Puede que la corrección de los mercados no haya supuesto el techo de la renta variable, pero debería constituir el inicio del proceso de esta clase de activos hacia su punto máximo. La hoja de ruta del fin del ciclo pasa por que los diferenciales de crédito toquen fondo y se produzca una inversión de […]
Dirigentes Digital
| 12 abr 2018
Puede que la corrección de los mercados no haya supuesto el techo de la renta variable, pero debería constituir el inicio del proceso de esta clase de activos hacia su punto máximo. La hoja de ruta del fin del ciclo pasa por que los diferenciales de crédito toquen fondo y se produzca una inversión de la curva de rendimientos, tras lo cual las acciones tocarían techo y se terminaría finalmente en una recesión. Puede que los mercados ya hayan superado la primera fase. Si bien no se perciben indicios de pánico, la deuda corporativa obtuvo rendimientos negativos durante el primer trimestre del año, lo que confirma nuestra visión negativa en esta clase de activos. Los diferenciales parecen estar tocando fondo y los impagos en la deuda high yield deberían aumentar a medida que el ciclo crediticio se invierte. + La segunda fase podría materializarse más avanzado 2018. Se prevé un mayor aplanamiento y una reversión de la curva de rendimientos estadounidense durante la segunda mitad del año. Esto concuerda con el deterioro del equilibrio entre el crecimiento y la inflación, ya que la vigilancia de los bancos centrales sobre el aumento de los precios podría hacer que el extremo largo de la curva de tipos refleje un incremento del riesgo de recesión. Si bien las señales que indican la fase final del ciclo empiezan a encenderse, el consenso sigue obsesionado con un contexto macroeconómico indudablemente sólido. Pero ¿puede darse por sentado una relación de causalidad entre la economía y los mercados? En opinión de Nordea AM, unas valoraciones extremas podrían invertir dicha causalidad. En ese caso, los mercados se erigirían como el riesgo clave para las perspectivas macroeconómicas, en vez de que la solidez del plano macroeconómico mantenga con vida a un mercado alcista ya maduro. Desde 1881, el ratio precio/beneficio cíclicamente ajustado (o PER de Shiller) de la renta variable estadounidense solo ha superado los niveles actuales durante la burbuja de las puntocom. El siguiente gráfico ilustra las implicaciones de este hecho. Si incorporamos las valoraciones a los modelos de recesión tradicionales basados en la curva de rendimientos, la probabilidad de que se dé una recesión en EE. UU. se sitúa por encima de los niveles críticos. Prevemos que la renta variable tocará techo este año, ya que las fases mencionadas anteriormente deberían materializarse. Nos vamos acercando al punto máximo. ¿Qué podría alargar la vida de un mercado alcista ya maduro? En primer lugar, una caída adecuada de la inflación (es decir, a través de una ralentización del crecimiento salarial o un aumento de la productividad) mitigaría los riesgos descritos anteriormente, lo que moderaría la disposición de los bancos centrales a endurecer sus políticas y facilitaría la continuación del ciclo de beneficios. En segundo lugar, una depreciación del dólar como la del año pasado, explica la gestora, abarataría la financiación en un mundo extremadamente endeudado, lo que haría que la normalización de la Fed fuese más fácil de digerir. Si esta hipótesis no se produjera, los inversores deberían actuar con prudencia y preparar las carteras para un futuro más complicado. Cuando se vislumbran máximos en renta variable, limitar los riesgos de correlación y de liquidez es fundamental.