En un informe titulado The Silent Road to Serfdom: Why Passive Investing is Worse Than Marxism, los expertos explican que las elevadas comisiones y los rendimientos mediocres se han juntado con la creación de un elevado número de fondos cotizados en Bolsa, más baratos, que replican índices fomentando "un cambio masivo a favor de la […]
Dirigentes Digital
| 24 ago 2016
En un informe titulado The Silent Road to Serfdom: Why Passive Investing is Worse Than Marxism, los expertos explican que las elevadas comisiones y los rendimientos mediocres se han juntado con la creación de un elevado número de fondos cotizados en Bolsa, más baratos, que replican índices fomentando "un cambio masivo a favor de la gestión pasiva".
La firma sostiene que quienes defienden este tipo de estrategias indexadas, cuentan con una "visión miope" que no tiene en cuenta las desventajas potenciales del incremento de los activos administrados de forma pasiva, considerándolos una "amenaza para el capitalismo" y el estado de bienestar actual.
El planteamiento puede resultar exagerado. Pero lo cierto es que la gestión pasova sigue comendo terreno a los fondos de inversión de estrategias activas mes a mes. Según los últimos datos de flujos de Bank of America Merrill Lynch, los ETFs pasivos han logrado captar 52.500 millones de dólares incrementando sus activos bajo gestión un 2,4% en lo que va de año.
Las cifras también demuestran cómo desde 2009, los inversores han invertido 961.000 millones de dólares en fondos de gestión pasiva, frente a los 592.000 millones retirados de fondos activos. Y un reciente informe de Deloitte confirmaba que en 2015, el 72% del dinero invertido en fondos se destinó a aquellos que empleaban estrategias pasivas.
Las conclusiones del equipo de Bernstein apuntan a que, a más gestión pasiva, más correlación de las acciones con el entorno económico. Aseguran que los inversores no diferenciarían entre los fundamentales de las compañías, replicando índices o cestas que en numerosas ocasiones podrían incluir empresas de riesgo, altamente endeudadas o con equipos gestores catastróficos. Algo que, a juicio de los expertos, no ocurre por lo general entre los stock pickers, que suelen eliminar de su selección las conocidas como 'empresas zombis'.