En el actual escándalo de Credit Suisse (CS) está bien saber que Suiza sanciona a los medios de comunicación nacionales que informan sobre revelaciones de sus entidades financieras basadas en datos hackeados. Algo que atenta, según organizaciones como “Reporteros sin fronteras”, claramente contra la libertad de prensa en un país que pretende ser referente en […]
InternacionalDirigentes Digital
| 23 feb 2022
En el actual escándalo de Credit Suisse (CS) está bien saber que Suiza sanciona a los medios de comunicación nacionales que informan sobre revelaciones de sus entidades financieras basadas en datos hackeados. Algo que atenta, según organizaciones como “Reporteros sin fronteras”, claramente contra la libertad de prensa en un país que pretende ser referente en democracia y nunca ha participado activamente en una guerra. Desde 1815, mantiene su estatus de neutralidad pero parece que detrás de los muros de los secretos bancarios sigue habiendo muchas guerras de otro tipo. Actualmente, una fuente anónima ha filtrado información sobre 30.000 clientes de CS en todo el mundo. En base a estos datos, medios internacionales han relevado que el prestigioso banco suizo aceptó a delincuentes como clientes. Este resumen surge de una extensa investigación realizada por un grupo de más de 40 medios de comunicación internacionales, incluidos el “New York Times”, el “Guardian” y el “Süddeutsche Zeitung”. En principio no es ninguna acusación nueva para CS pero el banco niega cualquier culpabilidad: “La presentación (…) se basa en información incompleta, inexacta o selectiva sacada de contexto, lo que conduce a interpretaciones sesgadas de la conducta comercial del banco”, dice CS.
Las últimas revelaciones son agua para el molino de muchos críticos de la cultura corporativa de este banco que enfrentó recientemente cargos de lavado de dinero ante el Tribunal Penal Federal de Suiza. Se dice que ayudó a un narcotraficante búlgaro a lavar dinero. “Se usa la protección de datos como excusa para no dañar un negocio que sigue siendo esencial para el país,” advierte Javier Rivas, docente del EAE Business School en Madrid. Esto, al mismo tiempo, hace que entidades como UBS y CS sean cada vez más el objetivo de hackers éticos. Aunque Suiza no participa en guerras, las fomenta con su opaco sector bancario, creen los críticos. “El problema es que esta creciente falta de confianza por parte de ricos y criminales que empiezan a temer estos “whistleblowers” fomentan maneras alternativas de pago como a través de criptomonedas que no están reguladas y facilitan, por su naturaleza, negocios oscuros a mayor escala”, dice Rivas. A los bancos les gusta que haya surgido esta alternativa pero, simultáneamente, ve los enormes peligros que conlleva: “La tecnología blockchain posibilita que se lleva a cabo un negocio entre dos personas sin que nadie se entere sobre su contenido.” Es justo en Suiza donde está ubicado uno de los centros en conocimiento blockchain en Europa liderado por universidades suizas como la ETH.
Rivas cree que a Suiza le falta una revolución bancaria y ciudadana para cambiar la situación actual. En España había hace 15 años una enorme corrupción política en las Cajas de ahorro que provocó, entre otras cosas, una burbuja inmobiliaria que causó una crisis financiera en el sistema. En consecuencia, se ha reestructurado y concentrado el sector. En Suiza, igual que en Alemania, esta limpieza del mercado bancario no ha tenido lugar, Ni siquiera se exige por el ciudadano suizo que debe estar harto de la imagen que se trasmite de su país con estos constantes escándalos en los bancos nacionales: “Creo que es por el alto peso que tiene el sector financiero en la economía. Se ha flexibilizado el secreto bancario pero sigue siendo un muro para investigaciones independientes como las que han hecho ahora medios de comunicación de otros países,” dice Rivas.
De todos modos, da igual en que país democrático estén operando los bancos, cuando detectan dinero de un origen poco claro que podría provenir de delitos penales o servir para tales propósitos, deben informar de estas transacciones a las autoridades. Los bancos suizos no son los únicos que no respetan esta regla. Deutsche Bank también ha sido implicado en asuntos de este tipo y también los bancos españoles. Ya en 2018 la supervisión suiza Finma advirtió sobre el riesgo de lavado de dinero en los países en desarrollo y se quejó de graves deficiencias en el Credit Suisse. Mientras tanto, el banco suizo sigue la narrativa de hacer bien las cosas: “Detrás de las afirmaciones de algunos medios obviamente hay una acción concertada con la intención de desacreditar no solo al banco sino a todo el centro financiero suizo, que ha cambiado fundamentalmente en los últimos años.”
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