El cierre forzado de algunos de los grandes ejes de la sociedad y la economía contemporánea está derivando en la ruina para algunos sectores. Sin embargo, aunque algunos como el turismo, la hostelería, las agencias de viaje o los que se dedican al ocio están notando en sus carnes el impacto de la crisis, se […]
NacionalDirigentes Digital
| 18 feb 2021
El cierre forzado de algunos de los grandes ejes de la sociedad y la economía contemporánea está derivando en la ruina para algunos sectores. Sin embargo, aunque algunos como el turismo, la hostelería, las agencias de viaje o los que se dedican al ocio están notando en sus carnes el impacto de la crisis, se puede decir que el resto están soportando el golpe con más solidez.
La tesis del ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luís Escrivá, consiste en que las herramientas fiscales que se han introducido han servido para anestesiar las urgencias mientras dure la pandemia. Después de eso, el tejido productivo español se compondrá de empresas supervivientes y otras que seguirán teniendo problemas por encontrarse en los sectores más afectados.
Por eso, Escrivá es consciente de que, aunque la crisis sanitaria termine, no se pueden descartar ERES, según explicó en un evento virtual organizado por el Consejo General de Economistas. Desde su punto de vista, la pandemia ha traído “cambios permanentes en los patrones de demanda”, si bien vaticina que serán menores de lo que se puede esperar.
Con todo, las próximas semanas seguirá habiendo vientos públicos que impulsen las velas empresariales. Por un lado, ya se han aplicado medidas para mitigar los costes salariales (como los ERTE), a las que se suman los préstamos avalados por el ICO y se añadirán las ayudas directas a las empresas más golpeadas, siempre y cuando sean viables. En ese sentido, el Gobierno se valdrá del suspenso de las reglas fiscales europeas para desplegar todas las herramientas que pueda, como ya hizo el año pasado.
Ese incremento de los costes se estima en 40.000 millones de euros, en particular el asociado a los ERTE, las ayudas a autónomos y las bajas por incapacidad laboral. De ese modo, el déficit escaló hasta el 11%, también en parte por el descenso de los ingresos públicos. Asimismo, Escrivá reconoció que su organismo no ha hecho una previsión sobre cuánto puede llegar a gastar durante este año, por lo que no está claro qué costes enfrentará el Estado ni en el mejor ni en el peor de los casos. La única certeza es que las medidas seguirán en marcha “el tiempo que haga falta”.
Lo más preocupante de las palabras de Escrivá atañe a la estructura de la economía española a causa de que la pandemia produzca cambios permanentes en los patrones de demanda. Eso significa que lo que antes era necesario para los consumidores deje de serlo o, como ejemplo, que el comercio electrónico se asiente y deje en la cuneta al pequeño comercio. Precisamente, Escrivá quita hierro a este último caso, ya que cree que los cierres de comercio no son “necesariamente por la crisis, sino por razones que se han profundizado ahora”.
En cuanto al sector del alojamiento, se calcula que hay un 40% del sector en ERTE, si bien el ministro cree que su competitividad previa ayudará a que la demanda se reactive cuando desaparezca el virus. Sí atisba un riesgo mayor en el turismo de negocios y en las ciudades que albergan ferias y eventos corporativos.
Más o menos el mismo futuro espera a la restauración, mientras que los transportes o las agencias de viaje sí tendrán que restructurarse. Ese es el desafío más urgente que enfrenta la economía española. Para ello, los modelos centroeuropeos, en especial el alemán, sirven de inspiración a los legisladores españoles.
A los ERTE que ahora funcionan en España les faltan dos grandes aspectos que tendrían que añadirse en un futuro si no fuera porque la urgencia no permite detenerse en demasiados detalles: la negociación colectiva y los fondos para la formación.
El ecosistema empresarial español cuenta con la desventaja de que sus compañías son pequeñas y dedicadas a los servicios. Eso limita que, como ocurre en el caso de Alemania, se pueda introducir la negociación colectiva, de manera que los trabajadores tengan la oportunidad de defender sus derechos. Escrivá cree que las empresas son capaces de salvarse siempre y cuando sus dirigentes, los trabajadores y las administraciones públicas puedan llegar a acuerdos para hacer un esfuerzo conjunto.
“El reto es que esto ocurra con un restaurante o con un pequeño negocio en el que hay cambios transitorios”, razona Escrivá, con respecto a la situación generada por la pandemia. Sin embargo, esa parece ser la intención de su Ministerio, que ya se encuentra consultando con los agentes sociales cómo podría introducirse ese diálogo en el seno de las empresas, independientemente de su tamaño.
El otro punto de los nuevos ERTE es el que afecta a las empresas que no enfrentan una caída de demanda puntual, sino un cambio permanente. Estas circunstancias implican redimensionar la empresa o incluso el sector. Por ello, la salida para la empresa y sus trabajadores pasa por la formación.
En la legislación centroeuropea sí existen fondos públicos destinados a adiestrar a los empleados para otras actividades. Esto permitiría su “adaptación en nuevas habilidades y capacidades para moverse a otros sectores”, dice Escrivá. De esa forma, resulta “fundamental” introducir la formación en la normativa de los ERTE, sobre todo porque, según reconoce el ministro “los incentivos públicos en materia de políticas activas de empleo no están bien diseñados”.