Juan Carlos Higueras, profesor de EAE Business School considera que la recesión es inevitable para las economías, pero que lo importante será ver la envergadura de la misma, que dependerá de la evolución de factores como la inflación, la contracción del crédito o las incertidumbres geopolíticas, entre otros. ¿Por qué se descarta una recesión […]
Juan Carlos Higueras, profesor de EAE Business School considera que la recesión es inevitable para las economías, pero que lo importante será ver la envergadura de la misma, que dependerá de la evolución de factores como la inflación, la contracción del crédito o las incertidumbres geopolíticas, entre otros.
La mayor parte de los países están poniendo en marcha medidas para conseguir lo que se llama un aterrizaje suave de las economías y disponer de mayor capacidad para maniobrar ante la desaceleración actual y la posible recesión.
De esta forma, a pesar de la elevada inflación que es estructural en gran medida y la subida de tipos de interés, que se está llevando a cabo con incrementos suaves, la recesión ya se percibe desde hace meses, pero se está consiguiendo retrasar su llegada real.
Sin embargo, conforme pasan los meses, cada vez estamos más cerca de la recesión y, por tanto, más inminente será. La clave es si el impacto será fuerte o suave.
Es arriesgado taparse los ojos ante la realidad, la recesión está ahí, avanzando. Si los agentes económicos se relajan de forma prematura, en este aspecto, podría ser más aguda la recesión cuando llegue, por tanto, el golpe más fuerte.
La economía es cíclica y, en algún momento esta recesión debe llegar. Tras años de expansión, es como una purga del sistema económico. Hay que saber afrontarla de la forma menos traumática posible.
El FMI descartó una recesión global a principios de año, aunque admitió que este año iba a ser mucho más duro que el año 2022 y que un tercio de las economías mundiales junto con la mitad de los países europeos iban a entrar en recesión. Este organismo, a día de hoy, ya habla de una recesión global en sus últimas reuniones, descartando el aterrizaje suave.
Por tanto, no se debe descartar la recesión, aunque la fuerza con la que llegue y el momento, será desigual para cada país y dependerá en gran medida del comportamiento de las grandes zonas económicas del mundo, en concreto EEUU, Europa y China.
Así pues, de lo que se debe hablar es de probabilidad de recesión, incluso de una recesión técnica, lo que podremos ir viendo conforme se plasmen sus efectos en el mercado de trabajo y en el consumo. Si añadimos la fuerte contracción del crédito, podemos decir que las probabilidades de recesión en las grandes economías, son muy elevadas. En Europa ya hay quien considera que la economía se ha estancado en el primer trimestre de 2023, al menos eso indican las previsiones.
Un indicador de la llegada de la recesión es el movimiento de los flujos de capital y los beneficios empresariales. Los primeros se están dirigiendo hacia inversiones en criptomonedas, oro y plata, como principales valores refugio. En cuanto a los beneficios empresariales, no son los esperados.
Otro factor que influirá será la crisis de financiación, no sólo la debida a la subida de tipos de interés sino a la tormenta bancaria que estamos viviendo tras la quiebra del Silicon Valley Bank seguidas por los problemas de Credit Suisse y Deutsche Bank.
Y, por último, la lucha contra la inflación, que es una batalla que aún no se ha ganado. Seguimos teniendo una elevada inflación subyacente que no conseguimos frenar, lo que forzará a los bancos centrales a seguir subiendo tipos.
Aunque las previsiones cambian constantemente, por ahora se espera que España tenga un crecimiento del 1,5% en el PIB, lo que nos llevaría a alcanzar tras tres años los niveles previos a la situación de pandemia. Y esa situación se produce gracias a que la fuerte caída del consumo privado se va a ver compensada con un fuerte incremento en el gasto público, lo que hará que se perpetúe la situación de déficit estructural que sufrimos y siga aumentando el endeudamiento.
Y aunque seamos el país de Europa que más crece, no podemos obviar que seguimos estando a la cola de la recuperación de la eurozona y que se espera que mantengamos la elevada tasa de paro estructural que es la más alta de Europa.
En la Eurozona, se espera que haya un crecimiento muy bajo, en torno al 0,5%, aunque todo dependerá de cómo evolucione el panorama internacional. Hay que recordar que la economía se estancó en el último trimestre del año pasado. En general, aunque la situación dependerá de cada país, se espera que haya una caída de la demanda interna, el consumo de las familias y de las inversiones. Todo ello apunta a una situación muy cercana a la recesión.
El crecimiento dependerá de cómo evolucionen los tipos de interés y la inflación. Por supuesto, también dependerá de lo que ocurra en el resto de las grandes economías a las que estamos conectados y de cómo se utilicen los fondos europeos para la recuperación.
De igual forma, dependerá de la situación de tensión financiera y del posible contagio que pueda generar hacia la economía real. Por tanto, el mayor o menor crecimiento, dependerá del impacto de la inflación sobre el poder de compra de los consumidores, de la evolución del mercado de trabajo, del aumento de los costes de financiación y las restricciones al crédito, tanto para hogares como empresas y de las incertidumbres geopolíticas, como los acuerdos China-Rusia, el proceso de desdolarización o la guerra de Ucrania, entre otros, que a fin de cuentas son las que determinan los movimientos de capitales necesarios para las decisiones de inversión de los agentes económicos.
En general, se espera que durante el año que viene, la economía comience a mejorar, si bien se mantendrá el alza de los precios con niveles de inflación por encima del objetivo del 2% que tienen fijado los bancos centrales.
La mayoría de los analistas consideran que los indicadores macroeconómicos comenzarán a mejorar a partir de ese año, pero dependerá de la situación de cada país. Aun así, por ejemplo, el Banco Mundial indica que, a finales del año 2024, el PIB de los países en desarrollo será un 6% inferior a sus niveles anteriores a la pandemia. En general, a nivel mundial, se espera una mejora en el crecimiento económico por una mejora en los niveles de demanda interna y de la inversión.
Los bancos centrales se encuentran en una encrucijada, por un lado, están subiendo los tipos y reduciendo la liquidez del sistema, pero por otro, el riesgo de recesión junto con la fragilidad que parece haber demostrado el sistema financiero mundial, les está poniendo contra las cuerdas en el objetivo de reducir la inflación.
Como la inflación es el peor de los males, es probable que siga habiendo subidas de tipos, quizás más reducidas, que se irán frenando conforme se vea la evolución de la inflación y la entrada en recesión de las economías. Podría ser factible que, en el último trimestre de este año o principios del próximo, comience el proceso de bajada de tipos de interés para volver a reactivar la economía, siempre y cuando, los niveles de inflación subyacente, estén más controlados.
En cualquier caso, tarde o temprano, deberían retirar la gran masa de liquidez que han introducido en el sistema, en especial tras la pandemia, aunque el impacto sobre las economías puede ser muy fuerte y eso hace plantear dudas acerca de que lo hagan en el futuro.
Otra medida que están planificando implementar los bancos centrales es el lanzamiento de las divisas digitales que irán sustituyendo paulatinamente al dinero en efectivo y que permitirá a los bancos centrales tener un mayor y más rápido control de la masa monetaria.