En las grandes ciudades, para empezar, el gas va a acaparar un 10% del consumo total antes de 2020. Para entonces, se posicionaría como la primera fuente energética en China, con un consumo aproximado ligeramente inferior a los cuatrocientos mil millones de metros cúbicos. Esto representaría un incremento del 90% con respecto a 2015. El […]
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| 25 ene 2019
En las grandes ciudades, para empezar, el gas va a acaparar un 10% del consumo total antes de 2020. Para entonces, se posicionaría como la primera fuente energética en China, con un consumo aproximado ligeramente inferior a los cuatrocientos mil millones de metros cúbicos. Esto representaría un incremento del 90% con respecto a 2015.
El principal producto es gas natural, suministrado tanto por tubería como licuado, importado en una proporción del 40% hacia 2030. Las previsiones del gobierno pasan por llegar a importar 240 mil metros cúbicos en 2030 (un 40% más si comparamos este valor con lo esperado para 2020). Y, entre todas estas cantidades, la cuota anual del gas natural licuado importado ascendería a los 75 mil millones de metros cúbicos en 2030.
En materia de transporte, tanto terrestre como marítimo, los chinos aspiran a una sustitución completa del petróleo por gas natural. Entre 2010-15, las emisiones de CO2 se redujeron en casi cinco mil toneladas. Y los automóviles impulsados por gas natural pasarán de 1,5 hasta casi 5 millones en 2030. Dentro del periodo 2010-15, tanto la red de gaseoductos como las estaciones para echar fuel-gas al coche han duplicado su extensión. Los primeros, han pasado de 355 a 640 mil kilómetros. Y las estaciones, ahora mismo, son casi 6.000 (un tercio alimentadas con GNL).
China es, actualmente, el segundo importador mundial de GNL tras Japón. Los chinos cuentan con 18 terminales, donde pueden importar 60 millones de toneladas anualmente, si bien su utilization rate es anormalmente baja: apenas del 50%. Se van a construir más terminales, incrementando la oferta de gas natural importado. Pero continúa existiendo un déficit notable de gaseoductos, sobre todo al norte del país, lo cual limita la cobertura en las zonas rurales (apenas supera el 75%).
Pekín busca seguridad en el suministro, sobre todo, garantizándolo en todas las áreas rurales de China (conectividad). Y, por otro lado, incrementar la eficiencia de los procesos productivos del gas, garantizando su sostenibilidad medioambiental. Uno de los objetivos, por tanto, es llevar GNL a las regiones más remotas mediante nuevos gaseoductos. El LPG, aunque parece condenado a un uso marginal, está expandiéndose con relativa rapidez por las áreas rurales (todavía claramente dependientes del carbón).
Otros problemas del mercado gasístico chino pasan por un deficiente mantenimiento de las tuberías, infraestructuras mal planificadas, mercados ilegales (butano) o enormes diferencias en precios vinculados a servicios prácticamente idénticos. Las reservas chinas de gas, por otra parte, difícilmente alcanzarán el 10% sobre su consumo total anual en 2020. Un punto positivo, sin embargo, es la buena conectividad que plantea China con gaseoductos llegados desde Rusia, Turkmenistán o el Índico (mediante Belt & Road). Y, desde una dimensión simbólica, que la propia patronal china del gas esté presionando para abrir este mercado al sector privado (fundamentalmente, el extranjero).