En el juego de ajedrez de la geopolítica mundial, la UE y EEUU están disputando una partida sobre el tablero iraní. Las medidas impuestas por Donald Trump suponen un impacto negativo para los intereses del viejo continente, que tiene en Teherán a un socio comercial y uno de sus diez mayores proveedores de petróleo. El […]
InternacionalDirigentes Digital
| 15 jun 2018
En el juego de ajedrez de la geopolítica mundial, la UE y EEUU están disputando una partida sobre el tablero iraní. Las medidas impuestas por Donald Trump suponen un impacto negativo para los intereses del viejo continente, que tiene en Teherán a un socio comercial y uno de sus diez mayores proveedores de petróleo.
El pecado original de los Balcanes es de naturaleza geopolítica. La cita atribuida al primer ministro británico, Winston Churchill, durante las negociaciones con la Unión Soviética para el reparto de Europa Oriental tras la Segunda Guerra Mundial se completaría con otras famosas palabras suyas en el mismo contexto, “generan más historia de la que puede consumir”.
Europa y Estados Unidos juegan en Irán una batalla dentro del gigantesco tablero de Oriente Medio y las dos premisas churchelianas se cumplen. Hay un pecado original de naturaleza geopolítica por los intereses enfrentados de los socios trasatlánticos. El viejo continente ambiciona estabilidad en su puerta trasera suroriental y el importante negocio petrolífero y gasístico abierto para sus energéticas y el comercial para todas sus empresas. Washington, sin embargo, que no depende de esos yacimientos, sólo ve en la recuperación económica y política de Irán un creciente pulso a sus socios tradicionales, Israel y Arabia Saudita.
Oriente Medio también genera más historia y tensiones de las que consumen los lentos tiempos de la diplomacia. La República Islámica sostiene a la dictadura siria de Bachar al Asad consiguiendo así una punta de lanza desde donde propagar su chiismo rival de los sauditas y su enfrentamiento con Israel. Dos factores que han impactado en un acuerdo nuclear negociado durante años hasta su firma en Viena un 14 de julio de 2015 entre la UE, Estados Unidos, Rusia, China y también de manera independiente el Reino Unido, Francia y Alemania, para orientar el programa nuclear iraní hacia fines pacíficos.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cree que las sanciones y una postura militar agresiva han forzado a Corea del Norte a sentarse a negociar sobre su programa nuclear y de mísiles balísticos y, ahora, replica el movimiento con Irán reinstaurando las sanciones suspendidas en 2015. El sector de la aviación civil y los acuerdos para intercambiar divisas iraníes o metales preciosos contarán con un plazo de 90 días, contando desde el 8 de mayo que Trump firmó su orden presidencial, antes de sufrir la reimposición de las sanciones. Será en la primera tanda. La segunda entrará en vigor en 180 días desde esa fecha, afectando al sector petrolífero y de los hidrocarburos, al bancario o las navieras.
Los temblores de Irán en la economía europea
“Ahora el acuerdo ha entrado es una zona gris. Hay tiempo todavía para movimientos de última hora”, apunta Luigi Scazzieri, investigador del think tank Centre for European Reform, porque “las sanciones no serán reintroducidas inmediatamente”. La Casa Blanca aplica el principio de extraterritorialidad de las leyes estadounidenses para sancionar a empresas extranjeras que trabajen en países bajo embargo, si éstas también tienen vínculos comerciales con Estados Unidos o si utilizan dólares en sus transacciones, lo que perjudica de lleno en compañías europeas.
“La decisión del presidente Trump es perjudicial en todos los aspectos, es políticamente perjudicial, conlleva riesgos militares y es económicamente inaceptable”, reaccionó Pierre Moscovici, Comisario de Economía, en una televisión francesa tras la reinstauración de las sanciones. A Moscovici se le pueden venir abajo sus últimas previsiones económicas para la UE poco más de un mes después de haberlas publicado, porque el caso iraní ha puesto el petróleo Brent en niveles de 2014. La Comisión prevé que la zona euro crezca un 2,3% este año y un 2% en 2019 pero lo hace con precio del Brent a 67,7 dólares el barril para 2018 y 63,9 dólares para el próximo ejercicio.
Europa además se juega perder a su décimo proveedor de petróleo del planeta. Irán superó a Argelia en 2017 y aporta el 4,7% del volumen total de importaciones de crudo de los países de la Unión. Si el oro negro mantiene un repunte progresivo puede frenar el crecimiento económico y empujar al alza los precios, un doble problema del que alerta para Dirigentes el Presidente del Instituto IFO, Clemens Fuest. “Tendremos que gastar más en petróleo, lo que creará una inflación mayor en la eurozona, y eso podría tener un impacto en la política del BCE”, alerta Fuest.
Las fluctuaciones en el precio del petróleo son un riesgo incorporado en las previsiones de organismos y ministerios de Economía, así que el Presidente del IFO prefiere mantener la calma, explica, ante “la actual oferta de petróleo y porque pienso que si el precio se mantiene entre 70 y 80 [dólares el barril], el impacto será relativamente bajo”. El gobierno español prevé que con un Brent a 75 dólares, cifra superada ya principios de mayo, el PIB se frene siete décimas y haya 150.000 empleos menos. A 82 dólares, el escenario sería peor, con un crecimiento hasta 2021 casi cuatro puntos inferior y medio millón menos de contrataciones.
Multinacionales y Pymes, perjudicadas por las sanciones
Los intercambios con Irán se han disparado en los últimos años. El comercio bilateral de bienes rozó en 2017 los 21.000 millones de euros, tres veces más que en 2015; el de servicios, todavía una décima parte del anterior, crece de manera sostenida; mientras, los intercambios de Estados Unidos con la República Islámica son insignificantes, entre 200 y 300 millones de dólares anuales de media durante esta década.
Comparadas con las de alguna de las principales economías europeas, las cifras estadounidenses son ridículas. Las exportaciones de Alemania llegaron a 3.000 millones de euros en 2017, las italianas a 1.700 millones de euros, y las ventas francesas prácticamente se triplicaron entre 2015 y 2017, hasta 1.500 millones de euros. El negocio es protagonizado en gran parte por las pequeñas y medidas empresas. “En Irán hay una red de Pymes europea muy activa, aunque es difícil cuantificar el importe de su negocio”, dicen desde el Banco Europeo de Inversión, el BEI. Las germanas, de Austria, Suecia o Dinamarca lideran este desembarco, más allá de los proyectos de multinacionales.
Los jugosos contratos firmados en estos dos años por gigantes europeos están ahora severamente amenazados. Airbus tenía una venta de 100 aviones a la aerolínea de bandera iraní, incluidos doce superjumbos A380. De momento, sólo ha entregado tres aparatos, ninguno de ellos del modelo estrella. El CEO de Siemens, Joe Kaeser, resumió el grado de incertidumbre que viven las empresas con negocios en Estados Unidos. “Somos una empresa global, tenemos intereses y también valores y tenemos que llegar a un equilibrio entre ambos”, lamentó Kaeser sobre el impacto de las posibles sanciones si siguen haciendo negocios con Irán.
Empresas como Peugeot-Citroen, Renault o la petrolera italiana Eni, presentes a ambos lados del Atlántico, sufrirían más las sanciones estadounidenses a partir del 6 de agosto, cuando la segunda ronda entre en vigor, por el principio de extraterritorialidad. La francesa Total parará su inversión en el proyecto gasístico con la china CNPC donde ya había destinado 40 millones de euros de una inversión conjunta por 5.000 millones en los próximos años.
Clemens Fuest relativiza el impacto para estas grandes empresas por tener que frenar sus planes de expansión en Irán. “Hay algunos acuerdos que se estaban preparando y que ahora se perderán o pospondrán, pero son cantidades pequeñas de dinero”, insiste para Dirigentes el presidente del IFO.
El abrazo del oso del amigo americano
La paciencia de Bruselas con el inquilino de la Casa Blanca, feliz en los primeros días del brexit y que abandonó el Acuerdo de París contra el Cambio Climático, se ha agotado. La de Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, hace tiempo. “Con amigos así quién necesita enemigos”, exclamó en la Cumbre Europea de Sofía donde la UE lanzó una batería de medidas legales y financieras para protegerse de las sanciones estadounidenses y premiar a Irán por mantenerse en el acuerdo nuclear.
Es el dinero, como dijo un asesor del expresidente Bill Clinton, y los europeos empezaban a ganarlo. La Comisión actuará en tres frentes. Primero, con un mecanismo de 1996, el Estatuto de Bloqueo, diseñado entonces para sortear el embargo de Cuba, y con el que evitar que las empresas europeas frenen sus negocios con Irán, como exige Trump. Deberán notificar a las autoridades comunitarias cualquier requisito extranjero contra sus intereses comerciales, quedando eximidas de cumplirlos. Bruselas no reconocerá la jurisdicción de una corte fuera de la UE que procese a sus empresas por las sanciones estadounidenses y les garantiza el derecho de exigir daños si sufren las sanciones estadounidenses.
Segundo, por primera vez en la historia, el BEI ofrecerá financiación en Irán vía préstamos, especialmente a las Pymes, para invertir y desarrollar proyectos allí al convertirse en un “país elegible” dentro del mandato exterior del BEI. Esta medida se completa con una tercera, la petición a los Estados Miembros de la UE para que paguen directamente al Banco Central de Irán, garantizando a sus autoridades los ingresos por las ventas de crudo. Las empresas europeas estarían a salvo de las sanciones al no utilizar dólares para esas transacciones.
Seguridad jurídica y apoyo económico, es la primera estrategia defensiva de Bruselas ante la ofensiva unilateral de Washington en Oriente Medio. “Francamente”, dice Tusk, “la UE debería estar agradecida. Gracias a Trump nos hemos deshecho de todas las ilusiones. Si necesitamos una mano, la encontraremos al final del brazo”. Tras todos los desplantes en año y medio de mandato del empresario neoyorkino, los europeos responden al America First con un Europe first. En juego hay miles de millones.