividad en el país, muchos mineros se establecieron en Estados Unidos, donde minan las criptomonedas utilizando gas natural y otros combustibles fósiles. Los autores del estudio estiman que el minado de Bitcoins genera unas emisiones de carbono superiores a las de toda la economía griega.
Alex de Vries, uno de los autores del artículo, advierte que “la red se está volviendo mucho menos sostenible que nunca antes”. Y ello a pesar de que los consorcios industriales llevan años mostrándose muy optimistas acerca de la posibilidad de minar Bitcoins sin generar una excesiva huella ecológica. El Bitcoin Mining Council, una asociación formada por empresas de minado de Bitcoin, asegura que hasta el 58,5% de estos activos se minan utilizando una mezcla de energías renovables y combustibles fósiles.
El excesivo consumo de energía del minado de Bitcoins lleva tiempo siendo uno de los grandes problemas de este activo. En mayo de 2021, poco después de que Tesla anunciase que iba a aceptar Bitcoins como método de pago, Elon Musk reculó públicamente. En un pequeño texto compartido en Twitter, el magnate reconoció que estaba “preocupado por el incremento del uso de combustibles fósiles para la minería y las transacciones de Bitcoin”. Aquellas declaraciones hicieron que la criptomoneda se desplomase en un 12%, y Tesla se comprometió a utilizar estos activos solamente cuando se lograse una tasa de energía/transacción de Bitcoin inferior al 1%.
Las empresas de minado y sus macro-ordenadores que consumen grandes cantidades de energía, buscan establecerse en lugares donde la electricidad tenga un bajo precio. Tras ser expulsados de China muchas de estas compañías se movieron al vecino Kazajistán, que tiene una de las facturas de la luz más baratas debido a sus grandes reservas de petróleo. En cuestión de un año el país asiático pasó de minar, según datos de la Universidad de Cambridge, el 1,5% de todas las criptomonedas del mundo a aproximarse al 20%. Esto suponía la conexión simultánea de más de 250.000 ordenadores minando criptomonedas, lo que llevó al sistema eléctrico del país al borde del colapso.
Buena parte de los estados de Estados Unidos en los que está muy extendido el minado de criptomonedas, como Texas, Kentucky o Georgia, están por debajo de la media nacional en lo referido al uso de energías renovables. Eso se deja notar en la huella ecológica del minado, a lo que hay que sumarle también los beneficios fiscales que ofrecen estos estados a los mineros de criptomonedas que desempeñen su actividad utilizando carbón local.
El balance final estimado por la investigación cifra en un incremento del 17% las emisiones de carbono resultantes del minado de Bitcoin. En total, esta actividad produce más de 65,4 megatones de dióxido de carbono al año. Según estas estimaciones, la huella de carbono de una sola transacción de Bitcoin es de cerca de 669 kilogramos de dióxido de carbono, más o menos lo mismo que supone la huella de carbono por pasajero de un viaje en avión entre Amsterdam y Nueva York.
La investigación concluye haciendo un llamamiento a la industria cripto para que acelere la descarbonización de su actividad. En esta línea se enmarca la iniciativa de Crypto Climate Accord, en virtud de la cual sus miembros se comprometen a que el minado de criptomonedas alcance en 2030 las cero emisiones de carbono. Sin embargo, los investigadores no se llaman a engaño: “No hay a la vista una solución rápida para la huella de carbono de las Bitcoin”.
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