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Criterios exigentes para un futuro mejor: las estrategias para determinar las carteras sostenibles

La inversión sostenible se impone. Los últimos estudios indican que en los últimos años, y en mayor medida tras la pandemia Covid-19, el interés de los inversores por los criterios ESG o ASG (Environmental, Social and Corporate governance) está en alza y el mercado, que sostiene esta deriva, reconoce que la inversión a largo plazo […]

28 mar 2022

La inversión sostenible se impone. Los últimos estudios indican que en los últimos años, y en mayor medida tras la pandemia Covid-19, el interés de los inversores por los criterios ESG o ASG (Environmental, Social and Corporate governance) está en alza y el mercado, que sostiene esta deriva, reconoce que la inversión a largo plazo ha de contemplar la sostenibilidad y el impacto. 

Las claves de la inversión sostenible 

En palabras de Sara Ramón Bruquetas, responsable de Promoción y Comunicación de Spainsif, asociación sin ánimo de lucro constituida por entidades interesadas en promover la Inversión Sostenible y Responsable en España, la inversión sostenible se define como “una combinación del análisis fundamental de riesgos y rentabilidad y de gestión activa, “engagement”, con una evaluación de los factores ASG, a fin de lograr una mejor rentabilidad a largo plazo para los inversores y que beneficia a la sociedad por la influencia que tiene en la actividad y el comportamiento de las empresas”. 

“La inversión sostenible es aquella que te permite participar, a la vez que lo financian, en la transición hacia un sistema económico y social más sostenible para todos”, matiza Marisa Aguilar, de Allianz Global Investors. 

De hecho, la experta de Spainsif recalca que es a partir de 2015 cuando el despliegue de las finanzas sostenibles adquiere carta de naturaleza, momento en que la COP21 de Paris marcaba las referencias clave para frenar los impactos del cambio climático y comprometía a los inversores privados con el logro de los objetivos climáticos, tomando como referencia limitar el calentamiento global hasta 2100 por debajo de 2º grados, preferiblemente, 1,5º, en comparación con los niveles preindustriales.

“El gran hito fue el acuerdo de París, y a partir de ahí, que es cuando hay más proliferación de productos en el mercado y de más demanda, y se genera un foco hacia los temas ambientales mucho más marcado”, insiste también por su parte Aguilar. 

Además, ese mismo año se lanzan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que contemplan conjuntamente los grandes retos sociales, concretados en 17 objetivos y 169 metas, que cuentan con el compromiso de las iniciativas privadas para cumplir con la Agenda 2030.

En Europa, continente que presume ser la cuna impulsora y comprometida de esta inversión verde y responsable, una fecha también clave es el 2018, momento en el que se fija el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles de la UE. “Establece el marco regulatorio de las finanzas sostenibles, a desarrollar siguiendo un calendario que concluye durante este año”, comenta la experta de Spainsif. 

Que añade: “A estas iniciativas habría que añadir dos aspectos más que están impulsando la inversión sostenible por el Covid-19. Por una parte, el impacto de sanitario, económico y social que está teniendo la pandemia desde marzo de 2020 y que ha movilizado recursos, como el impulso de los bonos sociales. Por otra parte, la propuesta del instrumento de recuperación Next Generation EU, que ha supuesto un cambio importante, poniendo en valor las aportaciones ambientales, sociales y su significado como palanca clave para la recuperación económica, sumando a muchos inversores que hasta el momento no estaban convencidos”. 

Y es que según datos de Spainsif, si en 2009 los activos ASG suponían 35.710 millones de euros y ahora, en cosa de 12 años, la ISR (Inversión Socialmente Responsable) en España se ha multiplicado casi por 10, atendiendo a los 345.314 millones al cierre del 2020.

“Los grandes inversores, sobre todo institucionales, llevan muchos años interesándose en todo lo que tiene que ver con la sostenibilidad, y ya prácticamente todos han incorporado en mayor o menor medida los criterios ESG en sus carteras. Lo que está marcando la diferencia, y más a raíz de la pandemia, es que también se han sumado los pequeños inversores finales no profesionales a esta tendencia que ya es imparable pues nos va en ello la supervivencia. Casi todo el mundo es consciente ya de lo que se nos viene encima si no actuamos y ahí las inversiones serán la clave, un pilar fundamental sobre todo para lograr el cero neto en carbono de aquí a 2050”, concretan desde la gestora Fidelity. 

Larry Fink, el CEO de BlackRock, ya advertía en su carta de enero de 2020 del cambio de gran calado que iba a desencadenar la reasignación de activos hacia soluciones más sostenibles. “Esta demanda se ha incrementado notablemente desde entonces, especialmente tras la expansión de la pandemia”, señala Isabel Vento, responsable de desarrollo de negocio de la gestora para Iberia, que explica que ha estado dirigida por tres actores principales, tales como el regulatorio, que actúa como catalizador de flujos hacia la inversión socialmente responsable; la demanda de los inversores finales, que buscan soluciones de inversión que se alineen con sus preferencias personales; y la demostración de que no era cierta la afirmación que indicaba que la inversión sostenible era menos rentable que la tradicional. 

“La proliferación de soluciones sostenibles ha permitido demostrar de manera empírica que estas pueden tener una rentabilidad igual o superior que el de sus equivalentes tradicionales”, recalca la experta.

Estrategias y para seleccionar los activos en inversión sostenible 

Pero cuando entidades y gestoras seleccionan unos u otros activos y actores para formar parte de las carteras sostenibles, las estrategias a seguir son múltiples. 

“Destacamos, por su singularidad y relevancia, la integración ASG, que supone la aplicación de criterios ambientales, sociales y de buen gobierno al análisis de rentabilidad/riesgo de las carteras. Sería la estrategia de base en los productos ISR, que puede ser complementada por otras estrategias, como exclusión o ‘best in class’, entre otras”, comenta la experta de Spainsif, que adjunta: “habría que añadir la relevancia del activismo accionarial a través del ‘engagement’ y ‘voting’, que consigue influir para cambiar las políticas de las empresas y sus actuaciones, siendo la segunda aproximación más extendida, con fuerte aumento en el último año, alcanzando los 14.407 millones de euros frente a los 3.903 del año anterior”. 

A la hora de hablar de indicadores concretos, los expertos de Spainsif apuntan a los ODS y otras métricas que concretan los objetivos de sostenibilidad. “Dentro del marco regulatorio, se refleja en el artículo 9 del Reglamento de Divulgación en materia de finanzas sostenibles (SFDR) para identificar la información relativa a la sostenibilidad en el sector de los servicios financieros y catalogar los productos financieros de inversión dentro del nivel de sostenibilidad que corresponda”, matizan .

Desde Fidelity sostienen por su parte que, a la hora de seleccionar de forma rigurosa los activos sostenibles, usan una combinación de metodologías: “Por un lado tenemos una primera lista de exclusión que nos permite realizar un cribado inicial de las empresas que consideramos directamente inversiones inapropiadas, sin matices. Para ello nos guiamos por los tratados y convenciones internacionales, así como las directrices de la ONU, el Banco Mundial y otros organismos internacionales que defienden principios ESG”, y añade que a ese universo que resulta le aplican un sistema propio de calificaciones ESG. 

“Evaluamos la exposición de los valores a los riesgos de sostenibilidad, incluyendo en qué medida éstos cumplen con nuestras expectativas de buenas prácticas. Dividimos el universo en 99 subsectores, cada uno de ellos con criterios específicos en los que evaluamos el valor en relación a sus pares, utilizando una escala de calificación de la A a la E (siendo la A la máxima calificación). Estas calificaciones las realizan más de 180 analistas que participan en más de 15.000 reuniones con empresas cada año”, precisa la gestora. 

En BlackRock, sus expertos identifican cinco estrategias diferentes desde las que se puede abordar la inversión socialmente responsable, tales como exclusión, integración, best-in-class, temáticos y de impacto. 

“La variedad de estrategias surge de nuestro papel de fiduciarios, ya que en BlackRock gestionamos el dinero de nuestros clientes, por lo que tenemos que adaptarnos a sus preferencias y al hecho de que no todos los inversores se encuentran igual de avanzados en materia de sostenibilidad”, recuerdan desde la gestora, para añadir que, a su juicio, “la gestión de la información es uno de los elementos más importantes en la inversión socialmente responsable, por lo que es fundamental contar con las herramientas que permitan analizar el mayor número de datos posible”.

Desde Jupiter AM explican que para identificar oportunidades sostenibles, su equipo de inversión aplica nuestro propio proceso de inversión, riguroso y repetible. “Consideramos que es esencial que los responsables del riesgo material, el equipo de inversión, realicemos nuestro propio análisis e identifiquemos líderes sostenibles que se ajusten a nuestros criterios de inversión a largo plazo. No aplicamos una lista formal de exclusiones, pero las empresas rezagadas no se invierten sobre la base de un subproducto de nuestro enfoque de inclusión positiva”. 

Y añade: “Nuestro proceso de investigación alinea los ahorros de los clientes con aquellas empresas que lideran la transición hacia un mundo más sostenible”. 

“Normalmente las carteras que persiguen una combinación de objetivos sostenibles van a llevar a cabo una combinación de técnicas. La exclusión es un básico pero no puede existir por sí sola, pues a través solo de exclusiones no se va a conseguir impactar en algunos objetivos ambientales y sociales”, indica Marisa Aguilar, de Allianz GI, que añade: “A medida que hemos ido evolucionando todo, también añadimos técnicas de Best-in-Class, es decir, de priorizar en las carteras o sobreponderar aquellas compañías que lo hacen características ESG sustancialmente mejor que la media; también en renta fija con etiqueta, es decir en bonos verdes, en bonos sociales, en bonos sostenibles en emisión de deuda ligada a objetivos ligados a sostenibilidad ecológica. También podemos invertir en carteras alineadas con la consecución de ODS o engagement y en diálogo activo con las compañías”.

La ASG es la estrategia reinante en España

Si nos remitimos a cuál es la estrategia más seguida en nuestro país a la hora de hablar de inversión sostenible, el último estudio de Spainsif revela que, por primera vez en España, la integración ASG es la estrategia que acumula un mayor número de activos bajo gestión, siendo esta la que más patrimonio ha acumulado durante el 2021, con un total de 154.433 millones de euros. “Se considera una de las estrategias más sofisticadas y, en 2020 y 2021, ha adquirido especial relevancia tras la entrada en vigor de las diferentes normativas europeas que incentivan la incorporación de los aspectos ASG en la toma de decisiones”, matizan desde la organización. 

De hecho, desde Fidelity International consideran que esta inversión bajo criterios ESG “es la mejor forma de articular nuestra aspiración como gestores de activos y administradores del capital de nuestros clientes, que no es otra que tratar de impulsar la rentabilidad, por supuesto, pero sin dejar de promover una asignación del capital comprometida con todos los desafíos extremos que afrontamos a nivel planetario, como por ejemplo alcanzar las cero emisiones netas en 2050”. 

Y aunque estrategia más usada en la ASG, cabe destacar que la segunda en nuestro país, según Spainsif, es la estrategia de exclusiones como puerta de entrada a unos criterios fiables de sostenbilidad, con un peso del 19%. 

Otro enfoque fundamental: la inversión impacto 

Para Sara Ramón Bruquetas, otro enfoque de aproximación estratégica es la inversión con impacto, que es la que busca crear un beneficio social o ambiental, generando un impacto positivo y real en el medioambiente y la sociedad, así como un retorno financiero.

Pedro Goizueta, Director of Investor Relations and Operations en Global Social Impact (GSI), señala indica que la inversión de impacto es “aquella inversión en modelos de negocio detrás de los cuales hay emprendedores que, de forma directa, tienen la intención de generar un impacto social o ambiental positivo además de una rentabilidad financiera atractiva para el inversor”, a la par que hace hincapié en su relevancia debido al potencial que tiene para poner solución “a los problemas más acuciantes a los que nos enfrentamos como sociedad”. 

“El capital público y filantrópico juntos no son suficientes para solucionar los retos a los que se enfrenta la humanidad. Una gran parte del capital necesario para solucionar estas problemáticas ha de venir de la movilización de una enorme cantidad de inversión privada, provocada por la búsqueda de un retorno atractivo, además de un impacto social y medioambiental positivo”, matiza el experto. 

En lo que respecta a su peso en el mercado español, Spainsif hace referencia a que esta alcanzó un volumen de 32.699 millones de euros en España en 2020. 

Y es que según Goizueta, el mercado demanda esta inversión de impacto desde que va comprobando que es posible conseguir tanto un retorno financiero, como un impacto social intencional, directo y medible.

A la hora de seleccionar los activos adecuados para inversores de impacto, desde GSI apuestan por modelos de negocio pequeños y medianos, no cotizados, “que nacen con una clara vocación social y están dispuesta a plasmarla en una teoría del cambio de la mano de Open Value Foundation”. 

“Para planificar estratégicamente, definir nuestros objetivos de impacto y nuestros criterios de medición, nos apoyamos en la Teoría del Cambio. Esta herramienta es clave porque nos ayuda a entender, en cada caso, cómo vamos a conseguir esas metas y cómo vamos a medir y gestionar el impacto generado”, matiza.

Queda camino por recorrer

Marisa Aguilar, de Allianz Global Investors, señala que a día de hoy, la locomotora de la inversión sostenible son los inversores profesionales, los institucionales, el sector público o las políticas públicas, así como la regulación. 

Pero aunque de forma general el interés del mercado sostenga y se interese por este tipo de inversión sostenible, lo cierto es que Abbie Llewellyn-Waters, directora de Inversión Sostenible en Jupiter AM, concreta que todavía no observan que la sostenibilidad se refleje en los mercados de capitales de forma intrínseca.Todavía nos queda camino por recorrer antes de tener una alineación total, pero estamos entusiasmados con la aceleración y el ritmo de cambio impulsado por los cambios en el comportamiento de los consumidores y las medidas normativas y políticas”, y añade: “El rápido avance de la TCFD y, de hecho, las negociaciones internacionales sobre una respuesta global al declive de la biodiversidad y el Grupo de Trabajo sobre Divulgación Financiera Relacionada con la Naturaleza (TNFD) ponen de manifiesto la rapidez con la que los temas de sostenibilidad pueden ascender en la agenda y convertirse en un imperativo financiero que las empresas y los inversores deben abordar”. 

“Los precios de los activos tienen que recorrer un camino antes de reflejar la internalización de riesgos sistémicos previamente externalizados, como el aire que respiramos: cuando las empresas tengan que empezar a pagar por emitir gases tóxicos, nuestra tesis es que los precios de los activos reflejarán mejor el riesgo financiero relacionado con el clima. En nuestra opinión, no se trata de “si”, sino de “cuándo”. Descarbonizar nuestra cartera antes de que esto sea inevitable es un aspecto fundamental de nuestra tesis de inversión a largo plazo”, puntualiza la experta.

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