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Una guerra comercial sin vencedor a la vista

En un mundo globalizado, donde las cadenas globales de producciónson la norma, una guerra comercial puede ser letal. Más todavía si dicho conflicto golpea de lleno a China, la fábrica del mundo, como está sucediendo. En este punto, es necesario recordar que un 65% del comercio mundial corresponde a bienes intermedios, según la OCDE. Al […]

Internacional

Dirigentes Digital

21 nov 2018

En un mundo globalizado, donde las cadenas globales de producciónson la norma, una guerra comercial puede ser letal. Más todavía si dicho conflicto golpea de lleno a China, la fábrica del mundo, como está sucediendo. En este punto, es necesario recordar que un 65% del comercio mundial corresponde a bienes intermedios, según la OCDE. Al Reino Unido, por ejemplo, la guerra comercial le está afectando en dos direcciones. Por un lado, afecta negativamente a las exportaciones de empresas británicas, deslocalizadas en China, hacia Estados Unidos. Y, por otro, el alza general de los arancelesresta competitividad a unos bienes que, normalmente, son fabricados en varios países.

Las exportaciones británicas han pasado de crecer un 14% interanual a hacerlo solamente un 2%. Y compañías automovilísticas, como la alemana Daimler, han sufrido una reducción de sus beneficios cercana al 30%. BMW, que fabrica los vehículos vendidos a China en Carolina del Sur, Estados Unidos, ha anunciado una subida de sus precios superior al 5%. Y la automovilística estadounidense Tesla, debido a los aranceles, también ha incrementado sus precios de venta en China un 20%. El sector automovilístico, sin duda, viene dando cuenta del desastre desde hace meses.

Pero también la electrónica de consumo, donde otros muchos países, como Corea del Sur o Japón, se están viendo seriamenteafectados. Según ha podido saber DIRIGENTES, algunas grandes empresas españolas tienen previsto abandonar China tras la subida de aranceles en Estados Unidos. ‘Dentro del mercado chino tenemos bastante limitado el acceso, pero fuera nos están subiendo los aranceles si vendemos desde China, por lo que ahora compensa trasladar la producción a otros países’, confiesa un CEO español a DIRIGENTES. Sea como fuere, 2019 podría comenzar con nuevas subidas generalizadas de aranceles estadounidenses sobre todas las exportaciones chinas, el 100%. ‘Si esta guerra comercial se recrudece,el mundo lo acabará notando, toda vez que ambas potencias enfrentadas suman la mitad del PIB mundial’, advertía recientemente el FMI.

UN CONFLICTO IDEOLÓGICO

Washington cree que, si China se sometiera a las normas del libremercado, su déficit sería menor y muchos empleos deslocalizados al gigante asiático permanecerían todavía en EE. UU. China, por otra parte, opina que Estados Unidos solamente busca penalizar la frugalidad de sus agentes económicos.

A finales del siglo XIX, el diario estadounidense The New York Times publicaba una entrevista con Li Hongzhang, un destacado diplomático de la China imperial. En ella, Li mostraba su rechazo a la limitación de emigrantes chinos en Estados Unidos, una restricción que permaneció vigente hasta 1943. Su origen estuvo en una ola de desempleo que afectó severamente al país norteamericano. Los chinos, al ser mano de obra barata, pudieron sortear sus consecuencias. Pero las demás comunidades emigrantes en Estados Unidos, ante el desplome general de sus salarios, acabaron cargando la culpa sobre los trabajadores chinos. ¿Es esto libertad? - se preguntaba el célebre diplomático chino en aquella entrevista. Ahora,dos siglos más tarde, se vuelve a plantear un conflicto similar, pero con la guerra comercial sino- estadounidense como centro de todas las controversias. Los chinos - plantea Wang Yong, del Instituto de Política Económica Internacional en la PKU - creíamos tener razón entonces, pero también ahora. Antes, Estados Unidos prohibía ‘importar’ trabajadores chinos porque los locales no eran competitivos, al menos en términos de rendimiento total.

Ahora, Estados Unidos desincentiva las importaciones de bienes hechos en China porque desplazan a sus productos del mercado. Y, sobre todo, porque generan una gran parte del empleo manufactureroen China. ‘MAKE AMERICA GREAT AGAIN!’, el archiconocido eslogan del actual presidente estadounidense, Donald Trump, implica devolver buena parte de esos puestos manufactureros a EE. UU., señala Wang, en conversación telefónica con DIRIGENTES. Los chinos siempre han tenido la percepción, acertada o errónea, de ser más sacrificados que el empleado medio occidental. Durante el siglo XIX, por una parte, trabajaban más horas que ninguna otra comunidad estadounidense (lo cual les hacía imbatibles). Y, por otra parte, el déficit estadounidense con China también tiene como trasfondo la barata laboriosidad del gigante asiático.

Para la opinión publicada china, adicionalmente, los desequilibrios comerciales esconden una razón esencial: Estados Unidos lleva años consumiendo, con cargo a deuda, por encima de sus posibilidades. ‘Las multinacionales norteamericanas dan empleo fuera de Estados Unidos, pero pretenden seguir vendiendo en este mercado, mientras muchos de sus consumidores se van al paro o pierden poder adquisitivo’, coinciden los expertos consultados por DIRIGENTES. Ignoran estas voces chinas, sin embargo, que su propio empleo manufacturero depende en gran medida del consumo de los países occidentales, bastante tocado tras la última crisis. China también culpa a Estados Unidos de los desequilibrios macroeconómicos mundiales. Desde su perspectiva, los chinos argumentan que dicho consumo excesivo desencadenó una crisis de deuda, la cual generóenormes desajustes.

Primero, las políticas monetarias superexpansivas estadounidenses hicieron que entrara mucho dinero caliente en países como China, provocando una notable inflación de activos. Esos fondos, con la recuperación económica estadounidense, están volviendo a EE. UU. Y los efectos de todo esto, según vemos, no están siendo beneficiosos para muchas economías emergentes, tampoco China. El dinero fácil procedente de Estados Unidos impulsó sensiblemente la inversión en China, pero también ha arrojado un endeudamiento superior al 250% del PIB. Antes de la crisis subprime estadounidense, dicho apalancamiento apenas alcanzaba el 150% del PIB, lo cual indica que la liquidez recibida durante los diez últimos años ha incrementado sustancialmente la deuda en China. Esto, junto con bruscas salidas de capitales, ejercen una presión enorme sobre la economía china. ‘Si EE. UU. cierra los mercados exteriores de China, dicha deuda puede constituir un problema creciente a medio plazo’, señala Chen Shaofeng, de la Escuela de Estudios Internacionales de la PKU, a DIRIGENTES.

Estados Unidos, precisamente, exige a China que deje actuar al mercado con el objeto de corregir los desajustes comerciales entre ambos países. Para empezar, absteniéndose de devaluar artificialmente la divisa, como ocurre cada vez que interviene el banco central chino. Y, por otra parte, fomentando el consumo de sus agentes económicos, proporcionándoles liquidez suficiente en dólares. China tiene la tasa de ahorro más alta del mundo. Los chinos se han sentido orgullosos de haber dedicado sus vidas al trabajo, sin apenas consumir, pero esto ahora debe cambiar. El chino medio debe acostumbrarse a consumir, como lo está haciendo, para no retrasar lo inevitable. Pronto acabará produciéndose una revalorización del tipo de cambio, un alza en los salarios chinos o ambas cosas a la vez.

El desarrollo tecnológico, a ambas orillas del Pacífico, reducirá notablemente los empleos manufactureros de bajo valor añadido. El empleo de calidad quizás se acabe repartiendo entre mucha menos gente que antes, como parece estar sucediendo en EE. UU. Y muchastareas, lo estamos viendo estos días, acabarán siendo realizados por máquinas o robots. Esta transición, pese a la confrontación ideológica que se plantea desde ambos países, tiene soluciones bastante más complejas. Todas son perfectamente debatibles, desde la renta básica universal hasta impuestos sobre los robots. Ahora bien, una cosa es segura, no existen atajos ni tampoco fórmulas mágicas. La solución al problema que se vislumbra no es, en absoluto, subir aranceles dentro del contexto de la guerra comercial entre China y EE. UU.

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