Las alarmas se han encendido en los diferentes niveles de Europa. Desde el Banco Central Europeo (BCE) se ha vuelto a apostar una baza para relanzar el crecimiento, mientras que se solicita que en el plano fiscal se tome ejemplo y se tomen medidas para hacer frente a la desaceleración que avanzan todo tipo de […]
InternacionalDirigentes Digital
| 12 nov 2019
Las alarmas se han encendido en los diferentes niveles de Europa. Desde el Banco Central Europeo (BCE) se ha vuelto a apostar una baza para relanzar el crecimiento, mientras que se solicita que en el plano fiscal se tome ejemplo y se tomen medidas para hacer frente a la desaceleración que avanzan todo tipo de organismos.
El FMI cifra el crecimiento de 2019 en Europa en el 1,4%, la tasa de avance más baja desde 2013, que además supone una caída considerable con respecto al 2,3% de 2018. No obstante, se espera que 2019 suponga el punto más bajo de la desaceleración, dado que se pronostica que en 2020 la expansión económica europea alcance el 1,8%.
El contexto plantea dos situaciones diferentes para las economías más y menos consolidadas del continente. Por un lado, las economías avanzadas verán como el crecimiento de su PIB se reduce al 1,3%, mientras que las emergentes, si se excluyen Rusia y Turquía, crecerán un 3,7%.
Es preciso explicar que estos dos países sufren sus propias circunstancias. Mientras que en Rusia el crecimiento se moderará al 1,1% desde el 2,3% del año 2018, Turquía apenas crecerá dos décimas este año, 2,6 puntos porcentuales menos.
La exclusión de estos dos países deja un panorama favorable para el resto de emergentes y, a la vez, una vía de escape para las economías avanzadas. De hecho, estados como Hungría (4,6%), Rumanía o Polonia (ambas 4%) crecerán por encima del 4%, en una dirección muy distinta a la de la Europa avanzada. De ahí que el FMI afirme que en estos países “la situación sigue siendo buena y el crecimiento vigoroso”.
Cuestiones como el brexit o la guerra comercial han tenido un impacto más reducido en comparación con la Europa occidental. En ese sentido, el debilitamiento mundial se ha contagiado a sectores vitales en el continente, como es el manufacturero, en especial el de producción de maquinaria y equipos de transporte.
El FMI habla de “efectos de contagio” en las economías desarrolladas, relacionados con la incertidumbre en el comercio y la moderación de la confianza empresarial. En esa línea, el sector servicios también ha comenzado a notar estas incertidumbres, a pesar de su dinamismo. De momento, una de las palancas que ha mantenido a flote el crecimiento en Europa es el consumo privado.
Desde el punto de vista de este organismo, la estabilidad del mercado de trabajo ha resultado clave para afianzar la demanda y el consumo. No obstante, aunque los datos de desempleo son similares a los anteriores a la crisis, el aumento de la demanda de mano de obra “también se ha desacelerado desde comienzos de año”.