Tras seis años de ausencia, vuelve a haber un representante español en uno de los seis puestos del BCE, Luís De Guindos. Lo hará a partir de hoy como vicepresidente del Banco Central Europeo, que también le servirá para redimirse de su derrota en la carrera para alcanzar la presidencia del Eurogrupo en 2015, de […]
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| 04 jun 2018
Tras seis años de ausencia, vuelve a haber un representante español en uno de los seis puestos del BCE, Luís De Guindos. Lo hará a partir de hoy como vicepresidente del Banco Central Europeo, que también le servirá para redimirse de su derrota en la carrera para alcanzar la presidencia del Eurogrupo en 2015, de la cual salió vencedor el holandés Jerome Dijsselbloem.
Así, asumirá su cargo coincidiendo con el vigésimo aniversario de la entidad y para convertirse en el cuarto vicepresidente de la historia del BCE, un puesto que ocupará durante ocho años sin posibilidad de ser reelegido.
Aunque no existe una lista específica de funciones para el vicepresidente, desde 2016 se atribuye la responsabilidad de las políticas de estabilidad financiera. De Guindos recibirá sus ocupaciones del Comité Ejecutivo, que decide qué competencias asume el vicepresidente dependiendo de sus características.
Por otra parte, le corresponderá asegurar que esta institución cumple con todas sus funciones y por tomar parte en las decisiones de los dirigentes del organismo. En concreto, de Guindos asumirá la responsabilidad de ejercer la presidencia cuando Mario Draghi se encuentre ausente, además de dar explicaciones a los medios de comunicación después de las reuniones sobre política monetaria.
Con la toma de poder del último ministro de Economía español, la cuarta potencia de la zona euro recupera parte de la influencia perdida durante la crisis. De Guindos ejercerá el cargo durante ocho años no renovables para restablecer el peso de España en las decisiones de la Unión Europea, algo que no cuenta con el beneplácito de todos los miembros.
De Guindos se impuso tras partir como favorito ante el otro candidato, el Gobernador del Banco de Irlanda, Philip Lane. Además, contó con la retirada del irlandés, además de los apoyos públicos de Eslovaquia, Letonia, Malta y Portugal, y con el apoyo sobreentendido de Francia y Alemania. Para ser elegido eran necesario al menos el apoyo de 14 países de las 19 naciones que componen la zona euro y que representaran el 65% de su población.