Nada más confirmarse la invasión rusa a Ucrania, algunos medios estadounidenses publicaron que China había dado su visto bueno al plan ruso “pero tras los Juegos Olímpicos de Invierno”. Los mismos medios, citando fuentes de inteligencia, también deslizaron que China estaba considerando enviar armas a Rusia. Y, desde el primer momento, China ha estado vinculada […]
InternacionalDirigentes Digital
| 18 may 2022
Nada más confirmarse la invasión rusa a Ucrania, algunos medios estadounidenses publicaron que China había dado su visto bueno al plan ruso “pero tras los Juegos Olímpicos de Invierno”. Los mismos medios, citando fuentes de inteligencia, también deslizaron que China estaba considerando enviar armas a Rusia. Y, desde el primer momento, China ha estado vinculada de una u otra forma al conflicto en Ucrania. De hecho, la invasión a Ucrania también ha tenido un cierto eco en Taiwán. Beijing considera que Taiwán es parte integral de China. El partido nacionalista taiwanés, refugiado en esta isla desde la guerra civil del 49, también reconoce que solo existe una sola China. Pero la actual presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, sigue amagando con declarar una independencia que desataría las hostilidades militares en China. EE.UU., tras varias visitas de alto nivel a Taiwán (realizadas o anunciadas en las últimas semanas), ha trasladado su tensión con Rusia hasta China. Janet Yellen, secretaria del Tesoro de EE.UU., también insinuó que cualquier movimiento chino contra Taiwán acarrearía sanciones similares a las impuestas sobre Rusia.
China está inmersa en un conflicto global que la enfrenta, junto con Rusia, a Estados Unidos. Y debe manejarse con cuidado en un escenario inestable. Ya desde 2015, las empresas chinas se vieron obligadas a cumplir con el régimen de sanciones estadounidenses contra Venezuela, afectando a compañías importantes como la petrolera CNPC. SINOPEC, solo unos años después, ha anunciado que suspende temporalmente sus inversiones en Rusia. Concretamente, una planta petroquímica en joint-venture con Sibur, objetivo de las sanciones occidentales. Y también ha suspendido otra inversión relacionada con el marketing de gas ruso. En total, 500 millones de dólares, para no enfadar a EE.UU. ni la UE. Occidente, en general, ha sido claro con China. Mientras siga la guerra con Rusia, han dicho tanto Washington como Bruselas, China no puede ni debe sacar ninguna ventaja. En Beijing saben que, de incumplir las sanciones, el precio a pagar sería bastante alto. Los bancos chinos podrían ver comprometido su acceso a sus propias reservas en dólares. Y las empresas industriales industriales chinas también afrontarían un acceso todavía más restringido a tecnologías occidentales críticas para su desarrollo. Rusia apenas representa el 2% del comercio mundial de China. La UE, sin embargo, suma un 25%.
Los inversores internacionales, ante la incertidumbre, están sacando su dinero de China. Durante el primer trimestre del año, salieron capitales netos valorados en seis mil millones de dólares, tanto bonos como acciones. Los inversores extranjeros en China, sin discriminar mucho entre sectores, han comenzado a acuñar el término “trampa de valoración”. Es decir, las firmas chinas son rentables, ofreciendo una buena rentabilidad a largo plazo. Pero, si son sancionadas por EE.UU. o la UE, estas acciones tendrían un valor considerablemente inferior. Los inversores, además del omnipresente “riesgo regulatorio”, también están teniendo en cuenta la guerra de Ucrania. Desde Taiwán, además, han salido unos 16 mil millones de dólares en los meses de febrero-marzo. Ucrania, junto con otros riesgos como la estanflación, también está haciendo bastante mella sobre los mercados del mundo emergente en este 2022.
Para muchas multinacionales chinas, según señalan algunos altos cargos a DIRIGENTES, el riesgo de continuar en Rusia es sobre todo reputacional. Si respaldan abiertamente a Rusia, señalan estas mismas fuentes, los consumidores occidentales podrían reaccionar en contra de las empresas chinas. Pero si optan por posicionarse a favor de Ucrania, cosa que Beijing no hace, la presión en China también aumentaría. El futbolista polaco, Robert Lewandowski, decidió recientemente romper un contrato de patrocinio que había firmado con la tecnológica china Huawei. Según informaciones periodísticas, Huawei habría dado soporte técnico a Rusia para defenderse de los ciberataques recibidos por haber invadido Ucrania. Sin embargo,
existen otras empresas, como Didi o Lenovo, que dieron marcha atrás tras anu
La respuesta, teóricamente, es afirmativa. El riesgo regulatorio, de alguna manera, también está relacionado con las tensiones geopolíticas antes comentadas. Didi, el equivalente a Uber en China, representa mejor que nadie esta desconfianza geopolítica. Obligada a compartir información considerada demasiado sensible con la SEC de EE.UU., Beijing decidió que no podía seguir cotizando en Nueva York. Para “convencer” a la compañía, además, el gobierno chino ordenó retirar las nuevas descargas de su aplicación. Y, hasta diciembre del pasado año, Didi publicó unas pérdidas totales valoradas en 6.300 millones de dólares. En junio, Didi salió a bolsa con un valor de 14 dólares, pero ahora apenas vale 2. La desconfianza China-EE.UU. también tiene otra derivada interesante dentro del sector de los semiconductores que afecta directamente a otro valor habitual en las carteras occidentales: Alibaba. Multas, salidas a bolsa frustradas o directrices políticas sobre su negocio llevan tiempo lastrando los fundamentales de Alibaba. Beijing, por ejemplo, la “invitó” a desarrollar semiconductores para reducir su dependencia de EE.UU. en áreas como el denominado Internet of Things (IoT). La salida a bolsa de su división financiera en EE.UU., Ant Financial, también fue abortada desde China. Y las recientes regulaciones antimonopolio habrían reducido su cuota de mercado un 50%. Los beneficios de Alibaba, durante los tres primeros meses del año fiscal finalizado en marzo, se desplomaron un 60%. Y todo esto, en definitiva, ha hundido su valor por debajo de los fundamentales.
En octubre de 2020, la acción alcanzó los 300 dólares, cuando ahora solo vale 100. Además, debido a todas las preocupaciones detalladas anteriormente, el martes 15 de marzo se desplomó hasta los 74 dólares. Horas después, sin embargo, tras un mensaje conciliador del gobierno chino (anunciando que reducía la presión regulatoria sobre el sector tecnológico), regresó al nivel de los 100 dólares. El riesgo regulatorio, o geopolítico, no invita a invertir “alegremente” en las empresas tecnológicas chinas, señalan algunos gestores consultados por DIRIGENTES. Sin embargo, el ecosistema científico- tecnológico chino atraviesa un momento dulce ahora mismo. Huawei ha ascendido hasta el quinto puesto de patentes registradas en Estados Unidos. Y el capital extranjero suministrado a la economía china ha alcanzado un nuevo máximo histórico: 181 mil millones de dólares. Los fondos extranjeros dirigidos al sector tecnológico chino, específicamente, han crecido un 17,1%.
Para China, tanto su alianza estratégica con Rusia como la controvertida política de COVID- 0 son cuestiones determinantes a considerar antes del XX Congreso que se celebrará en octubre. La legitimidad del régimen chino ante sus propios ciudadanos, presionado por EE.UU., es lo que está en juego. La ONU, ahora mismo, está realizando una investigación sobre los derechos humanos en Xinjiang, donde EE.UU. acusa a China de estar perpetrando un “genocidio”. El resultado del informe, junto con la posición final de China sobre Rusia, dibujarán un escenario internacional más hostil o menos. Acercarán un escenario de sanciones contra China. O lo alejarán. Todo esto determinará, también, si la comunidad internacional se fragmenta en una lógica de bloques. O si, como sería deseable, la globalización no termina de revertirse del todo. La política de COVID-0, si afecta a los suministros, también ejercerá presión sobre China en el medio plazo. Las llamadas occidentales al “re-shoring”, o “near-shoring”, pueden hacerse más persistentes. Y todo esto, junto con otros muchos elementos de incertidumbre geopolítica, seguirá poniendo a prueba al mundo tal como lo hemos conocido hasta la aparición del COVID-19 en 2020.nciar que suspendían temporalmente sus operaciones en Rusia.