La banca ha tenido hasta hace escasos años el monopolio sobre casi todo tipo de servicios financieros. El panorama ha cambiado desde que los avances tecnológicos permiten a las empresas gestionar un buen número de gestiones. Más allá de eso, los gigantes tecnológicos cuentan con herramientas propias para poder ofrecer dichos servicios que, de hecho, […]
BancaDirigentes Digital
| 26 oct 2021
La banca ha tenido hasta hace escasos años el monopolio sobre casi todo tipo de servicios financieros. El panorama ha cambiado desde que los avances tecnológicos permiten a las empresas gestionar un buen número de gestiones. Más allá de eso, los gigantes tecnológicos cuentan con herramientas propias para poder ofrecer dichos servicios que, de hecho, se estima que representan un 10% de sus ingresos.
Ante esto, los bancos tratan de defender su posición a la vez que la del consumidor. En un debate organizado por AEB, titulado ‘Tecnología y Shadow Banking – oportunidades y desafíos para el sistema financiero regulado’, su presidente, José María Roldán, ha puesto varios peros a la proliferación de un sistema financiero en la sombra que, en su opinión, no cumple con todas las normativas que tienen los bancos.
Fernando Restoy, presidente del Financial Stability Institute, aporta su punto de vista, convencido de que no se necesita más regulación, sino elaborar un análisis de los riesgos específicos que tienen los operadores que han entrado en el negocio. Así, cree que hay que poner el foco en “la intensidad supervisora”, más que en ajustar la regulación existente a los nuevos competidores.
El presidente de AEB incide en que el término banca en la sombra “no es neutral”. “Sirve para poner el foco en que hay un sistema muy supervisado y que hay otro con unos estándares bastante inferiores”, señala. En el caso de España, reclama que entidades de ese tipo que ofrezcan créditos necesiten una licencia administrativa para ello.
En todo caso, ensalza la fiabilidad de los bancos en seguridad. “Los bancos son los primeros en los que confían los clientes para asegurar sus datos”, destaca Roldán. De hecho, la tecnología resulta una palanca para competir por parte de los bancos. En todo caso, insiste en que las Big Tech son competidores “formidables” y tienen normas distintas a las de los bancos. “Nos tendremos que adaptar a lo que venga pero también pensamos que debe reducirse esa asimetría regulatoria para controlar los riesgos”, resume Roldán.
Por su parte, Restoy pone el ejemplo de dos entidades que conceden crédito: una que lo hace partiendo de sus recursos propios y otra que lo hace utilizando depósitos de clientes. “No generan el mismo riesgo”, concluye Restoy. Por ello, su punto de vista es que la regulación debe ser distinta para cada tipo de actor. De hecho, cree que igualar la legislación no serviría para abordar los riesgos específicos de las Big Tech.
No obstante, sí que cree que puede ser dañino para la competencia y la estabilidad financiera otro colorario de riesgos. Entre ellos, la superioridad tecnológica y de datos, así como la concentración del mercado en ese ámbito concreto. Asimismo, podrían acabar aglutinando los servicios de gran parte de los proveedores de servicios financieros, lo que sí pondría en riesgo la estabilidad financiera, dice Restoy.
En ese contexto aparece todo el ecosistema de las criptomonedas, que representa un universo propio en sí mismo. Roldán y Restoy discrepan ligeramente sobre la demanda que existe. “Me pregunto si hay demanda social para este fenómeno, el dinero físico ya tiene una sustitución, una respuesta”, plantea Roldán. A lo que Restoy responde que “estas monedas pueden prestar un servicio social y tiene beneficios sociales como en los pagos transfronterizos”.
No obstante, Restoy plantea que pueden aparecer “riesgos muy importantes” y suponer un “problema de control monetario”. Por ello, propone que se debería poner en funcionamiento una infraestructura que preste este tipo de servicios de forma controlada para minimizar riesgos. Roldán, por su parte, confía en que los bancos centrales aborden de manera adecuada y a tiempo esta nueva tendencia. En particular, señala que pueden plantear desafíos para países emergentes en los que no existe una autoridad política y monetaria consistente.
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