El final de la Covid-0, una política con un impacto negativo sobre la economía e ineficiente a largo plazo para prevenir contagios, ha dado sus últimos coletazos en China. El futuro primer ministro chino, Li Qiang, prometió recientemente que habrá una recuperación del crecimiento en 2023. Si China continuase con la Covid-0, dicen desde Citigroup, […]
InternacionalDirigentes Digital
| 20 ene 2023
El final de la Covid-0, una política con un impacto negativo sobre la economía e ineficiente a largo plazo para prevenir contagios, ha dado sus últimos coletazos en China. El futuro primer ministro chino, Li Qiang, prometió recientemente que habrá una recuperación del crecimiento en 2023. Si China continuase con la Covid-0, dicen desde Citigroup, su PIB podría crecer solamente un 2%. Sin embargo, si consigue pasar página con la pandemia, el crecimiento económico chino se situará bastante por encima del 4%.
La pandemia del coronavirus ha causado graves problemas económicos durante 2022. Y, levantadas súbitamente las restricciones tras numerosas protestas ciudadanas a lo largo del país, todavía falta por saber cuánto puede sumar la factura sanitaria. Escoger solamente entre salvar el máximo número de vidas humanas o proteger la economía ha sido una dicotomía falaz. Se trataba, como han hecho todos los países del mundo, de proteger a las personas sin destruir su economía. Con la tasa de contagios disparada, en grandes capitales como Beijing, solo queda calcular los daños económicos, enfrentando una dura realidad sanitaria más o menos similar a la media mundial salvo que, por razones imponderables, las cifras de fallecidos continúen siendo extraordinariamente bajas.
Sin embargo, aceptando que la cifra de fallecidos por coronavirus en China es tan baja, ¿por qué se declararon entonces confinamientos draconianos si la letalidad del patógeno no era peligrosamente alta? Más allá de motivaciones políticas, como pretender demostrar una supuesta superioridad del sistema chino sobre otros países (especialmente EE.UU.), el daño autoinfligido sobre la economía china ha sido notable. La verdad sobre todo lo sucedido estos últimos meses, las motivaciones detrás de la Covid-0 (sin ninguna estrategia decidida para vacunar, precisamente, a los ancianos más vulnerables), será difícil conocerla con exactitud. Por tanto, antes de abordar cualquier análisis en esta coyuntura, todas estas son preguntas obligadas.
2022 será recordado como uno de los peores años para la economía china en décadas. Su crecimiento, ligeramente superior al 3%, quedará unos dos puntos porcentuales por debajo del potencial. Esto, en primer lugar, afecta al empleo, con un paro juvenil que llegó a alcanzar máximos del 20% este mismo verano.
El desempleo general está en máximos de los últimos cinco años. La renta disponible ha caído progresivamente desde 2020. La confianza del sector servicios, debido a los confinamientos, ha revelado pesimismo durante gran parte de 2022. La confianza del consumidor, relacionada con lo anterior, ha caído a plomo hasta mínimos históricos. Solamente las ventas minoristas, gracias al desarrollado ecosistema digital existente en China, han recuperado volúmenes previos a la pandemia de 2020. Y la inversión extranjera directa recibida por China, merced a un sector científico-tecnológico puntero, ha seguido avanzando dobles dígitos hasta superar ampliamente los cien mil millones de dólares también durante 2022.
La desaceleración económica ha sido visible, sobre todo, en una industria inmobiliaria tradicionalmente inflada. Las ventas de viviendas, en 2022, han retrocedido más del 20%. Y las nuevas construcciones lo hicieron casi un 40%, desde máximos, también durante 2022. Como resultado, los precios del sector inmobiliario han empezado a caer, especialmente en ciudades de segundo nivel como Harbing, Lanzhou, Wuhan, Dalian, Tianjin o Shijiazhuang. Sin embargo, en grandes capitales como Beijing o Shanghai, los precios todavía no han comenzado a caer. Ha habido una desaceleración evidente. Pero lo normal, en todo caso, será ver una estabilización de los precios inmobiliarios con un aterrizaje suave estos próximos años, como coinciden varios analistas chinos consultados por DIRIGENTES.
La venta de terrenos, especialmente los destinados a la construcción, representa un tercio del ingreso fiscal total para las administraciones locales. Y la desaceleración del sector, junto a unos gastos desorbitados estrechamente relacionados con la Covid-0, están ejerciendo una presión adicional sobre las finanzas públicas. La deuda pública total en China, considerando también la que está fuera de libros, asciende ahora mismo al 100% del PIB. La deuda total de los hogares apenas asciende al 60%. Y la deuda corporativa sigue siendo del 160%. Pero, de toda esta deuda empresarial, el sector inmobiliario apenas representa un 19%.
Si a corto plazo el riesgo se circunscribe a la Covid-0, aunque está siendo desmantelado progresivamente, es preciso considerar otros riesgos de naturaleza estratégica. En primer lugar, el riesgo demográfico, pues la población china también ha comenzado a menguar. Este siglo, según algunas estimaciones, se podría incluso reducir a la mitad. Tanto nacimientos como matrimonios están en mínimos históricos. Y los divorcios han alcanzado niveles máximos durante la pandemia. Este factor afecta sin duda a uno de los pilares del desarrollo económico chino hasta ahora: su abundante fuerza laboral. Y, volviendo a la cuestión inmobiliaria, esto podría seguir ejerciendo una presión bajista sobre la demanda futura del sector en China.
Otro riesgo a largo plazo sería el geopolítico. EE.UU., aprovechando el aislamiento de China durante la pandemia, ha ordenado restricciones en las transferencias tecnológicas al gigante asiático. Concretamente, EE.UU. está limitando las exportaciones de chips semiconductores para ser ensamblados en China, mientras presiona también a fabricantes estratégicos como la holandesa ASML. Uno de los objetivos es que China no desarrolle chips ni estándares propios (como sí sucedió con el 5G).
Otro objetivo, quizás secundario, sería evitar que China escale por la cadena industrial especializándose en actividades de alto valor añadido.
Y un último objetivo estratégico podría ser frenar el avance de China en tecnologías clave como la inteligencia artificial. Las importaciones chinas de chips semiconductores han descendido dobles dígitos en 2022. Y China, en consecuencia, ha denunciado a EE.UU. por esta práctica considerada política ante la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Según Alicia García Herrero, del banco Natixis, la economía china podría crecer un 5,5% durante 2023, si las autoridades ponen fin definitivamente al Covid-0, comentó a DIRIGENTES. A diferencia de otros países del mundo, además, China mantiene la inflación bastante bien controlada, en torno al 2%. Esto, en materia de política monetaria, da margen para seguir estimulando la economía. Aunque, por otro lado, las recientes subidas de los tipos estadounidenses tampoco permiten una flexibilización monetaria excesiva en China. Por otra parte, en materia fiscal, el déficit público chino ha ido suavizándose desde 2020. Y seguirá haciéndolo, probablemente, durante 2023. Otros motores del crecimiento económico en China, como la demanda exterior, también han comenzado a mostrar algunos signos de agotamiento. Si bien el volumen de comercio exterior ha seguido creciendo durante 2022, las cifras del último trimestre sobre exportaciones e importaciones han caído al terreno negativo, así como los precios a la producción. Una demanda externa más débil es, sin lugar a dudas, otro de los riesgos que enfrenta la economía china este 2023.