Es evidente que desde 2008 los bancos centrales han visto como sus mandatos pasaban de unos objetivos macro claramente definidos (estabilidad de precios) empleo, a incluir la estabilidad financiera, expandiendo sus balances a niveles nunca anticipados. Centrándose en EEUU, Jorge López, analista de XTB, reconoce que “el gran miedo de los inversores se centraliza de […]
Dirigentes Digital
| 01 mar 2017
Es evidente que desde 2008 los bancos centrales han visto como sus mandatos pasaban de unos objetivos macro claramente definidos (estabilidad de precios) empleo, a incluir la estabilidad financiera, expandiendo sus balances a niveles nunca anticipados. Centrándose en EEUU, Jorge López, analista de XTB, reconoce que “el gran miedo de los inversores se centraliza de nuevo en los Bancos Centrales, en esta ocasión, despertándose un miedo que ya tuvimos hace dos años con la eliminación de las políticas monetarias expansivas dentro de la economía estadounidense”. Al igual que en Europa, la inflación está en el centro de todas las miradas, ante la necesidad de que el organismo presidido por Janet Yellen pueda anticiparse a los efectos de los planes que plantea Donald Trump en materia de gasto público y reformas fiscales, que podrían disparar la inflación por encima del objetivo del 2%. “Es decir, nos encontraríamos en un escenario que es negativo por exceso de inflación que, como ya sabemos, podría desencadenar en un marco económico muy poco propicio para la principal economía a nivel global”, indica el experto, recordando aún así que este tipo de situaciones son bien llevadas por parte de la Fed, bastante acostumbrada a que se especule sobre sus diferentes actuaciones a lo largo del año. Por el lado del BCE, debemos tener en cuenta que la incertidumbre se despierta siempre ante la posibilidad de limitar el calendario establecido a la hora de seguir implementando políticas monetarias dentro del plan previsto. “El nivel de inflación está muy próximo al 2%, lo que hace pensar que los esfuerzos realizados por el ente económico europeo podrían llegar a su fin”, indican desde XTB. Aún así, consideran que los organismos monetarios sabrán adaptarse al nuevo entorno. Y en este sentido, ya se están tomando medidas como el inicio de un análisis por parte del BCE para medir la sensibilidad de las carteras de inversión de las entidades que supervisa directamente, prestando especial atención a las variaciones de los tipos de interés. La idea es establecer escenarios de estrés para medir el comportamiento que tendrían esas carteras, con un escenario de tipos, por ejemplo, del -2%. Pero también analizan la evolución con tipos más elevados de los actuales, en el 0% y en el -0,4% en el tipo de depósito. La presión del populismo El auge del populismo también está impactando ya al desarrollo de las políticas monetarias. Para empezar en EEUU, resulta evidente que los republicanos apostarían sin dudar por una menor independencia de la Fed. A este lado del Atlántico, el BCE tampoco se salva de las críticas a su política, con Alemania como principal frente con la presión para una pronta subida de tipos y una reducción más agresiva del programa de compras de deuda ante el repunte de la inflación. Lo mismo ocurre en el Banco de Inglaterra, donde, al igual que los republicanos en EEUU con la Fed, Theresa May pretende imponer las políticas del organismo, o al menos influir en ellas desde el ámbito más puramente político. De hecho, el supuesto comportamiento partidista del Banco de Inglaterra es tema de conversión habitual en las discusiones entre los legisladores británicos. Tal y como hace años aseguraba Ben Bernanke, parece que los bancos centrales han sido el único “jugador” en la ciudad. Y ahora los políticos reclaman ese espacio. Sin embargo, la independencia del banco central resulta clave para, entre otras cosas, mantener la estabilidad de precios. Pero tras muchos años con la inflación bajo mínimos, parece que los inversores han olvidado esa preocupación. Y el peligro es que otros organismos sigan los pasos de, por ejemplo, Japón, donde banco central y gobierno van al unísono en las medidas tomadas. La idea de que la política monetaria no representa a todo el mundo y que medidas como la flexibilización cuantitativa detrás de la subida de los activos que solo los ricos poseen son puntas de lanza habitualmente usadas por aquellos que están en contra del papel de los bancos centrales durante la crisis global. Y la respuesta desde el otro lado siempre es similar. El propio Draghi lo replica en cada comparecencia, explicando lo difícil que le resulta pensar que, a largo plazo, el resultado de su política ha será “redistribuir la riqueza y los ingresos de manera injusta o desigual”. Para Oliver Adler, responsable de estudios económicos en IWM (banca privada) de Credit Suisse “los próximos años serán decisivos en la relación a la dirección futura de las políticas monetarias de los bancos centrales, dependiendo de los acontecimientos políticos y económicos. Creemos que hay que profundizar en el debate acerca del futuro de la política monetaria”. El estudio concluye que la principal decisión a ser tomada por los responsables monetarios es acerca de los próximos pasos a seguir: volver a la normalidad anterior a la crisis o seguir el camino actual de las políticas monetarias expansivas aumentando la interdependencia entre los mandatos monetarios, regulatorios y fiscales.