Las bolsas, especialmente Wall Street, están mostrando una clara recuperación en forma de ‘V’ después de lo acontecido en el mes de marzo. Tras perder algo más de un 30% en menos de cuatro semanas, los principales selectivos americanos se han recuperado tanto que el Nasdaq vuelve a romper máximos históricos. Por todo ello, son […]
Las bolsas, especialmente Wall Street, están mostrando una clara recuperación en forma de ‘V’ después de lo acontecido en el mes de marzo. Tras perder algo más de un 30% en menos de cuatro semanas, los principales selectivos americanos se han recuperado tanto que el Nasdaq vuelve a romper máximos históricos. Por todo ello, son muchos los inversores que se preguntan a qué se debe esta reacción del mercado teniendo en cuenta que la volatilidad es el doble a la del año pasado en estas fechas y a la incertidumbre que hay sobre el Covid-19 y el efecto real en la economía.
“Hemos ofrecido varias explicaciones para esta desconexión, la principal es que los mercados miran hacia adelante mientras que los datos económicos miran hacia atrás. Sin embargo, estos titulares enmascaran la significativa dispersión entre ganadores y perdedores en los diferentes sectores del mercado de valores. También, y de manera importante, enmascaran que los ganadores del mercado bursátil son una parte relativamente pequeña de la economía, mientras que los perdedores del mercado bursátil son desproporcionadamente más importantes para la economía”, explica Sean Markowicz, responsable de estrategia, estudios y análisis de Schroders.
Durante la pandemia, la fortaleza de los sectores más grandes del mercado ha compensado la debilidad de los más pequeños. “Esto ha creado la impresión de que los mercados no están sincronizados con la economía cuando, en realidad, ambos están más estrechamente alineados de lo que se cree”, añade Markowicz.
Aunque a principios de este año se registraron ventas indiscriminadas, la recuperación ha visto surgir más de un patrón. Por ejemplo, los sectores de IT y de consumo discrecional, que representan aproximadamente el 34% del índice S&P 500, han subido un 12% y un 6% respectivamente este año. Mientras tanto, las acciones de energía y financieras, que representan sólo el 16% del S&P 500, han bajado un 34% y un 22% respectivamente. “Aunque su comportamiento a nivel sectorial ha sido terrible, sus ponderaciones relativamente más bajas en el índice significan que el impacto general en el mercado ha sido más moderado”, añade el experto.
Los sectores que han visto aumentar la demanda de sus servicios se han comportado, por consiguiente, mucho mejor en términos bursátiles. En cambio, las cotizaciones de los que se han visto especialmente afectados por la aplastante desaceleración económica de 2020 han caído en picado. Por ejemplo, las empresas financieras se han visto presionadas por el aumento de los temores de impago de los préstamos y el sector de la energía, que se ha visto muy afectado por la guerra de precios del petróleo, también ha tenido que hacer frente a la caída de la demanda. Todo esto nos lleva a decir que el mercado no es tan optimista como la gente puede creer.
“La idea de que el mercado estadounidense ha hecho la vista gorda ante los fundamentales económicos es menos extrema de lo que se piensa. Aunque ningún sector se libró de las ventas indiscriminadas, el repunte del mercado ha sido relativamente disperso, con más rezagados que líderes. Sin embargo, este efecto no se captará a nivel de mercado porque los índices están sesgados hacia los sectores más grandes, que se han mantenido relativamente bien. Esto no tiene nada de malo en sí mismo, es sólo un síntoma de cómo se construyen los índices ponderados por capitalización de mercado”, concluye.