Los mercados privados no suelen acaparar la atención como lo hacen los públicos, sin embargo en este nuevo cambio de régimen monetario pueden estar muy bien posicionados y ofrecer grandes oportunidades a los inversores, según cuentan en la gestora Allianz GI. “Tras diez años de tipos de interés reales y nominales abismalmente bajos, combinados con […]
Los mercados privados no suelen acaparar la atención como lo hacen los públicos, sin embargo en este nuevo cambio de régimen monetario pueden estar muy bien posicionados y ofrecer grandes oportunidades a los inversores, según cuentan en la gestora Allianz GI. “Tras diez años de tipos de interés reales y nominales abismalmente bajos, combinados con el "miedo a perderse algo", llevaron a los inversores a elevar las valoraciones en los mercados públicos y a abrazar la prima de iliquidez ofrecida en algunos mercados privados”, comenta Emmanuel Deblanc, global head of private markets de la gestora.
Aunque es cierto que los mercados privados también han sufrido, y lo están haciendo actualmente ya que las correcciones del mercado público se suelen trasladar con un retrasado de entre uno y dos trimestres, también han surgido grandes oportunidades.
“Los mercados privados se han convertido en un universo global, muy diversificado y heterogéneo en el que -creemos- algunos subsectores ofrecen a los inversores valor relativo y absoluto en un contexto macroeconómico complejo. Las condiciones se están reajustando, pero a un ritmo incoherente”, explicaba Deblanc.
Para la gestora Allianz GI, existen tres clases especialmente atractivas dentro de los mercados privados: el private equity, la deuda privada y los activos bancarios.
Una de las áreas que ha señalado la gestora son los préstamos europeos de mediana capitalización: “Vemos que los bancos buscan soluciones para reducir sus balances al tiempo que tratan de conservar los negocios generadores de comisiones vinculados al crédito bancario”. También han destacado la financiación comercial, al ser una clase de activos semilíquidos a corto plazo con un riesgo de crédito y de tipos limitado que puede utilizarse como herramienta para mantener la rentabilidad de la cartera a la espera de que se restablezcan los mercados de crédito a más largo plazo. Y, por último, la deuda en infraestructuras.
“Son muchos los factores que sustentan nuestra convicción de que se trata de un sector al que conviene exponerse más”, ha comentado Deblanc. En primer lugar, el experto destaca las enormes necesidades de capital en el sector energético, tanto para la transición energética como para la seguridad, que antes podían considerarse a lo largo de varias décadas, ahora se cuentan en años. Después de la Segunda Guerra Mundial, nos ha costado encontrar un contexto comparable con unas necesidades de capital tan grandes y a tan corto plazo.
“Los activos de infraestructura suelen tener características y protecciones contractuales que permiten sortear periodos de alta inflación. Próximamente podría haber más transacciones que ofrezcan cierta diversificación de un mundo corporativo que podría verse sometido a presiones como resultado de la inflación que comprime los márgenes y de un contexto de bajo crecimiento. Los inversores tienen muchas formas de entrar en esta clase de activos: renta variable, alto rendimiento o crédito de grado de inversión, por lo que pueden elegir su lugar en la estructura de capital, la región o la duración”, mencionó.
En conclusión, el experto en mercados privados ha destacado que estos han tenido una década estelar de crecimiento. “La dislocación observada en los mercados públicos en 2022 y la demanda de capital en el sector energético deberían brindar a los inversores otra ventana para entrar en algunos segmentos de los mercados privados en condiciones atractivas”, puntualizó.