Mientras que en las economías desarrolladas los costes logísticos alcanzan alrededor del 8% del PIB, en América Latina se elevan hasta el 26%. Es el resultado, por un lado, de producir en una región desigual, con niveles de desarrollo muy distinto y, por otro, de que la falta de coordinación y las ineficiencias lastran las […]
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| 25 oct 2018
Mientras que en las economías desarrolladas los costes logísticos alcanzan alrededor del 8% del PIB, en América Latina se elevan hasta el 26%. Es el resultado, por un lado, de producir en una región desigual, con niveles de desarrollo muy distinto y, por otro, de que la falta de coordinación y las ineficiencias lastran las cadenas logísticas de esa zona del mundo.
Esa problemática supone un lastre importante para la productividad suramericana, que empieza por la falta de desarrollo de los puertos, de las interconexiones entre polos logísticos, además de la ineficiencia de los pasos fronterizos, entre otras causas. La solución en una palabra es innovación, convertir los puntos débiles en puntos fuertes del ecosistema productivo del subcontinente.
En ese caso concreto, instituciones como CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) apuestan por fomentar corredores logísticos, pero son conscientes de que la innovación en el resto de áreas es fundamental. Y para conseguir esos objetivos se necesitan inversiones con los obstáculos existentes para acceder al crédito y con un desarrollo financiero deficiente en la mayoría de los países de América Latina, según el FMI.
Las dificultades en ese sentido se manifiestan en diversas ramificaciones. Una de ellas es que existe una peor selección de empresas en las economías, además de que predominan las empresas pequeñas, que a su vez tienen menos capacidad para invertir y apostar por la innovación.
Las instituciones latinoamericanas tienen por delante el desafío de dar lugar a esas innovaciones que, en último término, redundan en la productividad. Es por ello que el sistema financiero debe adaptarse a las circunstancias de la región y del momento. Por ejemplo en Brasil, la adecuación de aspectos regulatorios de la bancarrota ha mejorado el sistema de crédito de la mayor economía de América del Sur.
Asimismo, existe un aspecto que puede reportar importantes frutos al tejido empresarial suramericano. Se trata de la educación financiera, que redunda en una mejora de la utilización de los recursos e instrumentos disponibles. En ese sentido, Luis Carranza, presidente de CAF, cree que la inclusión y la educación financiera pueden tener “potenciales beneficios”.