El Partido Popular vuelve a obtener la victoria en las elecciones generales, pero no es suficientemente amplia para formar Gobierno, ni siquiera con el apoyo de Ciudadanos. La tiranía de la aritmética le hace depender del PSOE para alcanzar La Moncloa, ya sea por un apoyo explícito en forma de gran coalición o por abstención […]
Dirigentes Digital
| 26 jun 2016
El Partido Popular vuelve a obtener la victoria en las elecciones generales, pero no es suficientemente amplia para formar Gobierno, ni siquiera con el apoyo de Ciudadanos. La tiranía de la aritmética le hace depender del PSOE para alcanzar La Moncloa, ya sea por un apoyo explícito en forma de gran coalición o por abstención para dejar al PP intentar un Gobierno en minoría. Durante la campaña, los populares ya han anunciado que su objetivo es intentar la gran coalición, aunque el PSOE la ha rechazado.
Los resultados de los socialistas han sido los peores de la historia democrática, pero siguen teniendo la llave para formar Gobierno. Al menos, Pedro Sánchez ha aguantado el envite del sorpasso de Unidos Podemos. El PSOE ha sacado 300.000 votos más que la formación morada. Pero tendrá que decidir si abrazarse a la gran coalición, dejar gobernar al PP o condenar al país a unas terceras elecciones. Tal como sucedió tras las elecciones pasadas, esto puede suponer un terremoto interno con una fractura entre los barones y la propia militancia. Los votantes socialistas tendrán difícil digerir un apoyo directo o indirecto a los populares.
Una de las grandes diferencias respecto a las anteriores elecciones es que la posibilidad de un Gobierno de izquierdas desaparece. El retroceso de PSOE y Unidos Podemos han eliminado el camino de una multicoalición con fuerzas independentistas que defendía Pablo Iglesias durante los últimos meses.
El gran cambio que deja las nuevas elecciones son dos únicas posibilidades aritméticas y lógicas para que se forme un Gobierno. La primera, una gran coalición de PP y PSOE, que ofrecería una amplia mayoría absoluta, a la que se podría sumar Ciudadanos. La otra sería una alianza de PP y Ciudadanos, y sin los socialistas en el Gobierno, pero optarían por la abstención. El resultado sería un Ejecutivo más débil y con una oposición que podría bloquear las iniciativas del posible Gobierno con el apoyo de fuerzas nacionalistas. Antonio Hernando ya ha declarado que el PSOE no apoyará un Gobierno del PP "ni por activa ni por pasiva".
De todos modos, las negociaciones no se esperan fáciles. Albert Rivera durante la campaña ya estableció la primera línea roja a condicionar el apoyo de su partido a que no sea Mariano Rajoy el próximo presidente. El propio Rivera ha declarado que, si se forma un Gobierno en el que "todo siga igual", Ciudadanos se marchará a la oposición, dando a entender que no apoyará un Gobierno con Rajoy. El PSOE se podría sumar a la caza para lograr una gran pieza que vender ante su militancia y sus votantes un respaldo directo o indirecto al Partido Popular.
Los pasos a seguir para formar Gobierno
Desde el minuto uno después de los resultados, los partidos comenzarán los tiras y aflojas para formar Gobierno, teniendo en cuenta las dificultades que han tenido para forjar alianzas durante los últimos seis meses. La primera fecha clave que marcará los tiempos de negociación será el 19 de julio, día en el que se constituirán las Cámaras del Congreso y el Senado, según marcó el decreto de la convocatoria electoral. En la conformación de la Mesa del Parlamento se podrá observar si hay sintonía para alejar los fantasmas de unas terceras elecciones.
Una vez elegido el presidente del Congreso, el Rey llamará a consultas a los representantes de los partidos con presencia parlamentaria, de menor a mayor, y designará un aspirante para recabar la confianza del Congreso. A partir de aquí, teniendo en cuenta los antecedentes, no están claros los tiempos. Si todo fuera bien, antes del quince de agosto podría haber Gobierno, pero Mariano Rajoy, a pesar de encabezar la lista más votada, ya ha anunciado que repetirá el mismo movimiento que hace seis meses de renunciar a presentarse a la investidura, si no tiene los apoyos suficientes.
En caso de que el líder popular decline el ofrecimiento del Rey, deberá de nuevo citar a los portavoces políticos. Podría elegir al segundo candidato más votado pero no está escrito que sea así, ni que sea inmediatamente después. Felipe VI puede retrasar la convocatoria para dejar que se madure la elección de un candidato que tenga más posibilidades de superar la futura investidura.
La Constitución no marca plazos para celebrar la sesión de investidura; se limita a señalar el procedimiento para designar al candidato. El endiablado tablero político podría forzar que ningún candidato quiera asumir la responsabilidad ante un bloqueo de las negociaciones.
El problema de esta circunstancia es que la ley no impone plazos y se podría alargar sine die. La Constitución es clara al señalar en el artículo 99.5 que el plazo de dos meses comenzará a correr a partir de la primera votación de la investidura.
