La crisis económica en la Eurozona tuvo un efecto colateral sobre las deudas soberanas de sus estados miembros, las cuales se dispararon en cuestión de meses e incluso llevaron a algunos al colapso (Grecia). Junto a ellas creció la incertidumbre en torno a la sostenibilidad financiera de los países (riesgo país), lo que se reflejó en máximos históricos en las primas de riesgo soberanas (diferencia entre la rentabilidad del bono a 10 años del país y la del bund alemán). Sin embargo, desde 2012 la percepción de peligro en la moneda común ha descendido de manera notable, con la excepción de algunos focos locales con problemas de solvencia particulares. La evolución del índice refleja un fuerte descenso a partir de 2012, coincidiendo con la rueda de prensa en la que el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, señaló que haría todo lo necesario para mantener el euro. Las posteriores medidas ‘no convencionales’ han propiciado un entorno de tipos a la baja y de estabilidad en los mercados que han mantenido el diferencial a mínimos, con un leve ascenso en vísperas de las elecciones francesas.
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