Al final, los ajustes de deuda tienen cinco posibilidades: tiempo, condiciones financieras favorables, crecimiento, inflación y reestructuración. Por el momento, mientras los bancos centrales no digan lo contrario, las dos primeras han dominado el escenario a la espera de que tomarán el testigo tanto la recuperación económica como la inflación. Pero, ya ven lo difícil […]
Dirigentes Digital
| 23 sep 2015
Al final, los ajustes de deuda tienen cinco posibilidades: tiempo, condiciones financieras favorables, crecimiento, inflación y reestructuración. Por el momento, mientras los bancos centrales no digan lo contrario, las dos primeras han dominado el escenario a la espera de que tomarán el testigo tanto la recuperación económica como la inflación. Pero, ya ven lo difícil que es obtener la ahora panacea de una fuerte recuperación económica que acelere la inflación. Aunque, observando los bajos tipos de interés de la deuda (pública y privada) ya no tengo tan claro que este escenario idílico realmente lo sea a efectos del inversor. Y lo que no es positivo para el inversor, lo será menos en términos de nueva oferta.
¿Qué resta? Lo dicho: condiciones financieras favorables y el paso del tiempo. Un tiempo precioso para que las autoridades económicas internacionales lo utilicen ajustando los desequilibrios (la deuda es uno de ellos) y aumenten su crecimiento potencial. ¿Qué desconfían de esto? No les falta razón, considerando la historia reciente. Es más, un mayor deterioro de las condiciones de los mercados (pese a los bancos centrales) y acumulación de riesgos sin resolver (como ocurre en la actualidad) pueden llevar a que la deuda, especialmente la deuda pública, siga al alza. Y la incertidumbre política, debilidad de los gobiernos en los países desarrollados, sin duda se puede traducir en que las estrategias a medio plazo para su reducción no sean prioritarias. Todo esto puede llevar, más tarde o más temprado, a volver a hablar de reestructuraciones de la deuda. Espero que sea más tarde que temprano.
Arrancamos a principios de año con el bail-in de una parte (pequeña parte pero significativa en términos de mensaje) de la deuda del BES, bajo la nueva Directiva de Resolución y Recuperación bancaria con efectos desde el 1 de enero.
¿Impacto en la deuda pública portuguesa? Limitada, tras un movimiento de ida y vuelta en las rentabilidades… Al final, hay muchos factores que pueden explicar este matizado impacto. Y uno de ellos, quizás el más relevante, sea el propio BCE y la especulación sobre más QE en el futuro próximo. Con todo, desde una perspectiva histórica las reestructuraciones de la deuda han tenido un impacto desigual en el tiempo. Pero, de menos a más.
Un reciente estudio del FMI, con todas las complicaciones que supone hacer un estudio de estas características a lo largo del tiempo, se valora este coste por reestructuración de la deuda entre el 4% de sobrecoste inicial del nuevo endeudamiento sobre niveles promedio del mercado con los mismos fundamentales a un 2% en cinco años.
¿Un sobrecoste asumible? La reestructuración no es en mi opinión una opción. Más bien es la consecuencia, negativa, en caso de fallar el resto de las opciones a las que me refería al principio. El sobrecoste sólo en un factor a considerar dentro de las hipotéticas consecuencias negativas. Obviamente, hablar de forma genérica sobre este tema tampoco parece muy acertado. Pero, no hablar de todo esto tampoco me parece adecuado: en un mundo como el actual ya no existen tabúes. Creo.
José Luis Martínez Campuzano es estratega de Citi en España.