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De la morosidad a las fusiones, la banca europea se mueve

En Europa, la crisis económica iniciada con el estallido subprime en la orilla occidental del Atlántico supuso un antes y después. Las cifras hablan por sí solas. Diez años después de la bancarrota de Lehman, el viejo continente tiene un 30% menos de entidades financieras, en los bancos trabajan 400.000 personas menos y el proceso […]

Internacional

Dirigentes Digital

08 nov 2018

En Europa, la crisis económica iniciada con el estallido subprime en la orilla occidental del Atlántico supuso un antes y después. Las cifras hablan por sí solas. Diez años después de la bancarrota de Lehman, el viejo continente tiene un 30% menos de entidades financieras, en los bancos trabajan 400.000 personas menos y el proceso continúa en la búsqueda de la eficiencia y la rentabilidad. El año pasado se redujeron en un 5% las entidades presentes y Alemania, Italia, Hungría o Austria lideraron esta consolidación.

Ha habido una concentración extraordinaria del sector que, sin embargo, no evita la fragmentación del mercado. “El 86% de lospréstamos bancarios de la zona euro a empresas y hogares fue doméstico en 2017. Y la consolidación transfronteriza, que es unaforma de aumentar los préstamos, ha alcanzado recientemente mínimos históricos”, advirtió recientemente Mario Draghi, presidente del BCE. Las fusiones entre entidades son domésticas y no europeas.

La consolidación va en paralelo a la introducción de la Unión Bancaria para supervisar de manera conjunta a más de cien entidades con el 80% de los activos bancarios de la eurozona. Todo ello con unas entidades que operan desde hace años en un entorno de tipos ultrabajos que destroza los márgenes de su principal negocio, el crédito a la economía real. Y el legado de la crisis en sus entrañas sigue siendo una montaña milmillonaria de morosidad.

EL AGUJERO DE LA MOROSIDAD

La morosidad bancaria en la UE alcanza 800.000 millones de euros, el 3,7% de los préstamos a cierre de 2017. Es menos de la mitad del pico alcanzado en 2012 y está en línea con la media mundial. Para la European Banking Federation, sólo una fracción de los préstamos impagados ofrece complicaciones, entre 150.000 y 200.000 millones, lo que para la Federación Bancaria Europea “no es un problema tan grande como solía ser” y ha dejado de ser “un problema específico europeo”. Su Jefe de Supervisión, Gonzalo Gasos, asegura que “los bancos europeos claramente están realizando progresos significativos con los NPLs (non-performing loans, préstamos morosos en inglés), pero que queda margen para la mejora”.

Italia llegó a acumular más del 25% de los préstamos morosos en la UE y ahora lidera la limpieza de los balances bancarios. Monte dei Paschi se ha deshecho de 50.000 millones problemáticos en el último semestre y UniCredit de otros 17.700 en una venta hace un año a Pimco. No todo es positivo ya que hace también un año el sector trasalpino volvía a preocupar en Europa ante las debilidades de MdP para fortalecer su capital y las liquidaciones de Banca Popolare de Vicenza y de Veneto Banca.

Los bancos italianos no quieren estar señalados y por eso cierran ventas de grandes carteras de NPLs a inversores hambrientos de retornos atractivos en un entorno de tipos ultra bajos. Como apunta Paolo Manasse, profesor de Macroeconomía en la Universidad de Bolonia, “hemos tenido reformas recientes y todas las pequeñas quiebras que ha habido fueron por un problema serio de interferencia política, en pequeñas entidades regionales con corrupción, créditos a familiares, o mala gestión”.

REESTRUCTURACIONES A MEDIAS

Monte dei Paschi fue nacionalizada precisamente por la debilidad de su capital. Su volumen de préstamos morosos la hacían inviable sin un programa de reestructuración con pérdidas a los acreedores, un bail-in con recursos propios como exigen las normas de la Unión Bancaria. El gobierno italiano se negó para que miles de familias del país no perdiesen gran parte de sus ahorros y, a cambio, se recapitalizó con dinero público.

El gobierno italiano controla actualmente el 68,2% de la cuarta mayor entidad del país y tiene previsto completar la venta de su participación para 2021. Es el objetivo pactado con la Comisión Europea, pero desde el nuevo gobierno de coalición no cesan las voces pidiendo que permanezca como banca pública desde la que impulsar préstamos a familias y Pymes. Está por ver si en Italia hay una nueva oleada de fusiones, pero la consolidación bancaria es imparable en otras regiones. La gran operación está en marcha en Alemania, de nuevo arrecian los rumores de fusión entre Deutsche Bank, el principal banco del país, y Commerzbank, su inmediato rival. Según el semanario Der Spiegel el CEO de Commerzbank, Martin Zielke, habría dicho que “la haría [la fusión con Deutsche] mejor hoy que mañana”. Desde la primera entidad financiera germana aseguran que no entra en sus planes para los próximos 18 meses. El gobierno alemán, que posee el 15% de Commerzbank desde su rescate público durante la crisis, también ha filtrado el visto bueno a la operación.

La fusión implicaría una evidente concentración de mercado. Desde la Comisión Europea, el departamento de Competencia que dirige Margrethe Vestager, debería analizarla. “No damos ninguna indicación de quién puede o no fusionarse, nosotros nos fijamos en lo que ocurre para el consumidor”, ha salido al paso la propia Vestager ante los rumores. Preguntado sobre este proceso de consolidación, el economista Paolo Manasse responde a Dirigentes que “tener grandes bancos puede ser relativamente bueno siempre que se cuente con una supervisión que evite que no vayamos hacia negocios no regulados, la cuestión es si podemos obtener los beneficios de la eficiencia”. O dicho de otra manera: “si el consumidor puede acudir a otros operadores, si se produce un aumento de los precios con la fusión de los negocios, si hay menos oferta o si se frena la innovación”, según Vestager.

La Unión Bancaria está creando entidades too big to fail, demasiado grandes para caer, sistémicas, un riesgo que Manasse no niega. “Con las reformas bancarias, y pensando en algunas aglomeraciones que se han producido en muchos sectores, existe el riesgo de ir demasiado lejos y copiar el modelo americano, que mostró bastantes problemas”, señala el italiano.

UNA ARQUITECTURA EUROPEA INCIERTA

Los riesgos para los bancos en Europa pasan también por la construcción incompleta de la Unión Bancaria. En la eurozona funciona el pilar de la vigilancia centralizada, el Mecanismo de Supervisión independiente dentro del BCE; también existe el Mecanismo de Resolución para entidades inviables, con su venta, reestructuración o liquidación ordenada. Este segundo pilar no es tan sólido como parece a falta de un Fondo de Resolución con suficiente dinero para encajar la quiebra de una entidad importante en la eurozona. Su backstop sólo alcanza los 25.000 millones de euros, insuficiente para evitar un Lehman europeo. Más problemático todavía es la ausencia del tercer pilar, un Fondo Europeo de Garantía de Depósitos, el EDIS. “No tiene sentido”, cree el eurodiputadosocialista Jonás Fernández, teniendo en cuenta la gestión común de los otros dos. Los depósitos están garantizados por seguros nacionales pero, explica Fernández para Dirigentes, “ante un problema en una entidad bancaria el responsable sería el gestor y también el supervisor por no haberlo detectado”. Fernández trabaja en la negociación del EDIS dentro del Comité de Economía de la cámara europea y reconoce que “la negociación tiene problemas serios en el Consejo y en el Parlamento”.

Las perspectivas de pactar este otoño un calendario definitivo para su entrada en vigor progresiva no son halagüeñas. El EDIS está encallado en las reuniones de los ministros de Economía de la zona euro porque Gobiernos como Alemania, Finlandia, Holanda o Austria recelan de un mismo sistema de garantías para sus depósitos que para los griegos, italianos, españoles o portugueses. Y exigen un mayor saneamiento de las entidades del sur, tanto de los préstamos morosos como de la deuda soberana.

Las entidades italianas acumulan un 11% del papel emitido por su Tesoro, las portuguesas un 15% y en Malta, otro socio que experimentó un rescate europeo, los bancos tienen en cartera un 10% de su deuda pública. El escenario de tipos bajos en la eurozona no favorece la rentabilidad de estas inversiones en los balances. El BCE no tiene previsto subirlos hasta el 2020 y el drenaje de su Quantitative Easing será lento.

Dos años más para operar en un entorno difícil, sin completar la Unión Bancaria y para aguantar en el mercado las tensiones que surjan entre gobiernos como el italiano, Bruselas y los inversores.

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