Según la primera lectura del PIB, en el segundo trimestre éste aumentó un 2,4% en tasa anual desestacionalizada al alza, por encima de las expectativas. El crecimiento se vio impulsado no sólo por la estabilidad del consumo, sino también por el repunte de la inversión. La demanda interna no parece aún muy afectada por la […]
Según la primera lectura del PIB, en el segundo trimestre éste aumentó un 2,4% en tasa anual desestacionalizada al alza, por encima de las expectativas. El crecimiento se vio impulsado no sólo por la estabilidad del consumo, sino también por el repunte de la inversión. La demanda interna no parece aún muy afectada por la subida de más de 500 puntos básicos del tipo de interés oficial. El consumo privado se ve impulsado por el ahorro residual que acelera las rentas reales del trabajo y por su inclinación hacia los servicios, poco sensibles a los tipos: el gasto público sigue aportando una contribución positiva. La inversión se beneficia del hecho de que, antes del inicio del ciclo alcista, las empresas pudieron asegurarse unos tipos de interés muy bajos. Sin embargo, este impulso a las inversiones se desvanecerá, ya que la deuda deberá renovarse a tipos mucho más elevados. El impulso más duradero vendrá de la entrada en vigor de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA). La demanda seguirá siendo fuerte en el tercer trimestre, pero prevemos que la economía entre en una recesión poco profunda hacia finales de año, con cierta debilidad que se prolongará hasta principios de 2024. La nueva previsión de crecimiento del Fondo Monetario Internacional (1,8% en 2023 y 1% en 2024) nos parece optimista, pero reconocemos que las perspectivas han mejorado.
La fuerte demanda impide un rápido descenso de la inflación. En junio, la inflación subyacente de los servicios PCE (Personal Consumer Expenditures, en español gastos de consumo personal), excluida la vivienda (la medida que la Reserva Federal está examinando actualmente), disminuyó, pero continuó siendo muy alta (3,8%). El enfriamiento del mercado laboral ha llevado al índice de costes laborales a crecer en el segundo trimestre al ritmo intertrimestral más lento en dos años (1%); sin embargo, con un 4,6%, sigue estando 1 punto porcentual por encima del nivel compatible con una inflación del 2%. La ralentización de los precios de producción también reducirá la inflación en los próximos meses, pero los riesgos para nuestra previsión de inflación subyacente del IPC del 4% a finales de año (3,5% para el IPC) siguen inclinándose al alza.
La subida de tipos de julio situó el tipo de los fondos federales en línea con los puntos de junio: el Comité Federal del Mercado Abierto (FOMC), dentro de la Fed, no ofreció ninguna orientación firme sobre los próximos movimientos. Nuestro escenario de referencia no contempla nuevas subidas de tipos, ya que los tipos reales se encuentran en territorio positivo en todos los plazos y la estabilidad financiera sigue siendo motivo de preocupación, sobre todo por el aumento de los impagos. Sin embargo, no pueden descartarse en caso de que los indicios de deflación resulten temporales. La desaceleración de la economía justificará un recorte de los tipos a finales del primer trimestre de 2024 o algo más tarde.