La gran extensión territorial de China le hace limitar con multitud de países entre los que se encuentran Afganistán, Hong Kong, la India, Mongolia, Corea del Norte, Rusia, Japón o Corea del Sur, entre otros. Muchos de ellos son receptores de las ventas de bienes y servicios fabricados en el gigante asiático. De hecho, China […]
InternacionalDirigentes Digital
| 28 feb 2020
La gran extensión territorial de China le hace limitar con multitud de países entre los que se encuentran Afganistán, Hong Kong, la India, Mongolia, Corea del Norte, Rusia, Japón o Corea del Sur, entre otros. Muchos de ellos son receptores de las ventas de bienes y servicios fabricados en el gigante asiático. De hecho, China es el mayor exportador mundial y los principales destinos a los que viajan esas mercancías son Estados Unidos, Hong Kong, Japón, Alemania y Corea del Sur.
El brote de coronavirus que se ha extendido por todo el planeta ha ido contagiando a su paso a la economía mundial. Se están valorando cifras de entre 300 y 400 mil millones de impacto en todos los sectores, siendo, por ejemplo, el turismo uno de los más perjudicados, pero no el único. La industria también se ha visto afectada.
Desde la fintech Ebury, consideran que el daño a la economía será mayormente temporal y, en el largo plazo, el impacto en los mercados será limitado. Siguiendo en esta línea temporal, el economista para la Eurozona del banco corporativo y de inversión Natixis, Jesús Castillo, apela a ser “muy prudentes cuando estamos evaluando el impacto que va a tener esta crisis en el crecimiento europeo, porque va a depender muchísimo del tiempo que vaya a durar la crisis y de cuánto tiempo los proveedores chinos, entre otros, vayan a tener reducida su producción”.
A su paso por el planeta, esta epidemia va pintando una realidad poco alentadora. En este escenario el CEO de Setesca, Jordi Damià, detecta dos problemas. El primero es en la propia producción de componentes, porque “China actualmente representa el 30% de la propia producción de los mismos, sean productos finales o semielaborados y, después, está el propio impacto logístico”. Al estar paralizadas las fábricas asiáticas, los componentes transportados en los containers que normalmente salían en los barcos chinos, ahora no pueden hacerlo. Por lo que repercutirá en una escasez de estos contenedores para que otros países puedan enviar productos al exterior.
Al no poder utilizar piezas procedentes de China, las empresas tendrán roturas de stock. Todo este panorama refleja la dependencia mundial respecto a China por lo que cabe preguntarse si el COVID-19 ha expuesto la necesidad de un cambio en el modelo productivo antes de tiempo.
No hay que olvidar que China es el mayor productor de dispositivos electrónicos. De hecho, en Wuhan -el epicentro del coronavirus- se encuentra la mayor concentración de la cadena de suministro de fibra óptica. Según indica un informe del proveedor de servicios de consultoría TrendForce, por la cuarentena de toda la ciudad y el paro laboral, “la mayoría de las ofertas de telecomunicaciones chinas, incluidos la construcción de infraestructura 5G y los acuerdos de compra de demostración de aplicaciones, se han pospuesto”.
Otros aparatos que se unen a la lista son los wearables o los teléfonos inteligentes. La cadena de suministro de smartphones requiere mucha mano de obra y desde esta consultora prevén que la producción en el primer trimestre disminuya un 12% interanual.
Además de estos dispositivos, otro sector que no se libra del COVID-19 es el mercado automotriz chino. Ante los parones laborales y la incertidumbre ante las fechas de reanudación del trabajo, desde TrendForce estiman que las ventas de automóviles en el primer trimestre en el mercado chino disminuyan entre un 25-30% interanual.
En definitiva, todo esto repercute en el resto del mundo y uno de los problemas que quedan patentes es la concentración de producción en el territorio chino, debido al bajo coste de la mano de obra y a la gran capacidad de crear infraestructuras rápidamente. “Este problema que ha aparecido y se ha planteado en China pone en jaque a la industria mundial, con lo cual sería una buena oportunidad para analizar y hacer los modelos productivos diferentes”, indica el CEO de Setesca, al tiempo que pone de manifiesto la necesidad de cambiar el modelo actual y descentralizar la producción.
Precisamente, este hecho puede aportar beneficios tales como la posibilidad de blindarse en momentos de cambios en el entorno geopolítico, como la guerra comercial entre Estados Unidos y China, ya que no solo les afecta a ellos, sino a todo el mundo que produce en el gigante asiático. Por otro lado, en situaciones de crisis sociales o sanitarias como es el caso del coronavirus, “reduce el coste y la dependencia de la logística, con lo cual eso también provoca un impacto en el medio ambiente”, comenta Jordi Damià. Finalmente, se potenciarían modelos industriales y productivos en otros países que necesitan mejorar su economía, es decir, “sería una posibilidad de democratizar la riqueza y de distribuirla de manera más homogénea”.
Una vía para conseguir producir productos de alto valor añadido a precios competitivos en otros países que no sean China es la tecnología. “Gracias a la tecnificación de su producción, mediante las tecnologías de la industria 4.0” y, por otro lado, Damià concluye que “hay que plantearse si pese a que en China sea más barato producir, si al coste de la logística de traerlo aquí, más el riesgo que se está provocando da aún más pie a que se pueda desplazar la producción a otros sitios, en vez de centralizarla toda en China”.