A principios de 2020, el virus paralizó la producción de todo tipo de productos y materias primas. El temor a nuevos contagios situó en una posición límite el suministro de dichos productos, mientras que en Europa la pandemia aún parecía lejana. No obstante, con China cerrada y priorizando las empresas de sus propias fronteras, las […]
Materias primasA principios de 2020, el virus paralizó la producción de todo tipo de productos y materias primas. El temor a nuevos contagios situó en una posición límite el suministro de dichos productos, mientras que en Europa la pandemia aún parecía lejana. No obstante, con China cerrada y priorizando las empresas de sus propias fronteras, las cadenas de suministro globales estuvieron al borde del colapso.
Durante esos primeros meses se encareció el precio de las materias primas como consecuencia de una reducción de la oferta, mientras que la demanda se mantuvo estable, hasta que volvió a aumentar. Tanto en el ámbito de los productos terminados como en el de las materias primas, Europa comprendió que no podía fiarlo todo a la capacidad de China, sino que ciertas cuestiones requerían un enfoque estratégico.
Esa es una de las conclusiones que reiteraron los ponentes este martes en una mesa redonda del Comité Económico y Social Europeo (CESE). En dicho evento, que recibió por nombre “El rol de las materias primas críticas para formar una base industrial sólida”, se puso en valor la necesidad de afrontar la realidad conforme es, en la que destaca la gran dependencia del exterior, así como de establecer unas condiciones justas.
Handley Peter, Jefe de la Unidad de Industrias de Gran Consumo de Energía y Materias Primas, destacó que el propósito de modificar cómo Europa se relaciona con sus proveedores puede conjugarse con los objetivos de la Unión, a saber, conseguir una producción verde, digital y más resiliente. Desde su punto de vista, hay que buscar materias primas alternativas, si bien estas opciones “no resuelven los problemas”, por lo que se debe intentar influir sobre los productores.
En la misma línea se expresa Corina Hebestreit, secretaria general de la Asociación Europea de Carbón y el Grafito. “No podemos sustituir el grafito natural con grafito sintético”, indica. Su argumento es que se requiere mucho trabajo y energía para conseguir que el grafito sintético tenga las mismas cualidades que el grafito natural, imprescindible para un gran número de productos. De ese modo, apuesta porque uno complemente el otro.
Dumitru Fornea, miembro del CESE, señala la incoherencia europea en este aspecto. Por un lado, quieren elevar la independencia europea pero no quieren que la extracción de materias primas se realice cerca de sus hogares por las contraindicaciones que ello tiene sobre el medio ambiente. “Destruimos el medio ambiente en África y nos aprovechamos de que no tienen regulación al respecto, es muy beneficioso para nosotros”, reconoce Fornea. No obstante, reprocha que “nuestro problema como europeos es que no es lo mismo lo que hacemos que lo que decimos”.
El eslovaco Michal Pinter, también miembro del CESE, recalcó que las materias primas tienen una importante influencia sobre la industria en su conjunto, así como en que la transición industrial sea verde. Dada su experiencia en el sector del acero, añade que la dependencia de metales es muy elevada, incluso para crear tecnologías que ayuden en la transición ecológica. Es decir, se necesita usar materias primas no renovables para avanzar en el uso de energías renovables.
Pinter es tajante a la hora de referirse al problema: “No hay duda de que debemos reducir la dependencia de países poco justos que suministran materias primas, debe ser una estrategia a largo plazo”, dice, en referencia a las condiciones en que se extraen materias primas en esos terceros países. No obstante, manifiesta el interés europeo de que las inversiones que van a realizarse también afecten a las materias primas en la minería, de manera que se pueda mejorar el modo en que se producen.
Por su parte, Janez Potočnik, vicepresidente del Panel Internacional de Recursos de la ONU, llama a los ciudadanos a ser críticos. En ese aspecto, llama la atención sobre el precio actual de los productos y el que tendrían si se respetaran los estándares europeos: “Si tienes que comprar cosas más respetuosas con el medio ambiente y con una serie de valores tienes que pagar más”.
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